MIGUEL ANGEL AYUSO. LUGAR DE NACIMIENTO: Sevilla / EDAD: 60 años / FORMACIÓN: Doctor en Teología por la Universidad de Granada / OCUPACIÓN: Secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso del Vaticano / AFICIONES: Jugar al parchís, ver cine clásico español y pasear por la playa / SUEÑO: Ser pastor de un rebaño de ovejas

«Ha habido provocación de Occidente al publicar las caricaturas de Mahoma»

El Mundo, IRENE HDEZ. VELASCO, 22-12-2012

Conoce muy bien el Islam; está considerado
el mayor experto en esa materia del Vaticano.
Lo mucho que sabe no sólo lo aprendió en los
libros sino también sobre el terreno: el padre
Miguel Ángel Ayuso Guixot ha pasado 20
años (de 1982 a 2002) como misionero comboniano
en países musulmanes como Sudán
o Egipto. Además, y desde que en 2005 se
convirtió en director del Instituto Pontificio de
Estudios Árabes e Islámicos ha viajado por todo
el mundo predicando el diálogo interreligioso.
Y lo sigue haciendo ahora como secretario
del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso,
cargo en el que este sevillano
simpático e inmensamente humano fue nombrado
en junio por Benedicto XVI.
Pregunta.– Juan Pablo II aseguró en una
ocasión que el Dios de los musulmanes es el
mismo que el de los cristianos. ¿Lo es?
Respuesta.– Juan Pablo II aseguró que cristianos
y musulmanes vivimos bajo el sol de un
único Dios, y por eso podemos llamarnos hermanos
en la fe de un Dios único. Adoramos al
Dios único, pero creemos en él de maneras diferentes.
El diálogo interreligioso no se basa
en poner en discusión nuestra creencia en
Dios, sino de tratar de compartir los valores
que nos unen en vez de concentrarnos en lo
que nos separa. Se trata de compartir la riqueza
de nuestros valores y de proyectarnos a la
construcción de un mundo mejor, uniendo
nuestras fuerzas en nombre de Dios.
P.– ¿Es el Islam una religión violenta o no?
Todos recordamos la polémica desatada cuando
en 2006 Benedicto XVI hizo una alusión en
Ratisbona en ese sentido…
R.– No, no se puede absolutamente decir
que el Islam sea violento. Lo mismo se podría
decir de cualquier otra religión. Las religiones
no son portadoras de violencia. Si en la historia
ha habido o hay formas de violencia cometida
en el nombre deDios no es debida a la religión
en sí misma, sino a causas históricas,
principalmente a los errores de los hombres.
Una cosa es que haya personas que manipulen
elmensaje religioso y otra lo que propone
la religión. Que haya sucesos violentos provocados
por quienmanipula la religión es condenable,
pero el común de los creyentesmusulmanes
se distingue por su sinceridad y sumisión
completa a Dios. Tenemos que
distinguir entre el Islam, con su credo, su culto
y su religiosidad popular, y el islamismo militante
de quien manipula la religión para imponer
con la fuerza y la violencia una serie de
principios contrarios a la misma religión.
P.– ¿Es el problema del Islam un problema
de líderes?
R.– Es un problema de educación y de formación.
Allí donde haymayor ignorancia, en
los ambientesmás desfavorecidos, el islamismo
trata de inculcar en el sencillo creyente,
muchas veces a través del púlpito, una visión
de la fe distorsionada. Por eso hay actitudes y
gestos violentos de musulmanes populares,
como los que en ocasiones se ven en televisión,
que responden a la manipulación y a los
sermones incendiarios que se pronuncian en
algunas mezquitas. Pero también creo que
desgraciadamente los medios de comunicación
informan negativamente sobre el Islam,
obviando los valores positivos y convirtiendo
esa fe en una especie de crónica negra. Porque
la realidad es que existen muchas comunidades
musulmanas que hacen cosas positivas
de las que no se habla. Hay que apostar
por la educación y la formación, pero no sólo
de los musulmanes sino también de los cristianos,
porque para que haya diálogo y convivencia
primero es necesario el conocimiento
recíproco y objetivo entre unos y otros. Hoy
vivimos en una sociedad globalizada y pluralista
que requiere la integración de todos los
colectivos desde el respeto y desde la especificidad
de las propias identidades, porque si
no lo que conseguimos es un melting pot que
nos destruye y nos hace perder nuestros rasgos
particulares.
P.– ¿Pero cómo se articula esa convivencia,
que haya niñas musulmanas que van con velo
a un colegio público con crucifijos?
R.– Es una cuestión delicada, pero la base
debe ser que las personas que llegan a un país
se integran en él aceptando sus normas, leyes
y principios. La integración comporta el respeto
mutuo. El inmigrante integrado no es sólo
el que es bien acogido sino también el que
acepta los principios de la sociedad en la que
se inserta y que en varios países de Europa incluye
que hayan crucifijos en ambientes públicos,
como parte del patrimonio cultural y
no sólo religioso. Los conflictos que suelen
surgir están generalmente protagonizados por
personas que reivindican toda una serie de derechos
que no serían necesarios si se integraran
realmente en el contexto socio-político. El
problema es la reivindicación exacerbada del
individuo, su deificación, de manera que basta
una palabra para que condicione a toda la
sociedad. El éxito de nuestro futuro no vendrá
por la reivindicación radical de derechos individuales
sino por nuestra capacidad de saber
construir una convivencia plural pero respetuosa
con la especificidad de cada uno.
P.– Hace poco se inauguró en Viena el
Centro Internacional para el Diálogo Interreligioso,
del que usted es representante cristiano
y cuyo principal benefactor es el rey
saudí. ¿Cuál es el objetivo de esa institución?
