El laberinto
Persisten las sombras sobre la trama neonazi alemana NSU, que asesinó a diez personas. ¿Por qué un grupo de nazis que mataba a emigrantes atentó contra dos policías alemanes?El caso acumula oportunos suicidios, sospechosas chapuzas y destrucción de pruebas
La Vanguardia, , 03-01-2014DAVE BEDROSIAN / EFE / ZUMAPRESS / ARCHIVO La única superviviente. Beate Zschäpe, la única superviviente del grupo neonazi NSU, en una de las sesiones del juicio que se sigue contra ella en Munich
Un joven de 21 años de edad, llamado Florian Heilig y vinculado al ambiente neonazi, decía otra cosa. El año pasado testificó ante la policía: además del trío NSU en Alemania había “otro grupo neonazi radical” asociado llamado Neo SS (NSS). Las declaraciones de Heilig fueron calificadas de “vagas” por la policía.
El caso es que el pasado 16 de septiembre, Heilig acudía para ser de nuevo interrogado por la policía de Baden-Württemberg. A dos kilómetros de comisaría, su coche, un Peugeot, estalló. El joven acababa de meterse en el coche. Aparentemente fue él mismo quien lo incendió, dice la policía. Un suicidio a causa de una “relación personal”. Es la versión oficial, pero los padres de Heilig no creen en ella. Preguntado sobre si podría haber una relación entre el interrogatorio al que el joven iba a ser sometido y el suicidio, un portavoz policial dice que “eso parece excluido”.
Conforme pasan los meses, el caso NSU se cubre de más sombras: sospechosas chapuzas y destrucción de pruebas y documentos en los servicios secretos, omisiones y mentiras en las declaraciones de responsables de la seguridad ante el Parlamento, suicidios como el de Heilig o los de los propios presuntos autores de todos los asesinatos, Uwe Böhnhardt y Uwe Mundlos, en el interior de una camioneta, dejando, eso sí, una ordenada serie de pruebas que hacen cuadrar hasta el detalle todos los crímenes.
Los dos nazis mataron a quemarropa a diez personas. Nueve eran de origen emigrante. El móvil era racista. El décimo asesinato, y último de la serie, fue completamente diferente, el de una joven policía de 22 años de edad, Michele Kiesewetter.
El 25 de abril del 2007 Kiesewetter fue asesinada de un tiro en la cabeza, mientras descansaba junto con su compañero de patrulla Markus Arnold, de 24 años, que milagrosamente sobrevivió a otro disparo. Eran las 11,30. Los policías se habían comprado un bocata y aparcaron su coche patrulla en el recinto ferial de la ciudad de Heilbronn para tomárselo y fumar un pitillo. Hacía buena temperatura, tenían las ventanillas abiertas. Vieron por el retrovisor que alguien venía a su encuentro. “No se puede descansar ni un momento”, dijo ella, recuerda Arnold. Segundos después, dos tiros y Arnold cae de bruces sobre el asfalto desde el asiento de su coche con la puerta abierta. Es su último recuerdo.
¿Por qué un grupo de nazis que mataba a emigrantes de repente atentó contra dos policías alemanes? La pregunta atrajo enseguida la atención de muchos periodistas hacia este atentado. La explicación oficial –“por odio al Estado”– es muy vaga.
Frank Brunner es uno de los periodistas que más a fondo ha investigado el atentado. El caso NSU está tan lleno de sombras, incoherencias, errores y ambigüedades que no han faltado funcionarios profesionalmente frustrados que han filtrado documentos secretos. Brunner no entiende lo que pasó aquel 25 de abril en Heilbronn. Media docena de testigos confirman, en declaraciones separadas, que vieron huir del lugar a seis personas. Sin embargo el crimen se achaca sólo a dos, Mundlos y Böhnhardt. Y la descripción que los testigos dan de los autores no coincide con el aspecto de ambos, explica.
Para mayor enredo, a finales del 2011 el semanario Stern informó de que, según un documento del servicio de inteligencia militar americano (DIA) que obraba en su poder, el día de los hechos estaban presentes en el lugar un agente americano y “dos agentes alemanes del BfV (servicios secretos alemanes) de la región de Baden-Württemberg o Baviera”, observando una operación en la que participaba un confidente turco que en el año 2002 fue crucial para organizar y luego desmantelar una oscura “célula islamista alemana”.
El informe fue inmediatamente desmentido por americanos y alemanes, pero Brunner me enseña un montón de documentos secretos que demuestran hasta qué punto las autoridades de la seguridad se tomaron en serio esa información al más alto nivel: toda una serie de correos y mensajes, que comienzan inmediatamente después de la publicación de
Stern, entre los servicios secretos americanos, el servicio secreto militar alemán, cuyas siglas (MAD, loco en inglés) hacen honor a la situación, y el servicio secreto exterior (BND).
En esos documentos secretos, el presidente del BND, Ernst Uhrlau, se refiere al informe de Stern como “supuestamente falso” y en un mensaje dirigido al presidente del MAD, Karl-Heinz Brüsselbach, se menciona que los servicios secretos de Estados Unidos han dicho que el día de autos en el lugar se llevaba a cabo un operativo del FBI. Nadie ha explicado este desbarajuste.
Sorprendente resulta también el extraordinario orden en el que se han encontrado todas las pruebas que inculpan a Mundlos y Böhnhardt, ambos presuntamente se suicidaron en el interior de su autocaravana en noviembre del 2011: los dos nazis llevaban en su vehículo todas las armas utilizadas en sus doce años de ilegalidad y atentados, incluidas las pistolas reglamentarias de los policías Kiesewetter y Arnold.
En la última vivienda utilizada por NSU, una casa de Zwickau que Beate Zschäpe (única mujer del grupo y superviviente, que está siendo juzgada en Munich) hizo saltar por los aires en noviembre del 2011, el día del aparente suicidio de sus compañeros, se encontraron, bien ordenadas, todas las respuestas a todos y cada uno de los crímenes de la banda, vídeos e incluso unos pantalones con sangre de la policía asesinada cuatro años antes. Por un lado una perfección de pruebas casi pedante, por el otro un verdadero caos operativo, con incomprensibles destrucciones de documentos, posible obstaculización de investigaciones, todo tipo de errores y, en el caso analizado por Brunner, completa marginación de testimonios.
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