el islamismo radical se extiende en áfrica

Vendedores de paraísos

Los jóvenes africanos, por quienes nadie se preocupa, son terreno abonado para las ideas islamistas

Deia, Javier velilla, 06-10-2013

Bilbao

AYER fue Lampedusa, anteayer Kenia, la víspera Malí, el día anterior Somalia, antes Mauritania… África se rinde a los vendedores de paraísos. Y ente ellos el del islamismo radical arraiga en un continente devastado desde que conoció al hombre blanco. Cuando la vida vale lo que un viaje en patera, la picadura de un mosquito, una relación sin preservativo o un trozo de plomo lanzado por el fusil de un niño reclutado a la fuerza, la promesa de una vida feliz después de la muerte es una salida con buena demanda. Los esclavos vieron el paraíso en la libertad, luego en la modernidad y el consumo, pero estos paraísos terrenales no les libran de acabar en una patera o frente al cañón de un kalashnikov – eso si habían tenido la suerte de sortear las innumerables enfermedades letales a las que están expuestos – . África pasó de ser la mayor factoría de esclavos del mundo a ser un continente diseñado a golpe de regla y cartabón, sin tener en cuenta etnias, religiones, lenguas, costumbres… Los estados se dibujaron sobre el mapa encerrando en el mismo país a tribus irreconciliables y enfrentadas desde tiempos inmemoriales o separando con una raya de lápiz a individuos de la misma etnia que, por arte de intereses occidentales, pasaron de la noche a la mañana a pertenecer la mitad a un país y la otra mitad a otro. En esto está el germen de la violencia en países como Nigeria donde la multiplicidad de etnias, muchas de ellas enemigas acérrimas, obligadas a vivir en el mismo país desencadenó, como no podía ser de otra manera, en violentos enfrentamientos.

En Ruanda hubo un intento de exterminio por parte de la mayoría hutu de la minoría tutsi que causó cerca de un millón de muertos. Una enemistad entre dos pueblos que los colonizadores belgas encendieron con medidas como la creación de un carnet étnico que otorgaba privilegios a los tutsis dándoles un estatus superior. Pero la descolonización no trajo consigo solo problemas étnicos. La historia moderna de África está escrita mediante golpes de Estado, corrupción y subdesarrollo. Hay quien dice que la descolonización, que surge con fuerza tras la II Guerra Mundial, no deja de ser una libertad vigilada que nace de la imposibilidad económica de las metrópolis de mantener su dominio tal y como lo habían hecho hasta entonces.

En África convivieron dos modelos de colonización. El británico que se basaba en la autonomía y el francés, basado en la asimilación. Ambos nacieron para mantener en África sus privilegios o, mejor dicho, satisfacer sus intereses económicos. De ahí que África siga siendo expoliada por occidente muchas veces a través de sobornos a gobiernos títeres o directamente corruptos. Y es que el botín es demasiado suculento como para no caer en la tentación.

Somalia, origen de Al Shabab, es un país con escasos recursos naturales y eso podría explicar la apatía occidental a intervenir en el conflicto. Ya lo intentó EE.UU. en 1993, pero tras el cinematográfico derribo de uno de sus helicópteros en una jornada en la que murieron 18 marines y unos 500 insurgentes, abandonó la tarea.

intervención francesa en malí La última intervención occidental en África fue en Malí. París mandó a sus tropas para ayudar a los ciudadanos malienses que eran presa de la barbarie islamista, en una acción humanitaria. Y lo hizo solo, asumiendo todo el riesgo y poniendo en peligro las vidas de sus soldados enfrentados a unas milicias – que curiosamente ellos mismos habían armado en Libia – .

Francia, antígua metrópoli de Malí, es una potencia nuclear. Un país con la segunda industria del mundo – detrás de EE.UU. – de construcción de centrales nucleares y el primero del mundo en el ciclo de combustible nuclear (fabricación, reprocesamiento y reciclado) – fue Francia quien posibilitó a Israel el complejo donde obtiene el material de sus bombas atómicas – . Según datos oficiales del propio Gobierno galo, el sector cuenta con 2.500 empresas en Francia que ocupan a unos 400.000 trabajadores y que presentan una facturación de 45.000 millones de euros. Es el cuarto sector del país en presupuesto para I+D, con una asignación de 1.800 millones de euros, porque se estima que el negocio nuclear se duplicará en la próxima década. Pero esa enorme industria necesita combustible para sus centrales: uranio. Ese material no se encuentra en territorio francés. ¿Dónde habrá grandes cantidades de uranio? En Malí.

En estos tiempos de crisis y de inestabilidad monetaria muchos capitales se refugian en el oro. Este metal precioso ha visto incrementado considerablemente su precio. Como ejemplo señalar que Rusia está aumentando sus reservas a un ritmo de un 11% mensual y China ha acelerado la producción de este metal que sirve de puerto ante las tormentas financieras mundiales.

Así las cosas, ¿dónde habrá oro en abundancia? En Malí.

Puede que sean dos meras coincidencias, como también que las minas de oro de Malí estén en manos de compañías francesas y que con la irrupción islamista habrían temido perderlas. También puede ser una coincidencia el que todos los países que apoyaron la intervención en Libia – pero sin intereses específicos en Malí – hayan jaleado a París desde la barrera, sin enviar un solo soldado en apoyo de Francia. Y puede coincidir que, en este caso, esos países no tengan los mismos intereses que el Gobierno galo. Y es que son compañías multinacionales francesas las que controlan la explotación tanto de las minas de uranio como las de oro en Malí. Este país posee tres minas de oro de las que, antes de su independencia en 1960, se extrajo la mitad del oro que había en el viejo mundo. Malí fue una colonia francesa que llegó a ser conocida como el Sudán francés. Los franceses no fueron a solucionar el problema del extremismo islamista, que poco después estalló en el centro comercial de Kenia. Tras finalizar su trabajo se fueron sin gastar ni un euro en hospitales, educación, infraestructuras. Llegaron, dispararon y se marcharon. No tuvieron tiempo de pintar ningún tipo de paraíso ni de vender la esperanza de una alternativa al subdesarrollo local. En tanto que el paraíso islamista permanece escondido en las montañas esperando una nueva oportunidad.

‘desarrollo extractivo’ Todo el desarrollo de África, salvo Sudáfrica – independiente desde 1910 – , se basa casi exclusivamente en el sector primario y a nadie se le escapa que ningún país puede salir del subdesarrollo basando su economía en la agricultura o la industria extractiva, que además está devastando los recursos naturales del continente. Como muestra está el hecho de que en África la industria maderera tala 30 veces más árboles que los que se repueblan.

Occidente, a través de sus multinacionales, es dueño de la industria extractiva africana. Y lo hace bien mediante convenios, siempre desfavorables para la población nativa, mediante sobornos e incluso al margen de los gobiernos. No es infrecuente que multinacionales tengan una especie de ejército de mercenarios para proteger sus intereses de los grupos guerrilleros.

Sin una industria transformadora, África se aleja incluso de los países emergentes, que han alcanzado el estatus de en vías de desarrollo. ¿A quién le interesa que África no se desarrolle? A Occidente…, y a Pekín. Y es que pese a las salvajes políticas de planificación familiar, China sigue siendo el país más poblado del mundo, que además ha iniciado un vertiginoso crecimiento económico que crea cada vez mayores necesidades de consumo y de materias primas. Y ¿dónde están? También están en África.

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