El sacacorchos

Sequía en la tierra prometida

Deia, por Jon Mujika, 15-05-2013

La tierra prometida se ha convertido en tierra de lobos, en un páramo por el que deambulan los sueños de aquellos que vinieron en busca de El Dorado. Viendo las condiciones de vida de su lugar de procedencia, la ilusión era sencilla: un puesto de trabajo, un plato lleno y un techo bajo el que cobijarse. Ni siquiera eso les queda hoy. El fuerte sol de la crisis ha abrasado la vegetación de aquel vergel que era Bilbao para los inmigrantes ; hoy ya todo les parece un espejismo e inician la lenta marcha hacia otro oasis. ¿Qué les deparará el futuro…?

Da un nosequé verles partir confundidos, volviendo a hacer el camino viejo que un día soñaron con dejarlo atrás. No saben, muchos de ellos, qué destino les aguarda ni dónde; pero sí que intuyen que el porvenir no pasa por quedarse quietos. Se van. A paso lento pero se van. Ya no les queda el combustible de la esperanza, aquel que les trajo. No por nada lo dijo el viejo tío William (Shakespeare, of course…), capaz de leer en la condición humana como otros leen el periódico acodados en la barra de un bar: “Vale más ser completamente engañado que desengañado”.

Siguiendo con la clarividencia del Bardo de Avon, otros versos suyos acompañan ese éxodo a la inversa que ahora emprende los inmigrantes que vieron en Bilbao la luz. Si un aplica bien el oído casi se pueden escuchar aquellas viejas palabras: “Podéis hacerme abdicar de mis glorias y de mi estado, pero no de mis tristezas. ¡Todavía soy rey de mis amarguras…!”. Vienen a decir que esta desbandada es lógica: no hay otra raíz que ate al inmigrante a su tierra de adopción que no sea la de un futuro garantizado. Y ahora no lo tienen.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)