«Decidimos encender un fuego y prendimos una manta para hacernos notar, pero en el puente había restos de gasolina y en pocos momentos la lancha se llenó de llamas. Muchos nos lanzamos al agua entre gritos mientras el barco volcaba». Es la narración de un superviviente sobre lo ocurrido en la barcaza cuando estaba cerca de Lampedusa.

Otros contaron haber salido hace dos días de Misrata (Libia). «En la lancha estábamos 500. No conseguíamos ni movernos. Durante el viaje, tres pesqueros nos han visto pero no nos han socorrido». Una denuncia que fue rechazada por el ministro del Interior, Angelino Alfano, quien aseguró que los pesqueros «no los han visto sino hubieran intervenido. Los italianos tienen el corazón grande y ya hemos ayudado a 16.000 náufragos. De todas formas, la ley de inmigración Bossi – Fini prohíbe la ayuda en el mar de los pescadores y los considera «colaboracionistas».

En uno de los pesqueros que sí acudió a prestar ayuda estaba Francesco Colapinto, que contó que «estábamos volviendo de pescar cuando con los prismáticos vimos las llamas que salían de una barcaza y allí nos dirigimos». Su tío Rafaele fue quien llegó primero. «Vimos un mar de cabezas, no lográbamos cargarlos para salvarlos, estaban cubiertos de aceite», contó. Y añadió: «Sacamos del agua a 18 personas vivas y 2 muertos. Después vimos llegar a la Guardia Costera».

El día anterior, habían desembarcado en Sicilia 117 sirios. Esa misma jornada, el Consejo de Europa publicó un informe crítico con la política migratoria de Italia a la que califica de «errónea y contraproducente». Por su parte, Italia siempre se ha quejado del poco interés que demuestra la UE hacia el problema de la inmigración por mar y critica que la Unión la deja sola, como si el problema fuera de un país. El partido xenófobo Liga Norte culpó de la tragedia a la ministra de Integración italiana, Cecile Kyenge, de origen congoleño y raza negra, por «difundir sin filtros mensajes de acogida.