Mamadou, del cayuco al centro del campo

Llegó de Mali tras una larga travesía por África y ahora es una promesa del fútbol

El Mundo, JESÚS TRAVIESO PEDRO VALEROS MADRID MURCIA , 26-08-2012

Desesperación y África se consideran sinónimos. Un continente donde la pobreza es la idiosincrasia lleva al pesimismo a cualquiera, aunque previamente se haya tocado el cielo. Es lo que le ocurrió a la atleta somalí Samia Yusuf Omar, que alcanzó el Olimpo en 2008, cuando participó en los Juegos de Pekín, y que falleció este verano en un cayuco cuando intentaba llegar a Italia.

El infausto final de Yusuf ejemplifica uno de los dramas africanos, el de salir de los pesares para posteriormente poder volver a verse envuelto en la miseria. Pero afortunadamente otros tienen más suerte. Es el caso de Mamadou Traore, un chico de Mali de 17 años que llegó hace dos a España en cayuco desde Marruecos, y que ha pasado de lo onírico a lo tangible tras fichar por el juvenil del Elche Club de Fútbol.

La historia de Mamadou empezó con una desgracia familiar en una tierra abocada a la tribulación: «Hace tres años mi padre perdió una pierna en un accidente y ya no podía trabajar. Mis hermanos y mi madre tampoco lo hacían, y un amigo me aconsejó salir a buscarme la vida». Ese compañero al que se refiere es el que le ayudó en su travesía hasta el mar, con un viaje en coche hasta Argelia, donde trabajó de aprendiz de albañil, y una posterior odisea a pie hasta llegar a su destino marroquí.

Allí decidió subir a una patera. «No tenía otra forma de llegar a España, por eso tuve que elegir esa manera», relata Mamadou, que reunió el dinero que necesitaba para entrar en la embarcación gracias al mismo amigo que le aconsejó.

Tras el periplo por el Mediterraneo llegó a Algeciras, donde decidieron trasladarle a un centro de acogida en Murcia. Ahí empezó a forjarse su futuro en el fútbol, tras dejar atrás los días en los que jugaba descalzo con porterías improvisada. Por eso me apunté a un curso de carpintería en el centro de acogida».

Este aprendizaje entre tablas le aporta 60 euros mensuales, que son los que envía a su familia para ayudarla en su lucha contra la penuria, y con la que habla todas las semanas: «Mi padre me entiende, pero mi madre siempre está llorando. Le digo que quiero ir a verla, pero sabe que no puedo», cuenta Mamadou, que cree que el próximo año podrá viajar a su país.

Ese posible regreso se lo podrá permitir gracias a su fichaje por las categorías inferiores del Elche, episodio que se fraguó tras un viaje a la ciudad alicantina para hacer una prueba. Tuvo éxito. Allí tendrá formación académica y 1.000 euros anuales para sus gastos, además de una serie de primas en función de los partidos que dispute.

En su nueva situación, sueña con otros proyectos cuando gane más dinero, como ayudar a los pobres o construir un centro de acogida en Mali para ayudar a que otros no tengan que jugarse la vida en la patera. Porque, aunque desconocía la historia de la somalí Yusuf, le sirve de acicate para reafirmarse en su nueva convicción: «No volvería a hacerlo. Viajar en la patera fue muy duro. Tuve suerte, pero no se lo recomendaría a nadie», asegura.

Además de todo lo anterior, tiene otra prioridad: saldar la deuda con su amigo, el que le prestó el dinero para hacerse a la mar.

La somalí Yusuf creó su cielo al conmover al público cuando finalizó última su serie de los 200 metros lisos, a 10 segundos de la ganadora, pero acabó en el infierno del cayuco. Mamadou sobrevivió a la patera en la búsqueda de un futuro para los suyos. Y, gracias a ello, puede que un día emocione a todo un estadio.

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