Mayoría de edad y pasaporte al limbo
‘Slimane’, largo de ficción del cineasta José Ángel Alayón, narra la rutina de jóvenes sin papeles
El País, , 08-01-2014La primera vez que Slimane (Sus-Masa-Draa, Marruecos, 1992) entró en un cine fue para ver su propia película. La primera vez que vio el mar fue a bordo de una patera, que le llevó del Sáhara Occidental a Tenerife. La primera vez que fumó fue para una secuencia de ese filme para la que se tuvo ventilar un paquete entero entre toma y toma. La primera vez que salió de la isla canaria fue para ir a Madrid y después a Dubái, al festival de cine del emirato. La inmensidad del mar, la gran pantalla y la mareante ciudad llegaron a la vida de este joven inmigrante a cañonazo limpio, sin medias tintas, sin mojarse un poco los pies, los codos y la nuca para darle tiempo a la digestión.
Slimane es el protagonista de la película homónima del cineasta canario José Ángel Alayón (Tenerife, 1980), que en diciembre participó en el Festival Márgenes, donde convergen trabajos en la periferia de la industria, y que se estrenará en primavera. Con una distribuidora y, si no, negociando con salas independientes.
La cinta cuenta la historia de dos marroquíes que al cumplir 18 años se ven obligados a dejar el centro de menores y adentrarse en un limbo en el que solo se tienen el uno al otro. Aunque, en realidad, la película tendría que haber sido otra. El primer guion encerraba una historia coral de temática social. Uno de esos borradores que pasan de un lado a otro y a los que no se les para de dar vueltas. El director, formado en la escuela de cine cubana San Antonio de Baños (de donde han salido Jaime Rosales o Benito Zambrano), tenía una ayuda al desarrollo y estaba obligado a llevar a cabo un proyecto. Se le ocurrió usar el casting de la película para incluir nuevas ideas. Allí, “la presencia de Slimane hacía que desapareciera la cámara”. Por eso Alayón se propuso meter al joven dentro del relato, aunque para ello tuviera que dinamitarlo: “Al final se fue desvaneciendo el guion y quedó solo Slimane”.
El filme, cuenta su director, nace de un boicot. Y se filmó a golpe de boicot. De un deseo de enterrar una historia que no convencía. Todo empezó en el casting. El equipo de la película empapeló los centros de Cáritas de Tenerife con la convocatoria. A ella acudió este chico, de complexión fuerte y mirada frágil. Acababa de salir de un centro de menores y estaba en ese limbo que luego Alayón trasladó a la película. Solo tenía a sus amigos, y un DNI que ponía “no apto para el trabajo”. Poco a poco se metieron en la vida de Slimane. Alayón le dejó una cámara para que durante tres meses grabara dos o tres horas diarias de su rutina. Pensó en ello porque los actores no se comportaban de la misma manera cuando actuaban delante de la cámara. Fue observar la vida de Slimane por la cerradura de la puerta. Como en el cine.
Para el joven actor la experiencia se convirtió en un reto. “En un momento tienes que cambiar completamente la cara y el cuerpo”, explica Slimane por teléfono, antes de entrar al supermercado en el que trabaja gracias a Alayón. A él le debe ahora este sueño, aunque en el rodaje le pusiera al límite. “El cabrón mi hizo vomitar de verdad en una secuencia”, recuerda con cariño.
Alayón se enfrenta ahora al reto de estrenar Slimane en salas. Un salto “difícil”, sobre todo por la crisis de la industria. Una crisis que, sin embargo, es algo menos dramática cuando uno está acostumbrado a observarla desde la periferia. “Mientras la industria está como pollo sin cabeza, nosotros estamos cómodos. La gente que hace este cine está más acostumbrada a la precariedad. Es como construir algo nuevo sobre unas ruinas”.
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