Un estudiante de electrónica planeaba una matanza en la Universidad balear

La policía detuvo al joven cuando recogía más de 140 kilos de material explosivo El 'Unabomber mallorquín' sentía odio hacia los universitarios A los investigadores les recuerda al asesino noruego de la isla de Utoya

El País, Jesús Duva / Andreu Manresa , 05-10-2012

Juan Manuel Morales Sierra, un joven de 21 años, estaba planeando en la Universidad de Baleares una matanza similar a la perpetrada por dos chicos en una escuela de Columbine (EE UU) el 20 de abril de 1999. La actuación de la policía, que el pasado miércoles detuvo a Morales en Palma de Mallorca, ha evitado una masacre y “ha salvado muchas vidas”, según el ministro del Interior, Jorge Fernández.

Morales, que había estudiado electrónica en un instituto de Formación Profesional, pretendía sembrar de bombas la Universidad de Illes Balears. La Brigada de Información de Mallorca lo arrestó cuando recibía más de 140 kilos de material explosivo adquirido por Internet.

Cinco agentes se habían instalado desde hacía cinco semanas en la terraza del bar Gaudí, situado enfrente de la casa del Unabomber mallorquín, alternándose mañana y tarde para controlar la puerta. Vivía solo en un piso rehabilitado del camino Can Gozleu, en el centro antiguo de Palma de Mallorca.

La investigación comenzó hace cinco meses tras detectarse en Internet diversos comentarios alusivos a la matanza realizada en la escuela de Columbine (EE UU), manifestando sus simpatías por Eric Klebold y Dylan Harris, los dos chicos que mataron con una bomba y a tiros a 12 estudiantes y un profesor. En su blog incluía secciones en las que relataba idénticos gustos musicales que sus héroes, su afición por las armas, su indumentaria e incluso su aislamiento social. En su época de estudiante llegó a enviar una carta en tono intimidatorio a su centro educativo.

Durante estos meses de investigación, intentó en varias ocasiones comprar ilegalmente varias armas. Al no lograrlo, solicitó a la Guardia Civil permiso de tenencia de armas, pero no lo consiguió. Su último objetivo era aprovisionarse de gran cantidad de sustancias explosivas y químicas ya que —como explicaba en su propio blog— sabe cómo fabricar diversos tipos de artefactos.

La Operación Columbainero ha permitido comprobar cómo a través de Internet compró sustancias explosivas y útiles para la fabricación de bombas caseras. El Cuerpo Nacional de Policía le ha intervenido más de 140 kilos de este material, como 125 kilos de amonio nitrato con nitrógeno, una sustancia que por sí sola constituye un explosivo de fragmentación similar al amonal y amosal. Otros 12 kilos de potasio nitrato cristal; 500 gramos de sodio sulfuro hidrato; un litro de ácido nítrico y otro de ácido sulfúrico y un matraz Erlemmeyer de 500 mililitros.

El detenido también había adquirido varias ganzúas para manipular los tubos en los que pretendía armar las bombas. Esas herramientas también le servirían para forzar las cerraduras y robar armas en establecimientos que ya tenía controlados, ante la imposibilidad de adquirirlas por otras vías, según consta en su diario personal.

Según fuentes policiales, se financiaba a través de juegos on line de póquer y otros similares. La Brigada de Información le ha decomisado unos 7.000 euros procedentes del juego en la red.

En su diario personal y en los documentos hallados en su domicilio, el detenido manifiesta su odio a la sociedad, especialmente a los estudiantes universitarios. También explicita su decisión de colocar estratégicamente bombas tipo tubo repletas de metralla en el recinto universitario, admitiendo la posibilidad de suicidarse tras cometer la masacre, según el Ministerio del Interior.

Fuentes de la investigación señalan que Morales fue un adolescente normal, pero que poco a poco fue surgiendo en él un sentimiento de odio social. A algunos investigadores les recuerda a Anders Behring Breivik, el neonazi noruego de 32 años que asesinó a más de 80 personas en Oslo y la isla de Utoya en julio de 2011.

En algunos comentarios vertidos en la Red, exaltaba la supremacía de la raza blanca y dejaba traslucir su aversión hacia los inmigrantes irregulares que viven en España.

También guarda similitudes con el profesor estadounidense Theodore John Kaczynski, conocido como Unabomber, que en torno a 1980 enviaba cartas bomba para protestar contra la moderna sociedad tecnológica.

El chico que leía a Adolf Hitler

Antes de adquirir materiales para explosivos, Juan Manuel Morales leyó a Adolf Hitler. En la pasada primavera sintió atracción por el Mein Kampf, el libro teórico y autobiográfico del dictador. Es la biblia del nazismo.

El chico, que “parecía un adolescente tímido y apocado, que caminaba con la cabeza baja e iba a su mundo”, según varios vecinos, acudió hace meses a la biblioteca pública de Palma. Allí solicitó al bibliotecario Pep Vilchez consultar un ejemplar de la obra de Hitler, de la que se vendieron 50 millones de copias. En su casa tenía un dietario de su vida y proyectos terroristas y en la web fue prolífico en pronunciamientos racistas. Ya adulto, ese resentimiento lo proyectó contra los estudiantes universitarios.

“Me inquietó bastante la petición del libro de Hitler. El joven vino varios días a leerlo. Después regresó a la biblioteca, pero solo trabajó en el ordenador. No leyó ningún otro libro en papel”, explica Vilchez, historiador y exactivista comunista. “Será un loco, pero un loco de extrema derecha”, recalca, tras lamentar no haber abierto una ficha de lector al supuesto terrorista. “La consulta del libro de Hitler —una edición en español de los años 40— no está sujeta a registro de seguridad, porque no es un ejemplar antiguo que requiera una especial protección”, agrega.

Juan Manuel, en su barrio de bares de copas nocturnas y vías estrechas de Sa Quartera y Sa Gerreria, de Palma, habitaba desde hacía dos meses el tercer piso de un edificio rehabilitado. Su calle de Can Gotleu es breve, de apenas tres portales.

Parecía un solitario. Delgaducho, de 1,80 de estatura, se negó a que le abrieran una ficha los empleados de la peluquería a la que solía acudir para cortarse el cabello. “A todos los clientes les hacemos una ficha, pero él no quiso darme sus apellidos. Era muy callado, reservado, iba a su bola. Si le hablabas, no daba pie a la conversación”, dice el peluquero Carlos Suárez.

Las últimas tres semanas, los policías de la Brigada de Información balear, dirigida por el comisario Jesús Aparicio, se apostaban en la plaza cercana a su casa. El camarero del bar Gaudí fue alertado de que cada día tendría una mesa ocupada por varios agentes y le exigieron discreción.

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