Israel ya ha solucionado lo que parecía iba de camino en convertirse en indignación pública, después de que 21 inmigrantes africanos hayan estado en un limbo durante más de una semana en la frontera que separa Egipto de Israel. El Gobierno israelí ha permitido la entrada de tres de los subsaharianos procedentes de Eritrea, dos mujeres, una de ellas embarazada y un niño, mientras que los 18 restantes han tenido que regresar a Egipto. Las imágenes de los inmigrantes sentados al sol, mirando la valla mientras son observados por varios soldados, comenzaba ya a calar en la opinión pública israelí, sobre todo después de que varias ONG acusaran al ejército de no proveer suficiente agua y comida a los eritreos.

Netanyahu, en un mensaje a los medios, ha asegurado que Israel ya no es un destino para los «infiltrados», término con el que el gobierno israelí denomina a los inmigrantes ilegales, sean o no refugiados huyendo de la guerra. «Estamos determinados a parar el flujo de infiltrados que ha habido hasta ahora. Construimos esta valla y ahora el flujo de infiltrados se ha reducido en un 90 por ciento», dijo Netanyahu el jueves, mientras explicaba que su gobierno está preparado para repatriar a los infiltrados que se cuelen en Israel a sus países de orígen.

Ayer, el enviado del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU, William Tal, hizo una petición a Israel para que no enviase a los inmigrantes africanos a Egipto, ya que allí corrían un gran peligro. «Si vuelven a Egipto hay un gran riesgo de que caigan en manos de traficantes de la trata de blancas, y hay pruebas de que muchos son torturados o violados allí», dijo Tal.