R.– Nace de la voluntad expresa del rey de
Arabia, que quiere contribuir personalmente
a crear una Humanidad mejor. Esta institución,
que no es saudí sino independiente y reconocida
por la ONU, tiene como objetivo
contribuir a un diálogo eficaz y respetuoso en
favor de la Humanidad, que incluye los derechos
humanos fundamentales, en particular
la libertad religiosa para toda persona, comunidad
y en todas partes. La Santa Sede está
particularmente atenta al destino de las comunidades
cristianas en países donde esta libertad
religiosa no está garantizada…
P.– En la propia Arabia Saudí está prohibido
profesar cualquier religión que no sea la
musulmana. ¿No le parece contradictorio que
el rey Abdalá promueva fuera de su casa el
diálogo interreligioso cuando dentro de su
propio país practica la represión religiosa?
R.– Es un proceso muy largo, que requiere
cambios muy difíciles. El rey Abdalá ha impulsado
en estos últimos años un espíritu de diálogo
nacional para intentar cambiar algunos
aspectos de la realidad de su país. Y eso es algo
que hay que valorar, aunque yo no niego la
realidad de Arabia Saudí que todos conocemos.
Sólo en Arabia habría unos 800.000 católicos
que no pueden disfrutar de libertad de
culto, que como dijo Juan Pablo II es el primer
derecho fundamental. Donde no hay libertad
religiosa la persona no puede gozar en plenitud
de su dignidad. De ahí la necesidad del
diálogo interreligioso pues, sin hacer referencia
a ningún país, reconozco cuan limitada y
restringida está la libertad religiosa en varias
partes del mundo.
P.– ¿Cómo ve la Primavera Árabe? La situación
en Egipto es muy preocupante…
R.– No me gustan las revoluciones. Prefiero
las transformaciones. Creo que con la Primavera
Árabe se ha querido cambiar de ruta
para llevarmás dignidad a la persona y caminar
hacia un modelo de sociedad más equilibrado,
más democrático, por utilizar nuestro
lenguaje occidental. Hoy vemos partidos políticos
que reclaman justicia y desarrollo. Se trata
de ver si efectivamente la transformación
de esas sociedades lleva consigo justicia y desarrollo
o si esmanipulada para islamizarlas
aúnmás. Estamos en un impasse: no sabemos
si la Primavera Árabe va a renovar el Islam o
si el Islam se va a radicalizar ante el clamor
del pueblo pidiendo apertura.
P.– Muchos sacerdotes en países de Oriente Próximo donde los cristianos sonminoría
defienden regímenes dictatoriales porque aseguran
que protegen más a lasminorías religiosas
que los Gobiernos salidos de las urnas…
R.– El Vaticano invita siempre a ponerse al
servicio del bien común, a ser un punto de referencia,
un lazo de unión entre todas las comunidades.
No me gusta hablar de minorías o
de mayorías, sino de ambientes donde el Islam
ejerce un liderazgo. La simple tolerancia no elimina
las discriminaciones, a veces las reafirma.
Independientemente de los regímenes, lo
esencial es reivindicar que no hay ciudadanos
de primera o segunda clase. De aquí la importancia
de una integración respetuosa, sin infiltraciones,
entre los valores que las religiones
proponen y el Estado, con sus leyes y sus principios.
Nuestros Gobiernos deben estar muy
atentos a lo que los grupos religiosos proponen
como valores, no para influir en la política
pero sí para promover una mayor justicia
social. La libertad religiosa tiene una dimensión
social y política indispensable para la paz.
P.– Los musulmanes se quejan de ser objeto
de «provocaciones» occidentales. Pienso en las
caricaturas deMahoma o en el filme que desató
violentas reacciones. ¿Están justificadas
esas acusaciones?
R.– Herir la sensibilidad de un creyente
siempre levanta ampollas, así queme parece
importante respetar las creencias, los textos,
los grandes personajes y los símbolos de todas
las religiones. La libertad de expresión individual
no se ve mermada porque se respeten los
símbolos y creencias de una fe, porque por encima
de la libertad individual está la dignidad
humana, y respetar las creencias religiosas de
una persona es algo básico para su dignidad.
Le pongo un ejemplo: en Sudán, en tiempos
de guerra, una persona en una aldea perdida
en el desierto, sabiendo que yo era cristiano y
misionero, insultó a Jesucristo. Nuncame había
pasado algo así. Me sentí profundamente
ofendido, humillado.Nunca olvidaré la cara de
esa persona, su rostro de odio. Entonces comprendí
lo profunda que puede ser la herida de
un creyente ridiculizado o humillado. Evidentemente
eso no justifica que como reacción haya
colectivos que, tras ser incitados, se echen
a la calle violando el derecho a la vida, el más
fundamental de todos los derechos.
P.– El problema es que lo que en Occidente
se considera una simple sátira en zonasmusulmanas
de Oriente Próximo es visto como
una gravísima ofensa…
R.– Sí, hay una encrucijada de percepciones
entre Oriente y Occidente, entre la imaginería
cristiana y la carencia de imágenes del Islam.
Y, en ese sentido, lo que para nosotros es la
normalidad para ellos no lo es. Lo que los cristianos
representamos con imágenes los musulmanes
lo representan con la escritura. Tienen
muy arraigada la no representación de la divinidad
y cuando eso ocurre por parte de quien
tiene otra perspectiva se produce un choque.
Los esfuerzos deben ir encaminados a construir
un respeto mutuo y a evitar los extremos.
Creo que ha habido extremo y provocación
también desde Occidente, al publicar en cadena
varios medios caricaturas deMahoma y superar
la demarcación de la virtud, que es estar
en el medio. En un mundo globalizado tenemos
que aprender a ser universales, como los derechos.

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