El tercer candidato
La Verdad, , 02-11-2012No aparece en las encuestas, ni en los debates, ni le custodian los servicios secretos, pero el candidato presidencial Gary Johnson estará el martes 6 en las papeletas de casi todo el país, junto con Barack Obama y Mitt Romney. Para muchos será una sorpresa y, como él mismo admite, «se preguntarán quién diablos es Johnson». El tercero en discordia, ése que el ‘establishment’ se ha empeñado en borrar del mapa, es el candidato del Partido Libertario que puede costar las elecciones a Romney. O a Obama.
En los comicios más reñidos que los expertos dicen haber visto nunca, el 4% o 5% del voto que se le atribuye puede ser el que decida la Presidencia. Por menos (el 2,74% del voto nacional) Ralph Nader aguó la fiesta a Al Gore en el año 2000. El hasta entonces vicepresidente tuvo que enzarzarse en una ardua batalla legal para un recuento con el que buscaba los 537 votos que le separaban de la Casa Blanca, mientras que el candidato del Partido Verde obtuvo 97.488 votos en Florida. La mayoría de estos pertenecían a votantes naturales del Partido Demócrata que esa vez optaron por un candidato más a la izquierda. El Partido Verde vuelve a tener representante en estas elecciones, pero Jill Stein solo ha conseguido registrarse en las papeletas de 35 de los 50 Estados, además de Washington DC.
Con su plan de emergencia para combatir el calentamiento global, crear 25 millones «de empleos verdes bien pagados» y los préstamos sin intereses para pequeños negocios, «la candidata de Occupy» – como la llaman – está mucho más a la izquierda que Obama.
Contra los inmigrantes
Mientras, Virgil Goode está mucho más a la derecha que Romney. El excongresista de Virginia que quiso echar del Capitolio a Keith Ellison, el primer musulmán en la Cámara de Representantes, por jurar sobre el Corán en lugar de la Biblia, pretende cerrar la puerta a todo tipo de inmigrantes hasta que el desempleo caiga al 5%. Goode también quiere demandar a Obama por haber «abusado» de su potestad para emitir órdenes ejecutivas. Se refiere a la «amnistía temporal» para dos millones de jóvenes hispanos que llegaron a EE UU cuando eran pequeños de la mano de sus padres.
Y si bien el candidato del llamado Partido Constitucional solo se presenta con nombre y apellidos en 36 estados, es uno el que verdaderamente preocupa a Romney: el de Virginia, del que Virgil Goode fue congresista durante 12 años. Allí los principales candidatos se pisan los talones, y dado que el exgobernador de Massachusetts nunca fue muy popular entre las bases más reaccionarias, el ultraderechista puede quitarle los votos que necesita para vencer a Obama.
A izquierda y derecha de los dos está Gary Johnson, que se considera más progresista que Obama en temas sociales y más conservador que Romney en temas fiscales. «Yo no pretendo bombardear Irán, sacaría a las tropas de Afganistán mañana mismo, acabaría con la llamada ‘guerra contra las drogas’ y legalizaría la marihuana», resume. En su opinión, «fumar marihuana puede ser malo, pero no criminal». Una posición que le hace muy popular entre los votantes de Obama en Colorado, donde hay más dispensarios médicos de cannabis que cafeterías Starbucks, y donde el 6 de noviembre se vota un referéndum para su legalización. Johnson, que fue un popular gobernador de Nuevo México, también le hace daño al presidente en las encuestas de ese estado, pero asegura que quien le ha hecho la vida imposible han sido los republicanos.
Fueron estos los que impugnaron su presencia en las papeletas de dos estados por haber entregado los papeles tres minutos después de la hora límite. Los mismos que en Pensilvania acosaron a sus empleados que recogían firmas blandiendo acreditaciones del FBI para forzarles a enseñar documentación confidencial, y quienes revisan con lupa todos sus papeles.
Consejo de luchador
«Vota por cualquiera, salvo por el candidato demócrata o republicano, porque entonces estarás desperdiciando tu voto», pide Jesse Ventura, el luchador profesional que se metió a gobernador de Minnesota y se convirtió en figura nacional por su verbo fácil e irreverente. «Con cualquiera de los dos tendrías el mismo Gobierno, porque ambos están comprados por las grandes corporaciones, ¿es que no has visto quién financió las convenciones?».
Johnson acompañaba a Ventura mientras firmaba libros en Nueva Jersey para recoger los votos de quienes respondiesen a su pregón, pero nadie sabía realmente quién era. El libertario cuenta con los sufragios de quienes votaron por Ron Paul durante las mismas primarias en las que él empezó como aspirante a la nominación republicana, pero ha terminado por recoger votantes que a Paul se le escapaban.
Kevin Maguire, que fue ese día a saludarle en persona, hubiera querido votar por Paul, pero sus posturas contra del aborto y los matrimonios gais le revolvieron el estómago. Con Johnson no tiene ese conflicto moral. Anna Stamm, por su parte, votó por Obama en 2008 y esta vez lo hará por Johnson. «Obama dice todo lo que quiero oír pero sus palabras están desconectadas de sus acciones», explica esta ingeniera civil a la que preocupan sobre todo las obras públicas y el mantenimiento de las infraestructuras. «En vez de mandar miles de millones a países como Pakistán, que ni siquiera nos ayudaron a coger a Bin Laden, o Afganistán, donde nos ven como fuerzas ocupantes, deberían invertir ese dinero en casa».
Johnson, Goode o Stein, a los que no se les ha permitido participar en los debates ni se les contempla en las encuestas, probablemente descubrirían, como hizo Obama, que el poder es más complejo de lo que parece desde la barrera. Pero nunca llegarán a averiguarlo mientras el sistema electoral se empeñe en favorecer el bipartidismo. De momento, su única aspiración es hacer de aguafiestas en las elecciones del martes y sacudir las conciencias de los votantes.
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