Hannah Arendt en el cine

El Mundo, , 04-11-2013

YA NO PUEDO dejar de escribir sobre la
película Hannah Arendt. He leído tantos comentarios
insulsos y, a veces, odiosos, que
no puedo reprimir mis ideas sobre esta película.
Más aún, creo que tendré que volver
a verla, porque lo que yo vi casi nada tiene
que ver con los comentarios que he leído
sobre ella. La directora de cine alemana
Margarethe von Trotta ha construido una
excelente cinta de carácter biográfico sobre
Hannah Arendt. La pensadora alemana de
origen judío, nacionalizada norteamericana,
ha sido retratada a partir de su obra
Eichmann en Jerusalén, el reportaje que escribió
Arendt sobre el juicio al criminal nazi
para la revista New Yorker.
Ese decorado, sin embargo, no agota ni
agosta la vida y obra de la mayor pensadora
de la política de nuestro tiempo. Margarethe
von Trotta va más allá de la inmediatez
de un hecho histórico; trasciende lo inmediato,
el juicio al criminal nazi, y plantea
con exactitud la gran aportación de Arendt
a la filosofía política de nuestra época, a saber,
el mal puede ser terrible, absoluto, pero
nunca radical. Lo único que puede ser
radical es el bien. Por cierto, gracias a las
críticas que recibió Hannah Arendt por su
interpretación del juicio a Eichmann, pudo
rectificar su tesis original sobre la radicalidad
del mal. Las críticas sobre lo que ella
llamó la banalidad del mal, la insignificancia
moral e intelectual del criminal nazi
Eichmann, posibilitaron una autocrítica de
Arendt; se trata de algo que la propia filósofa
no había visto antes, al estudiar el experimento
totalitario del siglo XX, a saber, el
mal no es radical.
Si así no fuera, entonces no habría salida
para la esperanza, para rescatar de la fatalidad,
dicho al modo de María Zambrano, la
libertad verdadera, realizada, viviente.
Arendt, sí, ha conseguido afirmarse, liberarse,
frente a la tragedia de una doble historia:
la historia criminal del pueblo alemán por
un lado, y la historia fatal del pueblo judío
por otro. Arendt, en verdad, es una pensadora
del individuo, de la persona, del hombre
de carne y hueso; no le interesa el pueblo ni
la clase social. Independientemente de las
críticas de carácter más o menos psicológico,
creo que la visión de Margarethe von
Trotta sobre Arendt es impecable.
La película biográfica de Margarethe
von Trotta ha mostrado la semblanza exacta
de una gran pensadora no sólo porque
ha conseguido sobreponerse a esa doble
tragedia, a la historia como receptáculo de
la fatalidad, sino también porque muestra
a una mujer, desde el principio hasta el fin,
llena de esperanza en el sentido dado a esta
palabra, insisto, por María Zambrano:
«Es la esperanza sostenida ya en la conciencia
y en vías de encontrar su argumento.
Sólo la esperanza que sobrevive frente
al enigma y se afirma descifrándolo, es la
que llena la conciencia y la informa; la que
rescata también a la conciencia de su enemistad
con la vida, transformando su fría
claridad en luz viviente».
Iré, en fin, otra vez al cine a ver esta película
de von Trotta, porque Arendt y Zambrano
son dos pensadoras fascinantes.
Grandiosas.

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