CECILE KYENGE Ministra de Integración italiana

«Cuando llegué a Italia no tenía qué comer»

El Mundo, IRENE HDEZ. VELASCO ROMA CORRESPONSAL , 25-05-2013

Sin duda es un rasgo de su carácter, pero también se adivina que es una habilidad que por fuerza se ha visto obligada a cultivar. El caso es que Cecile Kyenge es una persona extremadamente mesurada, capaz de permanecer impasible ante insultos y ataques feroces como los que está recibiendo desde que se convirtió en la primera ministra negra de la historia de Italia y la primera inmigrante al frente de la cartera de Integración.

Es verdad que esta mujer de 48 años y origen congoleño tiene callo: sabe muy bien lo que es el racismo desde que en 1983, con 19 años, se plantó en Italia. Pero esta vez no sólo hay abominables pintadas en las calles en su contra (como esa en un instituto en Padua que decía: «¡Italia no es mestiza. Kyenge, regresa a tu país!»), sino que muchas de las brutales descalificaciones que sufre proceden de algunos colegas representantes de la clase política italiana.

El europarlamentario Mario Borghezio, miembro de la Liga del Norte –partido conocido por su xenofobia– ha dicho de ella cosas como por ejemplo que haría mejor en dedicarse a ser ama de casa, que con su nombramiento ahora Italia tiene un «Gobierno de bonga-bonga», que sus pretensiones de cambiar la ley para obtener la nacionalidad italiana –ahora mismo, un niño nacido en Italia de padres extranjeros debe vivir 18 años ininterrumpidos en el país para poder adquirirla– suponen «un intento de imponer sus tradiciones tribales del Congo». «Los africanos pertenecen a una etnia muy distinta de la nuestra que no ha producido grandes genios», añadió. Barbaridades que han desatado tal indignación que Borghezio se ha visto obligado a pedir públicamente perdón y, antes de que le echaran, ha optado él mismo por abandonar el grupo del Parlamento Europeo.

Cecile Kyenge, sin embargo, ha respondido con el silencio. «Por supuesto que me sorprende y me irrita que representantes públicos digan ese tipo de cosas. Pero me mantengo en mi línea, no respondo», asegura en una entrevista con EL MUNDO. «Creo que quien ocupa un cargo en una institución del Estado debe ser el primero en hacer gala de un lenguaje y un comportamiento correctos, y eso se aplica también para mí. En estos momentos hay mucha gente que me observa, muchos inmigrantes para los que me he convertido en un ejemplo. Y yo no puedo ser un ejemplo negativo».

Kyenge procede de una familia acomodada de la República Democrática del Congo perteneciente a la etnia bakunda. Su padre era el jefe de una importante tribu que practica la poligamia y que tuvo cuatro esposas y 38 hijos. Las mofas y los comentarios estereotipados derivados de esa circunstancia siempre han acompañado (y siguen haciéndolo) a Kyenge, que responde impertérrita.

«Yo ya he realizado mi propio recorrido interior y he superado las críticas o el tener que explicarme. La poligamia es un comportamiento que forma parte de la sociedad en la que nací. Y lo que es necesario es tener el valor y la dignidad de decirlo, de explicar que esa practica se puede o no compartir, pero que no es ni mejor ni pero que la de otras culturas. Los propios orígenes no se pueden negar, no se pueden esconder». Es precisamente eso por lo que prefiere definirse como «negra» en lugar de «persona de color».

Llegó a Italia por casualidad. «No me importaba nada Italia. Lo único que quería era estudiar Medicina, donde fuera, y una universidad italiana me dio plaza», cuenta. Pero al llegar no tenía plaza en la Facultad de Medicina y tampoco la beca que le habían prometido. «Por no tener, no tenía ni dónde dormir ni qué comer. Tuve la inmensa suerte de que un sacerdote húngaro me ayudo muchísimo. Y aunque me sugirió volver al Congo yo estaba decidida a estudiar Medicina».

Se alojó provisionalmente en un colegio de misioneras laicas en Módena, donde estudió italiano y preparó el examen de ingreso a la Universidad. «Mi familia no es rica, pero está bien situada. Pero no quise pedirles ayuda, porque era consciente de que para ellos suponía un gran sacrificio. Así que me puse a trabajar como empleada doméstica, cuidando a niños…».

Pero Kyenge consiguió su objetivo: logró sacarse el título de licenciada en Medicina por la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma. El problema luego fue encontrar trabajo. «No tenía la ciudadanía italiana, así que no podía ejercer como médico, era muy difícil para mí. Estaba doblemente penalizada: por ser inmigrante y por ser mujer. Todos esos obstáculos con los que me encontraba a cada paso me llevaron a preocuparme por las dificultades de otros inmigrantes. Y eso me llevó a interesarme por la política, sacrificando el trabajo de médico por el que tanto había luchado».

Por supuesto, en su recorrido vital en Italia Cecile Kyenge ha sufrido episodios de racismo. «Siempre los hay, y yo he conocido muchos. Pero depende de cómo se afrontan», asegura a este periódico. La hoy ministra italiana de Integración sólo ha puesto una denuncia por motivos racista: «Fue en 2004. Estábamos en campaña electoral y yo repartía octavillas sobre mi propia candidatura. Una persona me agredió verbal y físicamente, y yo llamé a la policía. Pero el proceso no llegó a llevarse a cabo, ya que el imputado murió antes».

Conseguir la ciudadanía italiana le llevó 15 años. «Y la obtuve sólo porque, después de 12 años en Italia, me casé con un italiano. Aún así, desde que la solicité hasta que me la dieron pasaron tres años», puntualiza.

Kyenge –que forma parte del Partido Demócrata, de centro-izquierda– ya se ha declarado a favor de abolir el delito de inmigración clandestina, aprobado en 2009 mientras estaba al frente del Gobierno italiano Silvio Berlusconi.

También se ha confesado partidaria de un nuevo modelo que permita a los inmigrantes acortar los plazos para obtener la nacionalidad italiana y que se conceda de manera automática a quienes hayan nacido en Italia. «Este país ha cambiado, y también deben cambiar los derechos de los nacidos en Italia», sentencia, subrayando la necesidad de acabar con los estereotipos y recalcando que en Italia trabajan legalmente 2,5 millones de imigrantes que contribuyen con más de 8.000 millones de euros anuales a la Seguridad Social.

Las posiciones de Kyenge están desatado mucha controversia, pero ella se muestra complacida de que se genere un debate. «Nunca antes se había hablado tanto de estos asuntos», dice orgullosa. Al ser preguntada sobre cómo lleva ser parte de un Ejecutivo que incluye a un partido, el de Silvio Berlusconi, que ha hecho de la inmigración ilegal un delito. «Ese es el gran desafío de este Gobierno, ver si somos capaces de encontrar un espacio común, si en algunos puntos podemos lograr un consenso que nos permita avanzar».

«Para no volver al Congo me puse a trabajar como empleada del hogar»

«Acabé Medicina pero al no tener la nacionalidad no podía ejercer»

Kyenge está siendo objeto de
una campaña de ataques racistas

Se declara a favor de abolir el delito de inmigración clandestina

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