Después de décadas del «modelo sueco» generoso en prestaciones sociales, Suecia ha estado reduciendo el papel del Estado desde los años noventa. Una tendencia que se agudizó con los recortes impuestos por el primer ministro conservador Fredrik Reinfeldt, que llegó al poder en el 2006 tras doce años de gobiernos socialdemócratas. La izquierda acusa a la política liberal de este aliado de Merkel de echar por tierra un modelo envidiado por el mundo.

El nivel de vida de los suecos continua estando entre los más altos de Europa, pero los sucesivos gobiernos no han logrado reducir el desempleo juvenil de larga duración y la pobreza que afecta sobre todo a la comunidad inmigrante. Entre los nacidos fuera de Suecia el paro se sitúa en el 16 %, frente al 6 % entre los nativos suecos, según la OCDE. Todo en uno de los países de la UE con más alto porcentaje de inmigrantes en relación a su población: un 15 %. En el suburbio de Husby, epicentro de los disturbios, más del 80 % de sus 12.000 vecinos proceden de catorce nacionales distintas.

El paro y los recortes han hecho aumentar la brecha en las rentas de Suecia más que en el conjunto de países europeos, según el informe de la OCDE publicado el pasado día 14. Muchos datos que pueden hacer descarrilar un modelo ejemplo de justicia social.