Un ‘budista’ violento y en tratamiento psicológico

El autor de la masacre de EEUU se enroló en la Armada en 2007

El Mundo, EDUARDO SUÁREZ NUEVA YORK CORRESPONSAL, 18-09-2013

Es difícil trazar un perfil psicológico del hombre que asesinó a 12 personas en la sede de la Armada de Estados Unidos. Sus amigos le definen como un joven dulce e inmaduro al que le gustaba beber botellines de Heineken o meditar durante horas en el templo budista de Fort Worth. Pero su historial esconde un reguero de incidentes violentos que le llevaron a solicitar atención psicológica y forzaron el final de su vida militar.

El móvil de la masacre sigue siendo un enigma para los investigadores, que no han descubierto ningún documento en el que Alexis explique por qué empezó a disparar. Las autoridades no han encontrado ningún dato que conecte al autor de la matanza con grupos terroristas y subrayaban ayer que había actuado solo. No con un fusil de asalto como se dijo al principio sino con un rifle que había comprado una armería a las afueras de la capital.

Alexis se crió en un vecindario del barrio neoyorquino de Queens. A tan sólo unas manzanas del recinto donde se disputa el Abierto de Estados Unidos y no demasiado lejos de donde sigue viviendo su madre Cathleen. Su familia recordaba ayer que le partieron la cabeza con una botella en el instituto, y la policía neoyorquina confirmó que sacó su primer permiso de armas en otoño del año 2000.

Unos meses después, Alexis empezó a trabajar como administrativo en un centro de formación municipal a cuatro manzanas de las Torres Gemelas. Es imposible saber si ese detalle le llevó a sufrir los efectos de los atentados del 11-S. Pero eso fue lo que su padre le dijo a los agentes de policía de Seattle que lo detuvieron en junio de 2004.

Alexis disparó tres veces con una pistola Glock contra las ruedas traseras del coche de unos albañiles. Luego explicó que había sufrido un arranque de cólera y subrayó que sufría estrés postraumático por sus vivencias durante el ataque terrorista contra el World Trade Center. Su padre llegó a decir entonces que el joven había ayudado en las tareas de rescate. Pero es un dato que por ahora nadie ha podido confirmar.

El autor de la masacre de Washington se enroló en la Armada como electricista en mayo de 2007 y emprendió un peregrinaje por varias bases militares del país. No se puede decir que fuera el favorito de sus superiores, que lo sancionaron hasta ocho veces por distintas infracciones disciplinarias dentro y fuera del cuartel. El historial de Alexis incluye multas de tráfico, insubordinación y faltas de puntualidad y de asistencia. También una fuerte bronca en 2008 a la salida de una discoteca de Georgia y una denuncia en Fort Worth (Texas) por un disparo presuntamente fortuito en septiembre de 2010.

Una bala de la pistola de Alexis penetró por el suelo del apartamento de una vecina con la que acababa de discutir. La policía llamó hasta tres veces a su puerta y sólo abrió cuando los bomberos se disponían a forzar la cerradura. Entonces dijo que el arma se le había disparado sin querer mientras la limpiaba, y el fiscal no presentó cargos contra él.

El incidente de Alexis llamó la atención de sus superiores, que iniciaron un proceso que hubiera propiciado su despido por mala conducta. Pero el papeleo demoró el proceso durante meses y los responsables de la Armada aceptaron su baja voluntaria. Un extremo que aceleró su despido, pero que le salvó de un expediente que le habría impedido acceder al empleo que le permitió perpetrar la masacre de Washington.

El arresto no sólo puso fin al empleo de Alexis en la Armada. También le llevó a acercarse al templo budista de Fort Worth y a alquilar por 600 dólares al mes una cabaña de uno de los tailandeses con los que trabó amistad. Allí vivió antes de mudarse a la casa de Nutpisil Suthamtewakul, un inmigrante que regentaba un restaurante junto al templo y que definía el lunes a Alexis como su hermano mayor. «Es una persona que necesita atención en todo momento. Un poco como un niño de 13 años encerrado en el cuerpo de un hombre de 34», decía ayer Suthamtewakul, que perdió su rastro cuando Alexis encontró trabajo en el área metropolitana de la capital.

Un portavoz de la Armada desveló que Alexis había recibido atención psicológica desde agosto del año pasado. Pero no explicó por qué ese detalle no impidió que renovara la credencial que le permitió trabajar para la filial de Hewlett-Packard en instalaciones militares de Maryland, Rhode Island, Virginia y Carolina del Norte y acceder al edificio donde emprendió su deriva criminal.

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