El impasible comerciante chino, preocupado por el daño a su imagen

La «operación Emperador» sacude los cimientos empresariales de una comunidad que ya suma más de 171.000 residentes oficiales en España

ABC, lucía dorronsoromadrid, 22-10-2012

La sombra de la «mafia» sobrevuela en España desde hace años como un mal presagio sobre el próspero comercio chino. El espectacular golpe asestado esta semana a la enraizada trama del capo Gao Ping se ha concretado en «la mayor operación de la historia de la Policía española en la lucha contra el crimen organizado», un «aviso a navegantes», en palabras del ministro de Interior, Jorge Fernández, que no puede significar tomar la parte por el todo. Esta es precisamente la principal reinvidicación de los grandes empresarios y pequeños comerciantes chinos afincados en nuestro país, quienes dicen sentirse «amenazados» por la que consideran una campaña de desprestigio capaz de dañar la imagen de toda una comunidad.

El pasado miércoles, Global Asia, la única revista que se publica en edición bilingüe español – china, se apresuraba a colgar en su web la carta de China Club, una de las principales asociaciones de directivos chinos en España, mostrando su conmoción por lo acontecido en el marco de la «operación Emperador»: «La mayoría de los inmigrantes venidos de China defiende realizan con dedicación y honestidad sus trabajos para contribuir al bienestar de sus familias y al desarrollo de las comunidades en las que participan. La sociedad española no debe albergar ninguna duda sobre el compromiso y el trabajo de los ciudadanos de origen chino para contribuir a la recuperación económica de España». Máxime, en un momento crucial para el comercio entre España y China como el actual, cuando las relaciones oficiales entre ambos Gobiernos gozan de una inmejorable salud. El propio primer ministro chino, Wen Jiabao, ha repetido en varias ocasiones que «España es el mejor amigo de China en Europa». No conviene olvidar que el gigante asiático es además el segundo tenedor de deuda española, con una cifra que superaba ya en 2011 los 25.000 millones de euros.

Con o sin prejuicios, la imagen del imigrante chino que tiene hoy el ciudadano español se debe en gran medida a la proyección laboral que hacen de sí mismos. También al «desconocimiento total o parcial de la cultura china, la cual aprecia a la gente que habla poco y trabaja mucho (…)», sostiene el Dr. Minkang Zhou, del Instituto de Estudios Internacionales e Interculturales de la Universidad Autónoma de Barcelona, en un artículo publicado en el blog Chinipedia, en el que analiza cómo viven los chinos en España y el porqué de su llegada desde la primera oleada significativa de migración, en la década de los cincuenta del siglo XX. Desde entonces, la suma de las barreras lingüísticas y culturales, y del mutismo que caracteriza al colectivo, ha dado como resultado una enorme dificultad a la hora de recopilar datos – oficiales o no – y estimaciones sobre este grupo.

Según el Ministerio de Empleo, el número de residentes chinos en España en junio de 2012 ascendía a 171.603, un 4,06% más con respecto al mismo periodo del año anterior. Si se incluye a los que se encuentran en situación irregular, podríamos estar hablando de unas 250.000 personas. A diferencia de otros grupos de extranjeros, su llegada no se ha visto frenada por la crisis económica. Según los expertos, en los últimos diez años su presencia se ha multiplicado por diez, cifra que, de seguir la misma progresión, podría rozar el medio millón en torno a 2020.

A fecha de septiembre, en la Seguridad Social estaban afiliados 87.185 trabajadores chinos entre régimen general y autónomos. Se trata del colectivo extranjero con mayor número de trabajadores por cuenta propia en España, con cerca de 39.000 autónomos. Un detalle que destaca Marco Wang, pionero de la cooperación China – España, director de los dos mayores diarios chinos en nuestro país («Ouhua» y «El mandarín») y empresario vinculado a la industria de los residuos y la energía.

En los años cincuenta, el primer negocio de estos inmigrantes fue el clásico restaurante chino, con dos focos de atracción principales: Madrid y Barcelona. El «boom» migratorio experimentado a finales de los ochenta, les obligó a adaptarse a la necesidades y oportunidades del mercado, aprovechando dos de sus grandes bazas – trabajar mucho y vender barato – para diversificar su actividad: talleres de confección, tiendas de alimentación, peluquerías, «todo a cien», fruterías… hasta llegar a los 60.000 establecimientos de toda índole que se calculan hoy repartidos por toda la geografía española. El último paso han sido los grandes negocios mayoristas de importación – exportación, ubicados muchos de ellos en Cobo Calleja (Fuenlabrada), el inmenso polígono industrial intervenido hace unos días en Madrid.

Para los chinos, dicen algunos expertos, no existe mejor sistema económico que el que les permita enriquecerse, y para ello soportan condiciones laborales inhumanas. Actitud que resume perfectamente el dueño de un pequeño restaurante: «La mayoría vienen a mejorar su vida, no a vivirla».

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