Melodía triste de la concertina
Los 27 kilómetros de verjas con cuchillas que bordean Ceuta y Melilla no bastan para detener a la inmigración ilegal
Las Provincias, , 09-12-2013Se llaman así por su parecido a un acordeón enano que inventó un lord inglés a mediados del siglo XIX. Una melodía que nada tiene que ver con la que emiten esas cuchillas dentadas que coronan las verjas de los lugares más ‘calientes’ del mundo. 500 kilómetros de concertinas blindan en España los perímetros de cárceles, polvorines, centrales nucleares, helipuertos e incluso la embajada de EE UU en la calle Serrano de Madrid. Pero son los 27 kilómetros lineales, repartidos casi al 50% entre Ceuta y Melilla, a los que todo el mundo dirige la mirada. Juan José Imbroda llevaba ya cinco años de alcalde de la ciudad autónoma de Melilla en 2005 cuando el Gobierno socialista decidió subir las verjas y coronarlas con este dispositivo. «Fui muy crítico y dije que, cuanto más alta la valla, daba igual». Ocho años después sigue en el cargo, pero ha cambiado de idea. «Ahora llega gente más joven y agresiva. Cuando ves a mil subsaharianos en cola para saltar …». Su compañero y delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, completa sus argumentos. «Son medidas disuasorias pasivas. No buscan lesionar a nadie y solo harían daño a quienes intencionadamente intenten superarlas». Algo así como que las armas solo son un peligro para quien las usa. Como Sambo Sadiako, senegalés de 30 años y con cuatro hijos, que apareció una mañana de 2009 colgado entre las cuchillas en Melilla. La concertina le cortó la aorta a la altura de la axila. Murió desangrado.
Melilla y Ceuta no son las fronteras de Marruecos. Lo son de Madrid, París o Berlín. La última barrera antes de llegar a la Europa de la libre circulación. Y la UE presiona para que España blinde su seguridad y haga de ‘policía’ continental. Por eso los ciudadanos de las dos ciudades autónomas están cansados del debate «ficticio, ruidoso y deformado», insiste El Barkani, sobre la humanidad o no de las concertinas, cuando los dos gobiernos de la última década no han encontrado otra forma más eficaz de poner barreras a la inmigración ilegal. En 2007, esas cuchillas dentadas se retiraron de la parte alta de Melilla, pero siguieron en Ceuta, donde la orografía hace muy difícil el asalto. «Nadie discute su presencia allí», dice como si sintiera un poco de envidia. Cuando aún no ha acabado el año 2013, el Ministerio del Interior ya contabiliza 3.000 intentos de saltar las verjas de Melilla, frente a los 1.610 de 2012. Y casi 30.000 en la última década. España gasta ingentes cantidades de dinero y efectivos humanos en este juego del gato y el ratón que desquicia a todos los que lo viven. «A nadie le gusta tener que estar ahí sufriendo por ti y por ellos. He estado de baja psicológica y mi mayor deseo es pedir destino fuera de aquí», explicó un guardia civil en el informe ‘Desalambre’.
Solo hay una cosa en la que coincide todo el mundo: no hay valla lo bastante alta que persuada a los desesperados que llegan del África Subsahariana. Personas que invierten meses en el viaje y que ven a través de los agujeritos de las verjas el trozo de paraíso por el que están dispuestos a seguir dejándose la piel. La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, está convencida de que «la aspiración a una vida mejor no va a cesar por altas que sean las alambradas».
Amurallar el océano
Una vista aérea hace pensar que Melilla está en realidad enjaulada. Desde Marruecos, cualquier intento de asalto pasa por superar una triple barrera que empieza con un muro de alambre de siete metros de altura e inclinado 10 grados hacia el país vecino. Es el primer cuerpo a cuerpo con las concertinas barbadas, ubicadas en el suelo, antes de las cuchillas de altura, en la cima. Después, aún quedan las mallas ‘antitrepa’ (de grosor mínimo para que no intenten escalar descalzos) y los flejes de acero móviles para provocar inestabilidad si llegan arriba o ponen escaleras. Para los más hábiles, esta ‘yincana’ continúa con una segunda valla de seis metros, cruzada con un entramado de cables metálicos, antes de hacer frente al tercer y último reto, otros seis metros de acero vertical. En Ceuta ya no basta con el muro de metal. Ahora los inmigrantes se lanzan al agua para cruzar el brazo de mar que separa a Marruecos de la playa del Tarajal. Por eso España se plantea amurallar esta zona con un pantalán flotante, con red subterránea incluida, que entraría 200 metros en la bahía.
Los esfuerzos de los que deben vigilar las fronteras occidentales no alcanzan para encerrar los sueños de los que quieren su cachito de cielo en la tierra. Los mismos que duplican la capacidad de los dos Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes, donde se agolpan unas 1.700 personas. Así que España y su ‘jefe’ Europa intentan llevar las vallas más allá. Madrid alaba la complicidad y «magnífica labor» del reino alauí, que estudia cercar su frontera con Argelia, puerta de entrada hacia Ceuta y Melilla de los africanos. La prensa marroquí habla de 450 kilómetros de barrera en el desierto. Como tampoco será suficiente, la esperanza parece estar en los drones, que patrullarán las puertas de Europa a partir de 2016. Admitido el fracaso humano, solo quedarán las máquinas para vigilar a los hombres.
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