Las persianas del Raval

Las gitanas de la calle de la Cera ríen, comen pipas, charlan y agitan las cabelleras brillantes

La Vanguardia, Magí Camps mcamps@lavanguardia.es, 20-05-2013

El histórico chino siempre ha sido la puerta de entrada de gran parte de la inmigración que ha acabado arraigando en Barcelona. Para adentrarse en este mundo policromático, un buen acceso es la calle de la Cera –la de los gitanos– con la ronda de Sant Pau. En esta esquina hay un quiosco y un local de comida rápida. El quiosquero mide con precisión la sustitución étnica en el Raval: “Cuando muere un cliente, el piso lo alquila uno que viene de fuera y yo ya no recupero el cliente”.
El establecimiento de comida rápida es otro síntoma. Había un Pans & Company, después fue un frankfurt, acto seguido se recuperaron los bocadillos pero pusieron una segunda barra donde servían shawarmas: la de los bocadillos, mirando al Eixample; la de los shawarmas, mirando al Raval. La frontera se dibujaba dentro del propio establecimiento. Al cabo de poco tiempo, sólo shawarmas. Todo pasó en cuatro o cinco años.
Los grupos de gitanas de la calle de la Cera llenan de alegría el cruce. Rigurosamente agrupadas por tramos de edad, las gitanas ríen, comen pipas, charlan y agitan las cabelleras brillantes. Traspasando este portal imaginario de la Cera, encontramos una animada pizzería que regentan unos hermanos gallegos, un poco más allá el clásico Can Lluís y ahora, justo enfrente, una persiana luce un poema visual. No es exactamente un caligrama, pero se le acerca. Es una manzana hecha con versos de Els fruits saborosos, de Josep Carner. La firma, Reskate Studio, me permitió descubrir el proyecto: la Fundació Tot Raval es la responsable. El proyecto Ítaka al Raval ha consistido en limpiar y pintar con una base gris cincuenta persianas. Lo han hecho jóvenes de entre 16 y 20 años, en una iniciativa laboral y socioeducativa. Luego, con la colaboración de Edicions 62, cincuenta artistas han pintado las persianas con motivos literarios. Son libros publicados por esta editorial, que tenía la sede en el barrio.
Bajando por Carretes encontramos a Oller, Espriu, Salvat-Papasseit. En Sant Pacià están Pla, Calders y Rodoreda. También hay escritores internacionales: Larsson, Auster o Murakami; y clásicos como Homero. Las persianas literarias se esparcen entre las calles Hospital y Sant Pau, con un apéndice en Sant Ramon.

La colección completa sólo se puede contemplar al atardecer: las tiendas cierran pero la vida en la calle no deja de latir en un barrio vivo y sorprendente. Los de la Fundació Tot Raval anuncian otra intervención: serán otras diez persianas en torno al portal de Santa Madrona, inspiradas en literatura marinera. ¡Adelante!

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