El cura de los niños patera
En su innovador colegio acogió a hijos de obreros y víctimas de la inmigración
El Mundo, , 28-05-2013Un emprendedor audaz, siempre al servicio de los más necesitados. El director del Colegio La Inmaculada, en Armenteros (Salamanca), adornaba su cabeza con un gorro de astracán negro, porque así facilitaba el riego sanguíneo y la ordenación de las ideas. El sacerdote diocesano Juan Trujillano dirigió un centro innovador en España, pionero en la enseñanza mixta, que en los últimos años se especializó en la educación de hijos golpeados por la adversidad. Esa institución acoge actualmente a unos 700 alumnos, de tres a 18 años, pertenecientes a 34 nacionalidades. Abundan huérfanos e inmigrantes africanos, provenientes de Guinea, Senegal, Mali, Gambia, Mauritania o la zona subsahariana. También hay españoles.
El cura de los niños patera, el artífice de este trozo de África en el corazón de Castilla, comenzó su labor educativa en 1953, cuando fue destinado al pueblecito de Armenteros. Pero él era lo más opuesto a una sacerdote tradicional. Le preocupaban más las aulas que las misas. En 1954 levantó los cimientos de un colegio donde aprendían descendientes de campesinos, ganaderos y mineros. Un centro por el que han pasado 50.000 alumnos. Excelente cantera, con una de las tasas más altas de España de aprobados en Selectividad.
Con elevada formación cultural y arrolladora personalidad, Trujillano gestionaba el colegio con mano de hierro y guante de seda. Intransigente con la desidia («me desesperan los ociosos», señalaba), pero complaciente con los errores de los débiles. Muchos le acusaron de déspota. Él entendía que sin disciplina y fortaleza de carácter no se podía crecer.
El cura Juan completó su obra sin ayudas oficiales de la Iglesia. El colegio está ubicado en una finca de 18 hectáreas. «Mientras en el obispado invertían en deuda pública, yo prefería construir una escuela para pobres. Al mundo obrero hay que ir con hechos, no con palabras. Una vez estuve en Pescara (Italia) y allí vi que ganaban dinero con la producción de manzanos enanos. Me quedé con la copla y en mi pueblo, La Carrera (Ávila), planté 3.000 arbolitos que dieron grandes beneficios», recordaba. Con las rentas cosechadas ampliaba la estructura del colegio. Hasta levantó establos y labró huertos. Fue un precursor. Convenció a empresas de alimentación para que cediera al colegio productos de difícil salida en el mercado o a punto de caducar. «Muchas veces me preguntan cómo empezó el milagro de Armenteros, pero yo no lo sé. Simplemente, somos instrumentos en manos de alguien que nos dirige», explicaba.
En Salamanca compró edificios que luego reformó convenientemente. Tuvo problemas con el Fisco. Careció de sueldo eclesiástico porque aseguraban que no ejercía una laboral pastoral. «Un cura es una persona que no tiene cura», bromeaba. Ayer, a su funeral, celebrado en el patio del colegio, asistieron 500 personas, entre ellas el obispo de Salamanca y 50 sacerdotes.
En los últimos días, la angustia se adueñó del religioso porque estaba acusado de una presunta estafa inmobiliaria. El juicio por la venta del edificio de la antigua residencia universitaria Covadonga de Salamanca estaba previsto para el próximo día 30. «Me quieren quitar todo, destruir este colegio», insistía un clérigo que estuvo al pie del cañón hasta el último suspiro. La tarde anterior a su fallecimiento mantuvo una entrevista con un reportero. Cura y periodista nunca habían charlado a pesar de que nacieron en el mismo pueblo. Fin abrupto del comienzo de una amistad interesante. Como él mismo decía, parece que somos instrumentos de alguien que nos dirige.
Juan Trujillano, sacerdote, falleció el 26 de mayo de 2013 en Armenteros (Salamanca) y fue enterrado ayer en La Carrera (Ávila), donde nació en 1928.
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