Crímenes en el centro de artes marciales >

El 'templo' de los horrores

w El gimnasio de Juan Carlos Aguilar, un lugar en apariencia de paz, fue el escenario donde Jenny y Ada perdieron la vida w Sus muertes han conmocionado a la sociedad

Deia, Itziar Gorospe, 09-06-2013

Bilbao

NI los propios ertzainas daban crédito a lo que vieron cuando, el pasado domingo, accedieron a la fuerza al gimnasio Zen4 de la bilbaina calle Máximo Aguirre. Habían recibido la llamada de dos ciudadanos anónimos que denunciaban cómo un hombre arrastraba contra su voluntad a una mujer al interior del centro de artes marciales. Tiraron la puerta para acceder hasta un pequeño habitáculo en el interior del gimnasio, ambientado como un templo shaolín. Y allí encontraron a una mujer que yacía prácticamente muerta, atada con bridas de pies y manos y con una cinta al cuello. La habían golpeado hasta dejarla en el límite entre la vida y la muerte. Era Ada Otuya. Junto a ella, de pie, había un hombre con el torso desnudo y las manos ensangrentadas. No opuso resistencia, ni medió palabra; simplemente, se dejó detener. Era Juan Carlos Aguilar. Lo que nadie sospechaba es que aquella actuación iba a destapar uno de los episodios más negros de la ciudad.

Los hechos

¿Asesino en serie?

Juan Carlos Aguilar se mantuvo frío durante el interrogatorio. “No se le ha alterado ni el pulso”, reconocían quienes estuvieron con él en aquellos momentos. Habló poco con los agentes; lo suficiente como para reconocer que, días antes, posiblemente el viernes 31, había matado a otra mujer – posteriormente fue identificada como Jenny Sofía Revollo – , que había descuartizado el cadáver y repartido los restos. Además, también afirmó que tenía intención de hacer lo mismo con Ada.

Los mejores especialistas en investigación de la Ertzaintza se pusieron al frente del caso. En una primera inspección encontraron seis bolsas “visibles” que, como confirmaron posteriormente, contenían restos humanos de Jenny. Otras bolsas se localizaron en el balcón de su domicilio de la calle Iturriza. Mientras tanto, Ada, que luchaba por salir del coma en el hospital de Basurto, no pudo superar sus graves lesiones y falleció el miércoles.

Con dos víctimas mortales sobre la mesa, los investigadores de la Er – tzaintza siguen buscando evidencias. Desde el lunes, se está desmantelando el gimnasio de Juan Carlos Aguilar y revisando palmo a palmo cada esquina, cada rincón que pudiera aportarles nuevas pistas. Se han derribado falsos techos y paredes, levantado la tarima del tatami, inspeccionado su todoterreno e, incluso, el fondo de la ría, donde él dijo que había tirado alguna bolsa. Allí se localizaron unos huesos, pero no se ha determinado aún si están relacionados con este caso.

Hay más víctimas. La convicción es firme y así lo reconocen a DEIA fuentes policiales, pero todavía no hay pruebas para demostrarlo. Se han requisado cuchillos y katanas que contienen ADN y se están revisando las últimas conversaciones en internet del detenido. También se están analizando ordenadores y las fotografías, más de 500, de una tarjeta de memoria. Imágenes en las que, al parecer, hay numerosas chicas, incluidas Jenny y Ada, en un local que se encuentra justo enfrente al domicilio de Aguilar. Según algunas informaciones, en estas fotos también se observan a chicas jóvenes en la cama del detenido, algunas inmóviles y otras con los ojos vendados.

“Se le veía con ciertas habilidades que parecían extrañas para alguien que es la primera vez que ejerce una violencia de estas características y la manera en que se ha aplicado”, explicaba en una radio colombiana el director de la Ertzaintza, Gervasio Gabirondo, quien, además, ahondaba en esta hipótesis al reconocer que están rebuscando entre las pertenencias del falso shaolín por si pudieran encontrar algún objeto de otras víctimas que hubiera guardado a modo de fetiche.

Ahora, la clave de la investigación está en revisar minuciosamente los efectos del sospechoso, repasar los pasos y escenarios que frecuentaba y cotejar las denuncias de mujeres desaparecidas con las fotografías halladas en su posesión. La investigación se prevé larga.

Las víctimas

Colombia y Nigeria, de luto

Jenny Sofía Revollo tenía 40 años y llegó a Bizkaia procedente de Colombia. En Galdakao encontró la estabilidad sentimental con Iñigo Martínez, con quien tuvo un hijo. Pero, la pareja terminó la relación y Jenny se trasladó a Bilbao. En la capital, la mujer cayó en un pozo, donde sus adicciones pudieron más que su voluntad. Ada Otuya era una joven nigeriana de 29 años que se ganaba la vida ejerciendo la prostitución en la calle Cortes. Llevaba varios años en la ciudad.

Parece que ninguna de las dos se conocía, a pesar de que ambas vivían en la misma zona de Zabalburu – a escasos metros de Aguilar – y frecuentaban un bar frente a la casa del sospechoso. Según su perfil, la policía considera que ambas mujeres eran presas fáciles, porque, por sus circunstancias personales, su entorno tardaría en echarlas en falta un tiempo, el suficiente, pensaría su asesino, para poder deshacerse de los cadáveres sin problemas.

