Cautela en la derecha de EE.UU. ante el intento de reforma migratoria

Los republicanos imponen estrictas condiciones a la regularización de simpapeles

La Vanguardia, , 31-01-2013

El Partido Republicano ha recibido con cautela los planes para reformar el sistema migratorio de EE.UU. El esfuerzo para abrir la vía a la legalización de la mayoría de los once millones de indocumentados divide a la derecha, que en los últimos años ha elevado la retórica contra los inmigrantes. El temor es que Obama se apunte uno de los mayores éxitos de su presidencia. Si contribuyen a la reforma, refuerzan al presidente y permiten convertirse en ciudadanos a millones de potenciales votantes del Partido Demócrata. Si la bloquean, cargarán durante años con el estigma de partido antiinmigrantes y antilatino.
Una de las primeras cosas que el republicano de Florida Marco Rubio hizo tras presentar un documento de propuestas firmado por ocho senadores –demócratas y republicanos– fue conceder una entrevista a Rush Limbaugh. El locutor Limbaugh es el pope mediático de la derecha ultraconservadora, uno de los activistas más feroces contra el demócrata Obama. Rubio –de origen cubano y posible candidato presidencial en el 2016– intentó convencer a Limbaugh de las bondades del plan. Le prometió que no apoyará una ley que no garantice la seguridad y los controles en las fronteras. Los senadores condicionan la concesión del permiso de residencia a los indocumentados –paso previo a la ciudadanía– a que las fronteras estén seguras. Y exigen un sistema para que, quienes han llegado a EE. UU con un visado temporal, no se queden aquí cuando haya expirado. Obama no contempla condiciones tan drásticas.
En el 2006 y en el 2007, Limbaugh ya se opuso al intento, por parte del presidente George W. Bush, de arreglar un sistema que deja millones de personas –la mayoría de origen latinoamericano– en el limbo legal. En el 2006 el Senado aprobó una reforma –similar a la que ahora se debate– con 62 votos de 100 a favor. La ley se atascó en la Cámara de Representantes. Fueron los propios republicanos quienes hicieron naufragar la iniciativa de Bush, que en las presidenciales del 2004 había recibido más de un 40% del voto hispano. En el 2008, un 31% de hispanos votaron al republicano John McCain. El 6 de noviembre, el candidato de la derecha, Mitt Romney, obtuvo un 27% de votos entre el grupo demográfico más pujante.
Las primarias que llevaron a la nominación de Romney se convirtieron en una competición por ver quién presentaba una posición más dura sobre la inmigración. Se habló de autodeportación de los simpapeles y de vallas electrificadas en las frontera. La reelección de Obama, con una movilización de los latinos, disparó la alarma. “El establishment blanco es ahora la minoría. La demografía cambia. Esto ya no es la América tradicional”, dijo Bill O’Reilly, estrella de la cadena conservadora Fox News. El Partido Republicano sabe que, sin los hispanos, en el futuro lo tendrá más difícil para ganar elecciones. Pero la reforma no será fácil. Las resistencias –en el Senado, de mayoría demócrata, y en la Cámara de Representantes, de mayoría republicana– persisten.
La idea de que la regularización de simpapeles es una amnistía está arraigada. El Partido Republicano necesita a los latinos, pero quienes votan en las primarias en las que se eligen a candidatos al Congreso o a la Casa Blanca son las bases más ideológicas y tradicionalmente hostiles a la am
nistía. “Quiero y respeto a Marco Rubio –dijo el senador republicano David Vitter, de Luisiana, a Laura Ingraham, otra de las voces de la derecha radiofónica–. Pero me parece increíble lo ingenuo que es en esta cuestión”.

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