Virginia pone a prueba la influencia del Tea Party en los republicanos
Los demócratas pueden recuperar el estado sureño en las elecciones de mañana
La Vanguardia, , 04-11-2013Los demócratas pueden recuperar el estado sureño en las elecciones de mañana
La elección al cargo de gobernador en el estado de Virginia es la primera prueba para evaluar la salud del Partido Republicano tras la batalla por el cierre parcial de la Administración federal en octubre. El candidato republicano, Ken Cuccinelli II, que antes del verano figuraba como favorito, puede salir derrotado mañana ante el demócrata Terry McAuliffe, según los sondeos.
MANDEL NGAN / AFP El presidente Obama participó ayer en un mitin en Arlington con el candidato demócrata por Virginia, Terry McAuliffe (a la izquierda)
La media entre varios sondeos que realiza la publicación Real Clear Politics prevé un 45,5% de votos para McAuliffe –exjefe del Comité Nacional Demócrata y amigo íntimo de los Clinton– y un 40,3% para Cuccinelli, actual fiscal general de Virginia y afín al movimiento populista Tea Party y a la derecha cristiana.
La elección en Virginia, que coincide con las elecciones al cargo de gobernador en Nueva Jersey y a alcalde de Nueva York, ha movilizado a parte de la clase política de Estados Unidos.
El presidente Barack Obama participó ayer en un mitin con McAuliffe en Arlington, la ciudad en las afueras de Washington donde está la sede del Pentágono. El expresidente Bill y Hillary Clinton han hecho campaña por el candidato demócrata, que fue su recaudador jefe en los años noventa, cuando ocupaban la Casa Blanca. Cuccinelli ha contado con algunas estrellas emergentes del Partido Republicano, como el senador por Florida Marco Rubio, y el senador por Kentucky Rand Paul, ambos presidenciables.
Elecciones como las de Virginia no predicen qué ocurrirá en las elecciones al Senado y la Cámara de Representantes del año próximo, o en las presidenciales del 2016. Pero, en un año impar, sin elecciones presidenciales ni legislativas, sirven para tomar la temperatura política del país.
¿Pagará en las urnas el Partido Republicano su política de bloqueo en el Congreso, que hace dos semanas colocó a EE.UU. al borde de la suspensión de pagos?
¿El Tea Party, que desde el 2009 influye con efectividad en la estrategia del Partido Republicano, resta votos?
Los demócratas de Obama, un presidente en horas bajas, ¿pagarán en Virginia los problemas de su reforma sanitaria ?
Si los sondeos aciertan y mañana McAuliffe se impone a Cuccinelli, la respuesta a estas preguntas es sí, sí y no.
“En el ámbito nacional, las implicaciones serán obvias. Si los republicanos continúan nominando candidatos de la derecha pura y dura, probablemente seguirán perdiendo estados que, en otros tiempos, se creyó que formaban parte de su base en el colegio electoral”, han escrito Larry Sabato y Geoffrey Skelley, especialistas en predicciones electorales de la Universidad de Virginia. El colegio electoral son los electores que, en nombre de los estados, oficialmente eligen al presidente.
En los años de la guerra civil, la capital de Virginia, Richmond, fue capital de la Confederación. Después Virginia fue, como todo el sur, un feudo demócrata, que era el partido de la segregación. Cuando el presidente Lyndon Johnson –demócrata y sureño– firmó en los sesenta las leyes que proscribieron la segregación, el sur se hizo republicano.
Pero Virginia es desde hace años un sur peculiar. En los barrios residenciales en las afueras de la capital, Washington, viven afroamericanos, inmigrantes y decenas de miles de funcionarios federales.
La explosión demográfica en estos barrios, situados en el norte de Virginia, ha transformado la política de estado. Obama ganó en Virginia en el 2008 y el 2012.
Las dificultades de Cuccinelli se explican, en parte, por su cercanía con el Tea Party. A la hora de buscar culpables por el shutdown –el cierre parcial de la Administración– los estadounidenses y los virginianos señalan a los republicanos y al Tea Party, que hace bandera de la intransigencia y la fidelidad a su ideología.
Las posiciones de Cuccinelli sobre el aborto, el matrimonio homosexual o el cambio climático, y el hecho de que el candidato a vicegobernador sea un reverendo afroamericano que ha llamado a los gais “personas muy enfermas”, no le ayuda entre los votantes independientes, no adscritos a ningún partido.
La presencia de un tercer candidato, libertario, divide el voto derechista.
McAuliffe es un millonario con poco arraigo en el estado, que hace cuatro años ya intentó, sin éxito, ser gobernador. Pero ha recaudado 35 millones de dólares para la campaña, casi el doble que su rival. Cuccinelli ha visto cómo muchos donantes y figuras del establishment republicano se alejaban de él por sus posiciones extremistas. El big business –el mundo del dinero y las empresas– prefiere al demócrata.
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