Princesa saudí y negrgrera
Una criada keniana declara haber sido retenida contra su voluntad D por Meshael Alayban
La Vanguardia, , 12-07-2013Llevaban una vida de lujos en una de las áreas más selectas de Los Ángeles. Cada vez que la princesa saudí Meshael Alayban llegaba con su familia a Estados Unidos ocupaba cuatro enormes apartamentos en un complejo residencial, donde eran atendidos a cuerpo de rey por sus cinco sirvientas. Sin embargo, parece que Alayban, de 42 años, una de las esposas del príncipe Abdul Rahman bin Naser bin Abdulaziz al Saud, no se molestó en respetar las leyes vigentes en California, y ahora se encuentra metida en un serio problema.
Una de sus criadas, una mujer keniana cuyo nombre no ha sido revelado, escapó el martes de la residencia con una maleta en la que llevaba sus pertenencias y un folleto del Departamento de Estado denunciando el tráfico de personas. Cuando subió a un autobús en Irvine, en el condado de Orange, un área de gente adinerada y conservadora al sur de la ciudad, logró llamar la atención de una pasajera que, al escuchar las quejas de la mujer africana, no dudó en contactar a la policía.
Ante las autoridades, la empleada del hogar contó que Alayban le hacía trabajar siete días a la semana en agotadoras jornadas de 16 horas, en las que tenía que cumplir con todo tipo de tareas en los cuatro apartamentos. Lo peor era que solamente le abonaba 220 dólares al mes (168 euros), a pesar de que le había prometido 1.600 (1.230 euros) cuando fue contratada en Kenia.
Por si fuera poco, le había retenido su pasaporte y le prohibía salir sola del edificio. De inmediato, y con una orden del juez, la policía irrumpió en el complejo residencial, deteniendo a la saudí. Las otras cuatro domésticas, todas filipinas, explicaron que se encontraban en una situación similar a la de la denunciante. Sin embargo, las autoridades optaron por dejarles ir sin presentar acusaciones por su situación. El juez, para evitar que la princesa, quien llegó a Los Ángeles en mayo, opte por regresar de inmediato a su país, decidió imponerle una fianza de cinco millones de dólares. El consulado saudí en dicha ciudad se hizo cargo de ese gasto. Sin embargo, Meshael no puede salir de los límites del condado y debe llevar puesto un brazalete con GPS.
El fiscal de distrito, Tony Rackauckas, la acusó de tráfico de personas, delito que está castigado en California duramente tras un reciente plebiscito. De ser condenada, podría pasar los próximos 12 años en prisión. Sin embargo, su abogado, Paul S. Meyer, sostuvo ante Los Angeles Times que todo se reduce a una disputa laboral. Según explicó a dicho periódico, no había habido abuso de ningún tipo y las quejas de la criada se limitaban a las horas que trabajaba por semana y al sueldo.
La mujer, decidida a emigrar para poder pagar las cuentas médicas de su hija, había sido contratada en Kenia por una agencia el año pasado y allí le prometieron una jornada laboral de ocho horas diarias y cinco días a la semana. Pero, cuando llegó a Arabia Saudí, Alayban retuvo su pasaporte. Únicamente se lo devolvió para que solicitara el visado en el consulado de Estados Unidos en Riad y luego, tras pasar el control de inmigración al llegar a Los Ángeles, se lo volvió a retener, depositándolo en una caja de seguridad de un banco junto a los de las cuatro filipinas.
Aunque no tiene la misma magnitud, el suceso recuerda a otro ocurrido en Londres en el año 2010, cuando un integrante de la gobernante familia Saud, que se estima tiene unos 5.000 miembros, asesinó a su sirviente en un hotel. En aquella ocasión, tras ser condenado a cadena perpetua, el príncipe saudí fue enviado de regreso a la nación petrolera el pasado mes de marzo, donde cumple su sentencia.
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