Sin vínculos aparentes, lo que está comprobado es que ambas encontraron la muerte en el gimnasio propiedad de Juan Carlos Aguilar. Aún no se sabe cómo Jenny llegó hasta el centro de artes marciales, aunque todo hace indicar que pudo engañarla con una falsa oferta de trabajo, ya que un día antes de morir, la colombiana comunicó a su madre que le habían ofrecido un trabajo como masajista en un gimnasio de yoga. En el caso de Ada, la joven nigeriana fue interceptada en la calle General Concha y arrastrada hasta el Zen4 a la fuerza. Allí fue golpeada de una forma salvaje; unos golpes que provocaron su muerte 72 horas después.

Las comunidades colombiana y africana de Bilbao, apoyadas por las fuerzas políticas y sociales de la ciudad, se unieron en diferentes concentraciones para denunciar las dos muertes y para ayudar a las familias, en una difícil situación económica, en la repatriación de los cadáveres. De hecho, algunos colectivos han comenzado a recoger dinero para entregarlo a los allegados, que ya han organizado sus viajes – caso de la madre y hermana de Jenny – para reclamar sus restos.

Ada era prostituta en la calle Cortes – de Jenny hay informaciones contradictorias en este sentido – , y ahora sus compañeras tienen miedo a trabajar en la calle. Varias de ellas reconocieron a este periódico que Juan Carlos Aguilar era habitual cliente de los bares de alterne de la zona, aunque tardaron en identificarle, ya que “se ponía peluca”, según declararon.

EL detenido

Un falso shaolín endiosado

Juan Carlos Aguilar fue detenido el pasado domingo junto al cuerpo moribundo de Ada. Ese arresto supuso la caída de un mito para cientos de alumnos de artes marciales que aprendieron junto él, primero en el gimnasio que abrió con su hermano en Particular Costa y, después, en el centro de Máximo Aguirre. “Nos ha engañado durante años. Nadie hablaba mal de él. Todos destacaban su trayectoria y lo que había logrado en las artes marciales. Estamos alucinados, indignados y atónitos”.

Y es que Aguilar se presentó ante la sociedad hace ya más de una década – ofreció varias entrevistas en TVE, con Eduard Punset, y Antena 3, entre otros – alardeando de ser el primer maestro shaolín de occidente, después de haberse instruido en el templo de China. Además, afirmaba poseer el título de maestro en kung – fu, así como tres títulos de campeón del mundo y ocho de España en esta modalidad.

Ahora se ha descubierto, según explicó a DEIA un exalumno, que aquel viaje fue un simple curso y que el título que mostraba orgulloso era tan solo la acreditación de asistencia; un documento, por otro lado, que obtuvieron todos aquellos que estuvieron en el templo asiático. También la Federación vizcaina ha puesto en duda sus títulos de campeón mundial y estatal, por lo que, al parecer, tampoco son ciertos.

Los ertzainas que acompañaron a Aguilar tras su detención dicen que se mostró frío y templado. Precisamente, las cualidades que destaca el exalumno que viajó junto a él al templo shaolín. A su juicio, Aguilar se cree un ser superior, un abad con un séquito de novicios, que se rapaban la cabeza y adquirían una serie de competencias y deberes. “Tenía un ego muy subido y la única relación que concebía era la de un ser superior. Frío, calculador y narcisista”. Este exalumno explico en estas páginas su propia teoría de por qué, presuntamente, Juan Carlos se ha convertido en un asesino: “Lo que mueve a las personas a realizar este tipo de actos puede ser poner a prueba las técnicas que conoce sobre cómo infligir daño a órganos internos o provocar la muerte. Pienso que estuvo probando técnicas concretas para matar a una persona y la única forma de poner a prueba estas técnicas es realizarlas”.

Sea como fuere, algo pasó en la vida de Juan Carlos Aguilar hace aproximadamente dos años. Entonces, según la investigación policial, el falso maestro shaolín dejó la vida activa – dar clases – y se dedicó al plano de la meditación. Incluso, según explicó el director de la Ertzaintza, su aspecto físico se había deteriorado, dejándose físicamente. Quizás tuvo algo que ver el tumor cerebral que padece y que le fue diagnosticado por aquella fecha del que se trata en una clínica de Nafarroa. Aunque esta patología, según los expertos en Medicina, no sería una justificación a sus supuestas inclinaciones asesinas. Además, en el primer informe forense, se afirma que no padece ninguna enfermedad mental.

Aguilar tampoco es un hombre familiar. Alejado de sus allegados en la actualidad, hubo un tiempo en que estaba muy vinculado a su hermano mayor. Fue él quien le introdujo en el mundo de las artes marciales. Tanto es así que ambos abrieron su primer gimnasio en la calle Particular Costa. Un lamentable accidente en el ascensor del local acabó con la vida del mayor de los Aguilar – esta muerte también está siendo analizada por los agentes, aunque no haya indicios de que no fuera accidental – y provocó que Juan Carlos decidiera cerrar el gimnasio y trasladarse a la calle Máximo Aguirre, donde abrió el Zen4.

EL Proceso judicial

No declara ante la jueza

La jueza titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Bilbao fue la encargada de tomar declaración al detenido el miércoles. Sin embargo, Aguilar se acogió a su derecho a no autoinculparse y se negó a prestar declaración. Así que la magistrada decretó su ingreso en prisión. Según declaraciones del fiscal superior de Justicia del País Vasco, Juan Calparsoro, a día de hoy se enfrentaría a dos penas de entre 20 y 25 años. El falso maestro shaolín está en régimen abierto pero vigilado junto a presos. Por cierto, entre ellos, algunos de nacionalidad nigeriana y colombiana.

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