el auge del euroescepticismo
Europa ondea a media asta
El euroescepticismo se rearma al calor de la crisis económica, que a su vez impulsa a los partidos de extrema derecha a cinco meses de las elecciones
Deia, , 05-01-2014bilbao
El azul de la bandera europea, tachonado el pendón de estrellas amarillas, algo así como un firmamento impreso en una tela, luce tristón, pálido y amenazado a apenas cinco meses de las elecciones al parlamento europeo, cuya razón de ser puede ser discutida desde el propio hemiciclo. “Podemos asistir a un parlamento con políticos absolutamente xenófobos y populistas dispuestos a cargarse Europa”, advierte el sociólogo Xabier Aierdi. Europa, símbolo inequívoco del bienestar, lugar común de los derechos civiles y refugio de la democracia hasta hace no tanto tiempo, destiñe ahora acosada por la abrasión que produce la crisis económica, acelerante del euroescepticismo y trampolín extraordinario de los partidos de extrema derecha, que aúnan fuerzas sin rubor para horadar el europeismo desde sus propias entrañas. “Se mire por dónde se mire, el fortalecimiento de la extrema derecha es un peligro evidente para Europa”, subraya Aierdi.
La bonanza de las formaciones ultra, que encolan fuerzas para el asalto al ágora europeo (saben que es su momento), cabalga sobre la grupa del euroescepticismo, un elemento siempre presente en Gran Bretaña, acaso diferenciador, pero que ha enraizado con cierto éxito debido las turbulentas aguas de la recesión económica en países como Noruega, Francia, Holanda, Grecia, Austria, Suiza… En el Estado español, rescatado por Europa y muy castigado por los recortes, su incidencia es limitada y su impacto, residual. De hecho, las formaciones de extrema derecha españolas obtienen menos sufragios que el Partido Animalista. Contabilizan unos 75.000 votos. “La diferencia respecto a otros países de Europa es que mucha gente de extrema derecha se siente cómoda en el Partido Popular y canaliza el voto a través de ahí”, aclara Xabier Aierdi.
El repunte de la extrema derecha por el Viejo Continente no responde únicamente a la crisis económica, si bien ésta constituye un magnífico terreno en el que abonar tesis populistas, xenófobas y que abogan por la solución de realidades extremadamente complejas mediante discursos demagógicos, viscerales y simplistas. “Además de los efectos producidos por una profunda crisis económica, hay que sumar un claro componente de crisis política, de falta de liderazgo, de debilidad política”, razona el sociólogo, que percibe una “ausencia de fe y de esperanza” alrededor de la idea central de Europa que “muchos entendieron que sería progresiva y acumulativa, sin problemas ni sobresaltos”.
Hasta que el torbellino de la crisis económica ha desencajado ese pensamiento del corpus de la ciudadanía respecto a sus representantes. Sobre ese escenario de incertidumbre hacen caja las fuerzas antieuropeistas. “Hay que tener cuidado con los que dicen que son capaces de solucionar problemas tan difíciles en una mañana. Esos representan lo peor del proyecto europeo, tenemos experiencia de ese clase de líderes”, expone Aierdi, consciente del desencanto de la gente producido según su opinión porque “las recetas para combatir la crisis iban en contra de la mayoría de los ciudadanos”.
Propone Lluis Orriols, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Girona, para dar luz sobre la desconfianza existente respecto a la arquitectura institucional europea. “Las recetas para salir de la crisis tenían una clara ideología que chocaba directamente con las preferencias de los ciudadanos. De alguna manera es como lo que sucedió en los años 80 con la deuda de Latinoamérica y las imposiciones del FMI. La gente se volvió en contra”. Analiza el politólogo que al hecho incuestionable de la crisis económica mundial, se le debe añadir el rol que ha tenido Europa “en la gestión de la crisis. Ha jugado un papel crucial en el que ha ido en contra de los intereses de la mayoría de los ciudadanos”. Es lo que Xabier Aierdi identifica como “un trasvase económico de la riqueza de los pobres a los ricos”. Desde Bruselas, vaciada de peso político, sin un liderazgo nítido ni una idea clara de lo que debe ser Europa como ente, se ha apostado por hacer simple seguidismo de las “órdenes del FMI y los neoliberales de la troika. Se ha desentendido a la gente y a los valores humanos. Eso, como es normal, ha cabreado muchísimo a la gente”, diserta Aierdi.
desafección La crisis económica y las soluciones impuestas desde Europa, fundamentalmente políticas de austeridad, recortes y precarización generalizada, han deslegitimado a la clase política, generando en la ciudadanía una clara desafección hacia sus dirigentes. “Cuando las cosas iban rodadas nadie hacia caso a Europa, pero luego la ciudadanía se ha dado cuenta de que en Europa se toman decisiones muy importantes que nos afectan en el día a día y la gente ha reaccionado”.
Esta reacción respecto a las instituciones europeas, sugiere Lluis Orriols, se ha extendido por todo el continente de manera transversal y con ella la desconfianza sobre el proyecto común europeo. “No solo existe desconfianza entre los países del sur de Europa – los más afectados por la penurias económicas y las medidas adoptadas – los deudores, debido a la gestión de la crisis, sino también entre los países del norte o los pagadores, que observan con desconfianza a los del sur a los que miran como esos que no han hecho los deberes a tiempo”.
Detecta Lluis Orriols que el fuego cruzado de los recelos entre distintos países se alimenta, principalmente, por la ausencia de una unidad política real, una verdadera federación europea. “Durante la crisis se ha abandonado la idea de Europa y cada país ha mirado por sus intereses, ha defiende lo suyo. Entre otros motivos eso ha ocurrido porque no ha existido un liderazgo político que aunara las diferentes sensibilidades y las cohesionará alrededor de una idea común. Desde luego Merkel, que ha marcado la pauta, no ha cumplido con ese papel”. Sin embargo, en el imaginario colectivo, la canciller alemana, Merkel, se ha impuesto como el estandarte de Europa y sus políticas restrictivas, contrarías a la mayoría de la ciudadanía del continente. Esa manera de actuar ha producido un profundo socavón entre los dirigentes y los ciudadanos.
En ese ambiente de descrédito y desconfianza, con una alta abstención en el horizonte y el reforzamiento de las posiciones ultraderechistas, pespuntan las elecciones al parlamento europeo en mayo. ¿Es posible que se recupere la confianza en Europa en semejante escenario? Lluis Orriols opina que existe un elemento “automático” y que está directamente relacionado con la recuperación económica. “En la medida en la que la economía mejore, habrá más confianza”. Por otro lado, el politólogo entiende que la base para rearmar la confianza en el proyecto europeo “está en la rendición de cuentas por parte de las instituciones. El ciudadano tiene que ser parte de una cadena de control, tener la visión de que las decisiones que se toman dependan de su voto”. Tal vez entonces Europa deje de ondear a media asta.
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