Londres no quiere inmigrantes
Cameron anuncia leyes disuasorias incluso para los ciudadanos de la UE
El País, , 26-03-2013La crisis tiene la culpa de todo. También de que la política británica, antaño paradigma del sentido común y el fair play, se haya convertido en un atroz ballo in maschera donde el líder del UKIP (Partido para la Independencia del Reino Unido), Nigel Farage, aparece disfrazado del islamófobo holandés Geert Wilders; el laborista Ed Miliband se ha puesto los ropajes del dirigente de la Liga Norte, Umberto Bossi, y el primer ministro, David Cameron, ha aparecido en el salón maquillado como si fuera Le Pen. Todos bailan al mismo paso: el discurso contra los inmigrantes.
PAUL ROGERS / AF
‘Se acabó’. Cameron dijo ayer en Ipswich, este de Inglaterra, que se ha acabado ofrecer seguro de paro, sanidad gratuita y acceso a viviendas sociales para los inmigrantes
Una de las grandes paradojas de la tragedia europea contemporánea, que a tanta gente le está haciendo perder la fe no sólo en la UE y sus políticos sino también en la propia democracia, es que por mucho que se jibarice el estado del bienestar, aumente la injusticia social y se quite a los pobres para rescatar a los bancos y que los ricos conserven intacto su pedazo del pastel, la izquierda auténtica sigue sin aparecer por ninguna parte. A lo más que se llega es a que partidos de centro teñidos de socialdemócratas, que tuvieron su buena parte de culpa en el descalabro financiero, se beneficien de la impopularidad de los gobernantes del momento para hacer lo mismo que ellos cuando les llega el turno, bailar el agua a la troika y actuar al diktat de Berlín y Bruselas, con la excusa de que no hay dinero.
“Así como la caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS causaron un daño terminal a la izquierda y dieron alas al capitalismo neoliberal, la crisis financiera no ha hecho sino reforzar el discurso de la derecha, por mucho que los banqueros y el establishment económico dominante sean sus principales responsables, y haya sospechas de que el sistema no funciona porque cuesta más de lo que pueden ingresar los estados –dice el analista Robert Robshaw–. La protesta se amalgama en torno a personajes coloristas como Beppe Grillo, en la campaña contra los desahucios en España o en partidos nuevos que fragmentan el voto pero no constituyen una amenaza ideológica para el discurso dominante. Y mientras, los gobiernos e instituciones supranacionales siguen haciendo recortes, subiendo impuestos, fomentando el despido libre e incluso intentando robar a mano armada a los ahorradores, como en el caso de Chipre”.
En Inglaterra se presenta hoy en sociedad una organización llamada Asamblea del Pueblo, liderada por el sociólogo y periodista Owen Jones, que aglutina a viejos socialistas, líderes sindicales, verdes e independientes, con la meta de contrarrestar la presión hacia políticas de derechas que significa el auge del UKIP, que con su discurso antiinmigración y antiEuropa está arrastrando a los tres grandes partidos del país: tories, laboristas y liberaldemócratas. El líder de estos últimos, Nick Clegg, se ha desdicho de su programa para legalizar a los extranjeros en situación irregular, y en un giro de 180 grados propugna ahora que los ciudadanos de países de alto riesgo tengan que depositar una fianza de mil libras a su llegada al aeropuerto de Heathrow, que sólo les sería devuelta al abandonar el país.
Aunque el sistema mayoritario de Gran Bretaña hace casi imposible la presencia de independientes o grupos pequeños en la Cámara de los Comunes, el creciente éxito electoral del UKIP (segundo en la elección parcial de Eastleigh y al que los sondeos otorgan hasta un 10% de expectativa de voto) ha endurecido el discurso inmigratorio de todas las grandes fuerzas. El Labour, que en el poder ya impuso cuotas a la entrada de extranjeros, lamenta haber sido demasiado humanitario. Y ahora Cameron ha planteado toda una serie de nuevas medidas para frenar la llegada de trabajadores tanto de la UE como de allende sus fronteras.
El objetivo de Cameron es que el Reino Unido deje de ser un destino atractivo para los extranjeros por la facilidad con que se puede acceder a su sanidad, educación y sistema de beneficios sociales. “Hemos sido unos blandengues en el tema de inmigración, pero esto se ha acabado”, dijo el primer ministro en un discurso en el campus de la Universidad de Suffolk. Su garantía a los votantes, con el ojo puesto en las elecciones del 2015, es que ningún extranjero –incluso de países de la UE– podrá obtener una vivienda subvencionada o seguro de desempleo por más de seis meses si “carece de perspectivas genuinas de encontrar trabajo”.
“Estamos comprometidos con tener un Servicio Nacional de Sanidad, pero no un Servicio Internacional de Sanidad”, señaló Cameron para poner en contexto su campaña contra el turismo sanitario, y que sólo puedan recibir tratamiento gratuito los ciudadanos de la UE que demuestren que residen en el Reino Unido (los de otros países tendrán que tener un seguro médico privado, como ya se les exige desde hace tiempo a estadounidenses y australianos). En esta misma línea, los empresarios que den trabajo a gente sin papeles serán castigados con multas de hasta 25.000 euros, igual que quienes les alquilen pisos o habitaciones.
El Gobierno quiere reescribir por completo las reglas de la inmigración y del acceso a un estado del bienestar cada vez más escuálido, castigado por los recortes, para reducir a menos de cien mil la cantidad neta de extranjeros que se instalan anualmente en Gran Bretaña, y que “tan sólo vengan los mejores y los más brillantes”. “De lo que no se da cuenta Cameron –dice el analista Robshaw– es de que el gran atractivo de este país no es el acceso a los hospitales públicos o la posibilidad de conseguir una vivienda de protección oficial, sino que hay trabajo, y sobre todo la posibilidad de aprender inglés”. El primer ministro no hizo referencia alguna al millón de británicos que residen en España (la inmensa mayoría jubilados que gastan poco y acuden a la Seguridad Social), ni a los que viven en la Toscana o la Provenza.
El caldo antiinmigratorio llevaba tiempo en ebullición, pero el agua ha desbordado ahora la olla debido al avance de la ultraderecha, al miedo a que búlgaros y rumanos invadan este país a partir del año que viene con el final de los controles a su libertad de trabajo y movimiento, y a una crisis que se ha convertido en la gestión del miedo al grito de “sálvese quien pueda”. El más macabro de los bailes de disfraces.
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