El filme de Iñaki Elizalde cruza ficción y docudrama, pasado y presente, para narrar la oscura segregación de los agotes
El daño de Baztán
La Vanguardia, , 19-07-2013Qué son agotes?”, pregunta el Caballero de la Orden de Santiago (Carmelo Gómez) desplazado al navarro valle de Baztán para comprobar si don Pedro de Uxua, señor feudal del lugar, atesora la limpieza de sangre de la que presume y puede permitírsele ingresar en la citada orden de caballeros. Estamos a principios del siglo XVII. Es la escena llave de Baztán –la que abre y explica el puzle que propone–, primer largometraje de Iñaki Elizalde que hoy se estrena.
ADVANCED CINEMA
Unax Ugalde en el papel del agote Joxe, en una secuencia de Baztán
Un viejo del lugar, interrogado por el caballero venido de la lejana Corte, asegura que la sangre de Uxua no se ha cruzado con hereje, judío, cristiano nuevo, converso o agote. “¿Agote?”. Así le pasó al equipo del filme. Los agotes, de incierto origen, llegaron a estos valles norteños cientos de años atrás “los trajeron los señores de Uxúa para trabajar, en régimen de semiesclavitud; eran artesanos de la madera y el acero de origen indeterminado”. Ni el propio hidalgo sospechó que serían apartados, obligados a vivir en un gueto de Arizcun hoy llamado Bozate “que aún conserva una arquitectura distinta al resto del valle”, cuenta Elizalde. Siéndoles prohibido poseer ganado o tierras, no había cuadras y las casas tenían pequeñas escalas exteriores para acceder a los cubículos.
Hechos idénticos ocurrieron en el Roncal, Aragón y sur de Francia. La singularidad del valle de Baztán es que esta segregación de dudoso origen –no hay singularidad étnica o fenotípica alguna (dijera lo que dijera Pío Baroja) que justificase el rechazo, más allá del viejo pecado de ser foráneos– ha pervivido hasta casi nuestros días. Por eso Iñaki Elizalde y el guionista Michel Gaztambide amagan con una película histórica pero proponen algo mucho más sofisticado y desafiante: Cine dentro del cine. Baz
tán cuenta la historia del caballero de la orden de Santiago que descubre este caso de racismo, pero también se cuenta a sí misma: en el 2011 un equipo llega al valle para rodar una película sobre los agotes. El valle los acoge sin supicacias pues aún está bien fresco el amable recuerdo del rodaje de Vacas (1992), y el equipo vuelve a reunir para a tres de los protagonistas de la celebrada ópera prima de Julio Médem: Carmelo Gómez, Kándido Uranga y Txema Blasco. Salvo cuando Unax Ugalde –que en la ficción interpretará a Joxe, un agote rebelde, y en el hoy, a sí mismo– acude a Bozate a preguntar por esos desheredados: puertas que se cierran tras un desalentador monosílabo, mujeres que avizoran tras los visillos y se ocultan al ser descubiertas.
Las reacciones que encuentra Ugalde, aquí actor del método que llega al lugar varias semanas antes que el resto del equipo para empaparse de los lugares y los humores, son un correlato de algunas de las que se topó el propio Elizalde, que afirma que sin el auspicio de una parte del equipo de producción, procedente de Baztán, quizá no hubiera contado con la generosa colaboración de los lugareños: el elenco mezcla a los citados actores profesionales con muchos vecinos que se interpretan a sí mismos. La naturalidad de los prolegómenos del rodaje no es testimonio sino criatura: “Todo está guionizado”, explica el cineasta, “a pesar de la dificultad que entrañaba aparentar esa condición documental con actores no profesionales”.
“Desde el principio tuve claro que no quería hacer una narración convencional”, explica Elizalde, quien bajo la apriencia amable de su filme hace sonar los armónicos entre la terrible historia de los agotes y la convivencia civilizada de los apacibles contemporáneos, una concordia en la que sólo un detalle delata la longevidad de aquel rencor: todos saben aún quiénes son agotes. Aunque, desnudando la iniquidad de este y cualquier distingo, nadie sepa decir hoy ni entonces en qué consiste ser agote.
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