Infravivienda / En una parcela municipal

Asentamiento rumano junto al club de tenis

Los vecinos del barrio de Chamartín denuncian inseguridad, olores y ratas

El Mundo, ROBERTO BÉCARES, 18-12-2012

Desde hace más de ocho meses, un grupo de inmigrantes rumanos okupa una parcela municipal en la plaza de José María Soler, en el inicio de la calle Costa Rica (distrito Chamartín). Los vecinos de la zona y el colindante club de tenis Chamartín denuncian que la instalación del minicampamento, varias chabolas de hierro y madera unidas entre sí, ha traído a la zona malos olores, ratas e inseguridad.

«En toda esta zona hay un incremento enorme de mendicidad agresiva», explica Jesús Mondría, el presidente de una comunidad de vecinos de la calle Federico Salmón, justo enfrente del campamento, situado en la salida a la plaza desde la M-30. Según denuncian los residentes del bloque, era habitual ver a los nuevos vecinos del barrio entrando dentro de la urbanización para usar la fuente del patio común.

«Tuvimos que ponerle un candado», explica Roberto, uno de los vecinos, que dice que desde que han llegado los rumanos han aparecido ratas por la comunidad. «Son enormes, casi como la mitad de mi perro», afirma Roberto. Además, los malos olores inundan las calles. «Es que defecan detrás de la parcela, y claro, los olores llegan…», se lamenta.

Cuando se instalaron las chabolas, la parcela, de unos 3.000 metros cuadrados, estaba vallada y tapada por unas lonas de color verde, por lo que las casetas no eran visibles desde la calle. Los inmigrantes entraban por un agujero de la valla y su presencia pasaba casi desapercibida.

Hace tres meses, sin embargo, los vecinos consiguieron que se retiraran las vallas, y quedara al descubierto el nuevo bloque. Ahora la parcela es usada también como parking por algunos conductores, pero «mucha gente del barrio tiene miedo, está asustada», dicen los vecinos, que afirman que una furgoneta recoge a sus 12 inquilinos por la mañana, supuestamente para ejercer la «mendicidad por varias calles de Madrid», y luego les devuelve a las chabolas por la noche.

La peor parte se la ha llevado el prestigioso club de tenis Chamartín, situado justo al lado de la citada parcela. Desde que se montaran las casetas, han aumentado en gran medida las «incidencias» en el club, que tiene cámaras de seguridad colocadas en el perímetro del amplio recinto, que linda en gran parte con la M-30.

Si antes entraban por la noche al recinto a tratar de robar tres veces al año, ahora la media es de casi tres veces al mes. «No suele dar tiempo a que se lleven nada porque las cámaras están conectadas con la Policía y en 10 minutos están aquí», afirma Jose Ignacio Pérez, director del club.

Aun así, la Policía Nacional ha informado al club de que dentro de las chabolas han encontrado «placas de torneo y placas conmemorativas». «La situación no es nada agradable, porque hacen hogueras en la calle y por aquí vienen muchos niños a dar clases de tenis», precisa Pérez, que, junto a los vecinos, se reunió recientemente con el concejal de su distrito, Luis Miguel Boto.

«Estuvo muy amable con nosotros, pero nos explicó que no está en su mano, que el tema está judicializado», afirma Pérez. «No puede ser que los impuestos municipales nos hayan subido un 300% en poco tiempo y el Ayuntamiento no nos pueda arreglar la situación», añade Mondría, que teme que la situación vaya a más. «¿Si ahora estamos así con 10 personas que pasaría si fueran 100?», se pregunta Mondría.

Fuentes del Ayuntamiento de Madrid informaron a este diario que la Junta de Distrito remitió recientemente un informe de la situación de la parcela a la Concejalía de Urbanismo, que debe ser quien tome una decisión al respecto.

Los vecinos esperan una solución pronto, y tienen la esperanza de que la parcela se convierta en un parque infantil como se planteaba el Consistorio. «Sería la solución perfecta para estos terrenos», dicen.

La M-30, imán para los ‘okupas’
Los laterales de la M-30 han sido siempre uno de los lugares habituales para instalar asentamientos ilegales. La frondosa vegetación que suele haber les confiere cierta protección y aislamiento. Por ejemplo, el pasado mayo, el Ayuntamiento de Madrid desalojó a seis rumanos que vivían en una mediana de la entrada de la M-30 a O’Donnell. Allí dormían en una tienda de campaña y tenían hasta un retrete ecológico y un huerto donde plantaban tomates, en medio de un lugar de paso donde era difícil percatarse de su presencia. En el caso de la plaza José María Soler, su privacidad acabó cuando los vecinos consiguieron quitar las lonas que protegían el espacio. No son los únicos que viven al lado de la M-30. Varias personas sin hogar también encontraron su casa en las salidas de emergencia de la M-30, donde podían protegerse del frío y la lluvia.

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