Ha estallado un debate de inmenso calado para el futuro de Francia: ¿En qué consiste hoy la nación francesa? ¿Está amenazada la nación por el multiculturalismo?¿Cómo afecta la inmigración y la fragmentación cultural y religiosa a la nación francesa tradicional..? La campaña de las elecciones municipales del mes de marzo amenaza con dar a ese debate proporciones inflamables, ya que todos los partidos nacionales, de la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por el PS y la UMP (Unión por un Movimiento Popular), se están viendo forzados a tomar posiciones enfrentadas.

Varios ensayistas y sociólogos han publicado ensayos que insisten desde distintos ángulos en la misma cuestión de fondo. Jean-Pierre Le Goff fue uno de los primeros en insistir en la fragmentación de una Francia parcelada con nuevas divisiones étnicas, culturales, religiosas, destruyendo los cimientos de la antigua unidad nacional.

Jean-Loup Amselle es autor de un ensayo en el que se denuncia el proceso de fragmentación étnica de una Francia donde 5 o 6 millones de ciudadanos franceses y 3 o 4 millones franceses de raza negra, aportan una diversidad sin precedentes en la historia nacional.

Alain Finkielkraut acaba de publicar un ensayo que tiene cierto éxito, «La identidad desafortunada». El crítico conservador de la modernidad estima que la nación francesa está sufriendo unos ataques sin precedentes, de imprevisible alcance, consecuencia de una propagación sin precedentes del multiculturalismo étnico.

La extrema derecha y la derecha moderada comparten con muchos matices ese análisis de fondo. El Frente Nacional (FN, extrema derecha) de Marine Le Pen utiliza ese argumento para embestir contra la inmigración. La UMP se opone radicalmente al FN, pero propone modificar profundamente los códigos de la nacionalidad, imponiendo nuevas normas mucho más restrictivas para acceder a la nacionalidad francesa.

A la izquierda, ecologistas y Frente de izquierdas son partidarios de una «liberalización cultural» del concepto de nacionalidad, mientras que el PS y el Gobierno de François Hollande están divididos entre «liberales» y «restrictivos» en materia de acceso a la nacionalidad. La izquierda socialista propone un concepto de nacionalidad muy abierto. El ministro del Interior, Manuel Valls, propone una política liberal pero restrictiva.