crímenes en el centro de artes marciales

Los restos humanos hallados en el piso y en el gimnasio de Aguilar son de una única víctima

Se trata de una mujer colombiana a la que el 'maestro shaolín' reconoció haber matado el pasado viernes

Deia, Shaila P. Rodríguez, 05-06-2013

Bilbao. Los restos humanos hallados por la Ertzaintza tanto en el gimnasio de Máximo Aguirre como en la vivienda de Juan Carlos Aguilar, el maestro shaolín de Bilbao, pertenecen a una única persona. Se trata de una mujer, ya identificada, de origen colombiano, a quien Aguilar asesinó así lo confesó el lunes durante la tarde del pasado viernes. Fuentes cercanas a la investigación confirmaron ayer a DEIA este extremo “al cien por cien”, por lo que se descarta la posibilidad de que haya más víctimas entre los restos encontrados.

No obstante, la línea de investigación continúa abierta. La Ertzain-tza rastrea palmo a palmo el gimnasio que el experto en artes marciales regenta en la capital vizcaina, hasta el punto de que ayer tiraron con mazas varias paredes y falsos techos en busca de nuevas evidencias. La celeridad con la que la Policía Científica ha determinado el origen de los restos hallados concede una cierta tranquilidad tanto a los propios agentes como a la ciudadanía que, ante la frialdad del detenido y las primeras pruebas halladas en ambos escenarios, presagiaban un resultado más escabroso. Si Aguilar pudiera ser un asesino en serie o no dependerá de las nuevas evidencias que se puedan encontrar, aunque todo parece indicar que el maestro shaolín comenzó su supuesta actividad asesina el pasado viernes cuando, presuntamente, mató con extrema violencia a la mujer colombiana, presumiblemente también prostituta, y descuartizó su cadáver esparciendo los restos en seis bolsas que dejó en el gimnasio y otros tantos paquetes que trasladó a su domicilio en la calle Iturriza. En concreto, los restos analizados serían de varias partes de manos humanas y de una columna vertebral.

Después de este asesinato, Juan Carlos Aguilar, de 47 años y conocido en el mundo de las artes marciales como Haung C. Aguilar, habría salido en busca de una nueva víctima el pasado domingo. En la calle General Concha se topó con Ada, una joven nigeriana de 29 años que ejerce la prostitución en Bilbao desde hace dos años. Según la investigación, la arrastró a la fuerza hasta un pequeño habitáculo dentro de su gimnasio, el Zen4, y la golpeó con tanta brutalidad que los propios agentes que entraron a rescatarla no hallaban palabras para describir el estupor de la escena. Atada de pies y manos, con una cuerda al cuello, Ada había dejado de respirar. La rápida intervención de los agentes, que estuvieron más de veinte minutos reanimándola, le salvó la vida, aunque Ada quedó en estado de coma. La intención de Aguilar era matarla. Y así lo reconoció a los agentes en la comisaría de Bilbao, donde fue trasladado el domingo. Presumiblemente hoy pasará a disposición judicial.

Katanas Pese a la identificación de los restos óseos, agentes de la Er-tzaintza regresaron ayer al gimnasio de la calle Máximo Aguirre para rebuscar en cada rincón del local. Entre otras pertenencias, se incautaron de varias katanas y otras armas orientales que Aguilar tenía en el centro, que había decorado como un templo, con un gran Buda en su interior. Los agentes tiraron falsos techos y demolieron algunas paredes de escayola ante la posibilidad de que pudieran encontrarse nuevos restos tras ellas. Al parecer, la búsqueda fue infructuosa.

Por otro lado, y después de estar durante la jornada del lunes y la mañana de ayer rastreando la ría, los buzos de la Ertzaintza suspendieron la búsqueda sin hallar ninguna prueba humana o material.

Desde hace dos días todo el Estado está pendiente de las investigaciones de la Policía vasca tras conocerse las circunstancias de la detención de Juan Carlos Aguilar. Vecinos y alumnos del maestro fue campeón de España y del mundo de kung-fu y se autoproclamaba el primer maestro shaolín occidental seguían sin dar crédito. “Estamos impresionados”, era la frase más repetida. Nadie podía imaginarse que vivía cerca de “un asesino”. “Son cosas que parece que pasan lejos y que luego las tienes al lado de casa”, explicaba un vecino del gimnasio de artes marciales, en donde supuestamente se cometieron las dos agresiones. “Me han comentado que el local parecía normal”, prosiguió el hombre, “aunque impresionaba una pared al fondo que estaba llena de cuchillos y de lanzas”.

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