Los hijos de la ola de inmigración empiezan a llegar a la universidad
El alto coste de los estudios es la principal barrera para las familias de los que logran el éxito escolar Los extranjeros son solo el 3,9% de los estudiantes de grado, aunque el porcentaje aumenta cada año
El Periodico, , 28-04-2013Cuando llegaron, tuvieron que pasar un tiempo en aulas de acogida, compartir clases con chavales de sus mismas edades pero de orígenes tan distintos que resultaba casi imposible entablar la más mínima conversación. Fueron meses de comunicación por gestos, de tener que sonreír educadamente porque no sabían siquiera decir «lo siento, no entiendo». Muchos tuvieron que repetir el primer curso en la nueva escuela, porque la adaptación no fue nada fácil. Ahora, con la perspectiva de los años, aquellos hijos de la oleada migratoria que empezó a llegar en la década de 1990, que han empezado ya a cursar estudios universitarios, reconocen que el aula de acogida fue «un refugio, un lugar que les infundió seguridad», aunque habrían preferido no tener que pasar por ella, relata el investigador Jordi Pàmies, profesor de la facultad de Educación de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), que ha participado en un estudio sobre la carrera académica que ha desarrollado un grupo de jóvenes marroquís en Catalunya.
Aunque el porcentaje de extranjeros que estudian un grado en la universidad catalana es aún de apenas el 3,9% respecto del total de la población universitaria, según datos facilitados por la secretaría general de Universitats de la Generalitat, lo cierto es que la cifra aumenta cada año que pasa. En el curso 2011-2012, entre los alumnos de grado y los que aún cursaban las antiguas licenciaturas, la cifra de universitarios foráneos ascendía a 6.602 personas, lo que suponía un incremento del 18% respecto al 2009-2010. Por nacionalidades, la más numerosa era la comunidad rumana, que se había prácticamente duplicado en dos años. Les seguían los italianos (mayoritarios en el área de Barcelona), los marroquís, los colombianos y los peruanos. Más alejados, pero con mucho empuje, se encontraban ecuatorianos, chinos y bolivianos.
«La lógica dice que la presencia de estos chicos que llegaron con sus padres durante los años del boom de la inmigración irá sin duda a más en un futuro, aunque es complicado cuantificar el aumento, porque la barrera económica será, en muchos casos, difícil de franquear», señala Jordi Moreras, antropólogo de la Universitat Rovira i Virgili (URV).
LA EVOLUCIÓN / «Los primeros extranjeros que accedieron a la universidad catalana eran jóvenes que habían realizado estudios superiores en sus países y que venían a ampliarlos. Luego, llegaron chicos nacidos fuera, pero que ya habían recibido parte de su escolarización en Catalunya. Ahora empiezan a ingresar estudiantes que ya han nacido aquí», indica Moreras. Pese a ello, admite el antropólogo de la URV, el conjunto de la comunidad universitaria aún no ha cambiado el chip. «Todavía sorprende ver a una chica con hiyab en el campus», observa. «La sociedad ha de empezar a verlos también como futuros profesionales o futuros investigadores, como un talento que ya está aquí y que no hace falta ir a buscar fuera», indica.
Aunque el colectivo arrastra el estigma del fracaso escolar las pruebas PISA evidencian en cada edición que, de media, estos estudiantes obtienen peores resultados que los autóctonos, «hay alumnos, por ejemplo los llegados de países como Rumanía o China, que ya en secundaria destacan por sus competencias en matemáticas», apunta Ignasi Serret, director del instituto La Serra de Mollerussa (Pla d’Urgell), donde los trabajos agrarios de recogida de fruta atrajeron a un importante contingente inmigrante, ya desde la década de los ochenta. «Estos chicos llegan con una excelente base científica. Su mayor dificultad es lingüística, algo que no ocurre, en cambio, con la comunidad latinoamericana, que se desenvuelve mejor en el área de letras», agrega el docente,
LAS EXPECTATIVAS / «El sueño de cualquier inmigrante es regresar un día a casa, aunque sea solo en vacaciones, y poder decirle a la gente: ‘Aquí, mi hijo, el doctor’», asegura Javier Bonomi, presidente de la Federación de Entidades Latinoamericanas de Catalunya (Fedelatina). En su opinión, si el porcentaje de extranjeros en la universidad catalana es todavía bajo es, sobre todo, por el alto coste de los estudios. «Lamentablemente, los primeros que sufren las fragilidades del sistema son siempre los inmigrantes », afirma Bonomi.
No hay que ignorar, sin embargo, que «muchas veces, las expectativas familiares van más dirigidas a los ciclos formativos que a la universidad», apunta Serret, por cuya aula han pasado varias decenas de chavales extranjeros. «De hecho, para muchas familias y no solo inmigrantes , la universidad ya no es una meca, porque no es ya una garantía de encontrar empleo», agrega el antropólogo Moreras. Y cuando, finalmente, las familias deciden hacer el esfuerzo y enviar a los hijos a la universidad, «suelen encaminarse hacia disciplinas que les permiten reforzar o ampliar la actividad familiar». En el caso de la comunidad china, por ejemplo, los grados preferidos son el comercio exterior, la dirección de empresas y el derecho.
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