Heridas sin cicatrizar

El Mundo, GINA MONTANER , 29-08-2013

A primera vista el sueño de Martin Luther King se ha hecho realidad. Cincuenta años después de que pronunciara su histórico discurso en Washington otro hombre negro, Barack Obama, es el presidente de Estados Unidos.

Es evidente que desde los tiempos de la segregación racial la sociedad estadounidense ha madurado lo suficiente para que se materializara lo que hasta la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, cuando hacía campaña contra su rival Obama, creyó imposible: que un candidato negro ocupara la Casa Blanca.

Pero esta conmemoración de la marcha del 28 de agosto de 1963 no debe distraernos de una realidad que dista mucho de la utopía que planteaba el reverendo King. La aceptación de los afroamericanos en el mainstream continúa siendo una batalla que se libra cada día en la calle, en las escuelas y en los trabajos frente a prejuicios, que si bien ya no están apoyados en leyes discriminatorias, aún se filtran en el tejido social como una hiedra invisible que agarrota la convivencia.

El ejemplo más amable, pero representativo de un recorrido que ha sido como escalar el Monte Rushmore, olimpo de los padres de la Patria, lo demuestran las dificultades que ha tenido el director de cine afroamericano Lee Daniels para dirigir su recién estrenada película The Butler: la historia real de un mayordomo negro que sirvió en la Casa Blanca desde la Presidencia de Harry S. Truman hasta la de Ronald Reagan.

Los grandes estudios de Hollywood se negaron a financiar el proyecto porque, según ha relatado Lee Daniels, un drama con protagonistas negros no atraería al gran público. Gracias a la financiación independiente, la cinta salió adelante y, en contra de las predicciones de los ejecutivos anglosajones, The Butler es un éxito de taquilla.

Pero el triunfo de Lee Daniels es una anécdota en un mar de estadísticas que ensombrecen las palabras del recordado activista afroamericano. Cincuenta años después, el desempleo entre los negros duplica al de los blancos, tal como sucedía en 1963. En la actualidad, uno de cada tres niños negros vive sumido en la pobreza y la mortandad infantil entre los bebés afroamericanos es 1,14% comparado al 0,51% en el caso de los menores blancos. Cincuenta años después de que King electrizara a la muchedumbre ante el monumento a Lincoln, entre los afroamericanos, que hoy constituyen el 14% de la población, casi un millón cumple condenas en las cárceles que suelen ser más largas que las sentencias de los blancos por iguales delitos.

Según datos de la Asociación Nacional para el Avance de Personas de Color (NAACP) si dicha tendencia continúa, uno de cada tres hombres negros pasará por la prisión en algún momento de su vida. Y de acuerdo al Buró de Estadísticas de Justicia, los ciudadanos negros son víctimas de la mitad de los homicidios que se cometen en el país. Basta con incursionar en los barrios más deprimidos de las grandes ciudades, donde los varones jóvenes afroamericanos corren el peligro de morir en incidentes violentos.

Sin duda, la imagen de un presidente afroamericano honrando la memoria de Martin Luther King es la prueba de que se ha avanzado mucho. No obstante, las heridas continúan abiertas. Apenas hace un año, el adolescente negro Trayvon Martin murió de un disparo a manos de un individuo blanco que lo consideró sospechoso mientras transitaba en una calle. Inevitablemente, el columnista de The New York Times Charles Blow planteó una incómoda pregunta: «¿A qué paso debe caminar un hombre negro para no despertar sospechas?». Cincuenta años después, el sueño está lleno de interrogantes.

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