Lampedusa: una morgue en el Mediterráneo
La Razón, , 04-10-2013El Mediterráneo ha vuelto una vez más a convertirse en un mar de muerte y amargura, donde terminan las esperanzas de grupos de desharrapados que lo cruzan en busca de una vida mejor, lejos del hambre, la miseria, la guerra y la persecución. Las últimas víctimas han sido los alrededor de 500 inmigrantes somalíes y eritreos que viajaban en una embarcación que ardió y se hundió frente a las costas de Lampedusa, la pequeña isla italiana situada a poco más de cien kilómetros del norte de África.
Los muertos en la tragedia son hasta ahora 200, pero alcanzarán probablemente los 300, pues a los 94 cadáveres recogidos al cierre de esta edición había que sumar los más de 100 que los servicios de rescate hallaron bajo los restos del buque y los aproximadamente 150 que todavía eran buscados al cierre de esta edición. Flotando en el agua se encontraron con vida a 155 personas, entre las que había un joven tunecino que podría trabajar para los traficantes que organizaron el viaje. A la lista de supervivientes hubo que sumar a última hora una mujer que en un principio había sido dada por muerta, pero a la que reanimó un médico que pasaba reconocimiento a las víctimas. Fue trasladada de urgencia en helicóptero a un hospital de Palermo junto a otros inmigrantes en estado grave. Según contó el doctor Pietro Bartolo, entre los fallecidos había una mujer embarazada y cuatro niños pequeños.
Lo más terrible de la tragedia de Lampedusa es que que tal vez pudo haberse evitado. Cuando estaban a apenas 750 metros del Islote de los conejos, situado en la costa de Lampedusa, los inmigrantes trataron de pedir ayuda con sus móviles, pero no tenían cobertura. Entonces prendieron fuego a unas mantas para hacerse ver por tres buques pesqueros que navegaban por la zona y que siguieron su rumbo sin prestarles ayuda. La alcaldesa de esta pequeña isla situada en el centro del Mediterráneo, Giusi Nicolini, contó que las naves pasaron de largo porque Italia «ha procesado a pescadores y armadores que han salvado vidas humanas, debido al delito de favorecimiento a la inmigración clandestina».
«No sabemos dónde meter ni a los vivos, ni a los muertos», lamentaba la alcaldesa, que también llamó la atención sobre la situación crítica del centro de acogida de la isla, en el que se alojan 1.350 personas a pesar de que tiene capacidad para unas 300. Nicolini destacó la labor que llevan haciendo sus vecinos desde hace años salvando a personas del mar y pidió al Gobierno de Enrico Letta que elimine cuanto antes este delito. También dirigió su voz hacia la Unión Europea y los organismos internacionales, proponiendo la creación de «corredores humanitarios» que permitan que inmigrantes como los que se dejan la vida en Lampedusa lleguen de forma segura a Europa para disfrutar del estatus de refugiado que les corresponde. El primer ministro, Enrico Letta, telefoneó a Nicolini para darle las gracias a ella y a sus vecinos por todo lo que han hecho y siguen haciendo frente a la inmigración.
Letta respondió además a la tragedia al convocar un Consejo de Ministros de urgencia en el que decretó una jornada de luto nacional. Mientras tanto, el partido de la Liga Norte acusó a la ministra de Integración, Cecile Kyenge, de origen congolés, de seguir «difundiendo sin filtro alguno mensajes de bienvenida» que sólo logran «cosechar más víctimas que en una guerra». En la isla el Gobierno estuvo representado por su «número dos» y ministro del Interior, Angelino Alfano. El secretario general del derechista Pueblo de la Libertad habló por teléfono con la Comisaria de Interior europea, Cecilia Malmstrom, para comunicarle su postura: Roma pide políticas europeas que permitan que el peso y el coste de la inmigración sea compartido por todos los estados miembros de la UE.
Alfano visitó el centro médico de la isla y coordinó las labores de rescate. El ministro de Interior aterrizó en un aeropuerto convertido en morgue, pues ante el gigantesco número de fallecidos, los cuerpos fueron primero colocados en el puerto y luego tuvieron que ser ubicados en un hangar, donde hasta ahora guardaba su helicóptero la Guardia de Finanzas. Uno de los agentes comentó: «En estos años he visto muchos muertos, muchos náufragos, pero lo de hoy es horror puro. Sobre todo ver los cuerpos de esas mujeres, muchas de ellas jóvenes, y de los cuatro niños».
Davide Miserindino, capitán de la Guardia de Finanzas y que participó en el rescate, explicó que la primera en ayudar a los inmigrantes fue una pequeña embarcación que salvó a todos los que pudo. «Después llegamos nosotros, la capitanía del puerto, los carabineros, los Bomberos… Al principio buscábamos supervivientes. Después nos dimos cuenta de que muchos eran cadáveres flotando en el mar».
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