El sueño de la ultraderecha británica
Un grupo de diputados ‘tories’ presentan un programa alternativo, anti-europa y antiinmigrantes
La Vanguardia, , 01-07-2013La salida de la Unión Europea es una de las iniciativas menos estrambóticas del ala ultraderechista y euroescéptica del Partido Conservador británico. En su plataforma figuran también la reintroducción de la pena de muerte y la caza del zorro, la privatización de la BBC, la prohibición del matrimonio gay, la posibilidad de fumar en los aristocráticos clubs privados, y la creación de una nueva fiesta nacional, “el día de Thatcher”.
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Visita relámpago. El primer ministro británico, David Cameron, con un avión de vigilancia a control remoto en Camp Bastion (Afganistán), durante su visita relámpago de dos días a Afganistán y Pakistán
Gracias a Dios no existen demasiadas posibilidades de que tan peregrinas ideas se hagan realidad, lo cual habla bien del país. Pero aún así, para poner los puntos sobre las íes, un grupo de diputados tories han presentado en la Cámara de los Comunes todo un rosario de proyectos de ley que representan la agenda de la derecha británica más rancia, y su sueño de cómo sería el Reino Unido si ellos estuvieran en el poder en vez de una coalición liderada por David Cameron.
Aunque algunos de los cuarenta proyectos de ley rocen la locura, hay otros que reflejan los sentimientos de un porcentaje significativo de la población, sobre todo en lo que se refiere a la relación con Europa, la ley y el orden, la homosexualidad y la inmigración. Demandas como la imposición de sentencias más severas a los delincuentes, restricciones a la concesión de asilo y al acceso de los no británicos al Estado de bienestar, cuentan con un respaldo nada despreciable.
Esta plataforma alternativa del ala derecha conservadora entronca con el avance en las urnas del euroescéptico Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP), que en los últimos meses ha quedado segundo en varias elecciones parciales, ha obtenido los mejores resultados de su historia en las municipales de mayo, y podría ganar las europeas del 2014. Su problema es el sistema mayoritario del Reino Unido. Con uno proporcional tendría ya una presencia destacada en el Parlamento de Westminster, o estaría a punto de conseguirla.
Para este grupo, encabezado por los diputados Peter Bone, Christopher Chope y Phillip Holborne, Cameron se ha desviado de la agenda auténticamente conservadora que patrocina la aristocracia rural inglesa y los militantes del partido, en su mayoría personas de más de 60 años que viven en el campo y tienen una visión idealizada de la vida en los años 50, antes de que llegaran los Beatles, las minifaldas, el feminismo y la revolución sexual. Los comercios no abrirían los domingos, las tiendas pequeñas gozarían de protección frente a las grandes superficies, y los niños tendrían que ir al colegio aunque nieve o no funcione la calefacción en las escuelas, para fomentar el espíritu de sacrificio.
Dar marcha atrás en el reloj de la historia sería el punto número uno en el programa de estos conservadores recalcitrantes, que rechazan a los extranjeros y a los homosexuales, y no comparten para nada la políticas incluyentes de Cameron en materia social. Con ellas, el primer ministro intenta apelar a los votantes jóvenes, y compensar su radical neoliberalismo económico, el descuartizamiento del Estado del bienestar y la obsesión por los recortes. A juicio de los duros, la derecha no tiene por qué esforzarse en tener un rostro humano. Ha de ser derecha, y punto.
Si el manifiesto del Partido Laborista en 1983 fue descrito como “la nota de suicidio más larga de la historia”, este de los ultraconservadores en el 2013 parece un visado para ingresar en el manicomio. Contempla la prohibición del burka; la implantación de un servicio nacional al estilo de la mili; la responsabilidad legal de los padres de delincuentes menores de edad; acabar con la reducción de sentencias por buena conducta; la ampliación de las aguas territoriales británicas; el final de la discriminación positiva en la designación de cargos públicos, la abolición del Ministerio de Medio Ambiente; el abandono de la Convención de Derechos Humanos; deducciones fiscales para los matrimonios; la despenalización de los acosos sexuales menos graves; y, por supuesto, la salida de la Unión Europea.
Buena parte de los proyectos de ley van dirigidos a restringir la inmigración, una de las grandes obsesiones de la derecha. Rumanos y búlgaros no podrían vivir y trabajar en el Reino Unido, el acceso de los no nacionales a la sanidad y educación públicas sería limitado, y los delincuentes de nacionalidad extranjera tendrían que hacer las maletas. Estas medidas tan draconianas constituyen un anzuelo para los votantes del UKIP, diciéndoles que en el Partido Conservador hay quienes piensan como ellos.
David Cameron es objeto de fuertes presiones para adoptar algunos de los puntos de esta plataforma, pero todavía no ha decidido qué carta jugará de cara a las próximas elecciones, si la del conservador compasivo para captar votos de centro, o la del conservador furibundo para afianzar el apoyo de la derecha dura. Por el momento se ha limitado a pegar otro tijeretazo de 13.000 millones de euros, dentro de la campaña para hacer a los pobres más pobres, y a los ricos más ricos.
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