Mensajes en pateras

Gara,  , 28-10-2012

Catorce cadáveres a la deriva en el mar de Alborán. Mierda de vida dice un colega de profesión al colgar la noticia en internet. Mierda de vida. Al otro lado del mar, la vida tiene otro precio. Las víctimas no tienen asociaciones, la muerte es parte del ciclo vital y se asume como tal, pero con igual dolor. «España no quiere que entremos y para Marruecos no existimos. Si entramos quieren echarnos y si no entramos no importa que muramos de hambre o desangrados, sólo somos negros pobres, ni siquiera nos consideran hermanos musulmanes».

Leo las declaraciones de un senegalés golpeado con piedras por la Policía en Melilla. Lo hago desde la comodidad de mi hogar. Hay cosas que no entenderemos desde las neveras llenas. Hay cosas, sobre la vida, que en Occidente se nos van olvidando. Hemos diluido nuestros relatos, hemos olvidado porqué es cómodo olvidar. Es fácil pasar página rápidamente practicando una indiferencia ideológica firme en sus convicciones. Lo hacemos cada día. Consumimos información sin digerirla, desinteresados. Los muertos se sientan a nuestra mesa y nos hacen compañía. Poco tienen que decir ya y mucho menos diremos nosotros por ellos. Maldito desarraigo. Somos, como dice el título del excelente álbum de Extremoduro, «material defectuoso». Y sí, la luz seguirá entrando por las claraboyas pero aun así todo continuará demasiado oscuro para pensar en aquello que hemos olvidado. Dicen que siempre hay alguien que recuerda y puede que algún día ese alguien escriba todo eso que hemos olvidado, aquello que poco a poco se fue llevando el mar en el que se ahogan esperanzas. El mismo mar que nos devuelve mensajes que preferimos no leer.

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