Serigne regresa
Un senegalés con una historia de integración se acoge a un programa de retorno al no ver futuro en Barcelona
El Mundo, , 14-01-2013Muchos inmigrantes subsaharianos que malviven escarbando en los contenedores de desperdicios se fotografían apoyados en coches deportivos a fin de que sus madres piensen que todo va bien. Los mafiosos que orquestan las travesías en cayucos hasta las Canarias les dijeron que cualquiera puede hacer el viaje, que el mar siempre está en calma, que una vez pisas Europa encuentras empleo, casa, diversión…
No hace mucho, el casteller de la colla de la Sagrada Família Serigne Mbacke Beye colgó un vídeo en YouTube para decir a sus compatriotas que todo es mentira, que no vengan, que ahora mismo aquí no tienen nada que hacer… “La gente prefiere sobrevivir buscando chatarra o corriendo delante de la policía con un saco de bolsos falsificados antes que regresar a África con las manos vacías, como un fracasado”.
El senegalés de 35 años habla en catalán con una fluidez superior a la del nivel A, la de su titulación, mientras ultima sus maletas, prepara su regreso, acomoda las camisetas de su colla para sus hijas, un libro infantil de tradiciones catalanas, la amistad de tantos que no sabe cuándo volverá a abrazar… “Si regresas sin nada, tu familia te lo reprocha. Prefieres seguir aquí, sin futuro, en una nave industrial abandonada”. “Quería ser costurero. Me dejé engañar. Vine para montar una sastrería y ganarme la vida, pero… Aun así estoy muy ilusionado”. Serigne regresa a Senegal gracias a un programa del Ayuntamiento de Barcelona para fomentar el retorno de inmigrantes con empuje e iniciativa, pero sin expectativas, papeles ni posibilidades de conseguirlos, condenados a la irregularidad, a buscar chatarra, a hacerse manteros… “Les presenté un proyecto de negocio, abrir una sastrería en Senegal, y me van a dar 2.000 euros de los 4.000 que necesito, además del pasaje, suficiente para empezar. Luego conseguiré el resto allí, quizás hasta cree empleos y quite clientes a los de los cayucos”.
Muchos africanos llegaron a estas latitudes en los años de bonanza, cuando hasta los ilegales podían trabajar en negro y enviar unos billetes a casa. Asfaltaron carreteras, abrieron zanjas, levantaron muros… Ahora son fijos en los comedores sociales, huéspedes de los albergues de beneficencia, usuarios crónicos de los servicios sociales. En este programa para senegaleses también participan oenegés y fundaciones, aquí y allá. Su presupuesto es de 40.000 euros. Once personas hicieron el último año el viaje de Serigne. “Es más caro dejarlos a su suerte”, dice Miquel Esteve, comisionado municipal de inmigración. “Tengo sentimientos contradictorios –retoma Serigne–… Tengo dos hijas, una de ocho y otra de seis años. Cuando me fui, mi mujer aún estaba embarazada de la pequeña. Sólo la he visto por el ordenador. Hace ya seis años… Me fui convencido de que podría darles una vida mejor. Estuve nueve días con otras 77 personas en un cayuco. Pasé mucho miedo. Hacía tan mala mar que dos veces decidimos regresar…”. “Pero luego el mar se calmaba, y entonces la gente pedía reemprender el viaje… Todo el rato botando, yendo y viniendo, cada vez más cansados porque tan apretujado no puedes dormir ni estirarte. Yo siempre votaba por regresar, aunque perdiera los 300 euros que pagué al pescador del cayuco. ¡Y cuando llegamos a las Canarias todo estaba lleno de policías y periodistas, como si fuéramos los primeros negros!”.
Luego pasó 40 días en un centro de internamiento para extranjeros, “una cárcel desbordada. Éramos tantos, que los guardias temían dejarnos salir de las celdas. Hasta que me metieron en un avión a Madrid”. Serigne se instaló en Málaga, con unos amigos. Se hizo mantero, de bolsos y figuras africanas. Una vida sin futuro, pero con presente, muy apañada para sobrevivir en el día a día. Y ofreciendo sus figuras conoció en una terraza al barítono Lluís Sintes, que andaba de gira… “Le invité a una cola y nos pusimos a hablar –dice el cantante–, y luego mantuvimos el contacto. Nos telefoneábamos, nos veíamos cuando iba a Andalucía. Y yo necesitaba que alguien me cuidara la casa porque paso buena parte del año de gira, y él otro lugar donde volver a empezar y probar suerte”. Corría el 2009…
Y este mundo cambiaba veloz. Serigne se apuntó a un centro de normalización lingüística, allí cogió un tríptico de los castellers de Sagrada Família. Le encanta subir al segundo nivel… Luego se sacó un título de técnico de farmacia. Pero no encontró empleo. “Un día vi a los manteros corriendo delante de la policía, y me dije no, otra vez no… Y en el Ayuntamiento me preguntaron si quería marcharme…”. Y ahora se va…
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