Ahora todos somos británicos
El ‘Team GB’ reúne a blancos, negros, asiáticos y latinos, chavales del gueto y la nieta de la reina
La Vanguardia, , 07-08-2012Estos días los políticos no hacen demagogia sobre la inmigración, los británicos de clase alta no piden la expulsión de todos los extranjeros (excepto los jardineros polacos que cuidan de sus jardines, las canguros rumanas que cuidan de sus niños y las enfermeras de Zimbabue que cuidan de sus ancianos padres) y los de clase baja no se quejan de los pakistaníes o europeos del Este que les roban los beneficios sociales, las plazas en los colegios públicos o los pisos de protección oficial. Estos días todos, o casi todos, se emocionan con los éxitos de Mo Farah, Jessica Ennis o Christine Ohuruogu.
Los triunfos de la heptatleta, el corredor de fondo o la medalla de plata en 400 m son grandes victorias personales, pero también del multiculturalismo y el modelo de integración del Reino Unido, que al menos por un tiempo han conseguido acallar las voces de todos los ultraconservadores y neofascistas que llaman plastic britons (británicos de plástico) a todos aquellos que no han nacido en el Reino Unido o que aunque lo hayan hecho tienen orígenes africanos o asiáticos. Aunque sus motivos sean fundamentalmente económicos, el racismo está a flor de piel.
Cuando se trata de reclamar prestaciones del Estado o competir en el mercado laboral, los británicos de origen caribeño, bangladesí o africano no son bienvenidos. Pero cuando se trata de pagar impuestos o ganar medallas en los Juegos son recibidos con los brazos abiertos y considerados de los nuestros. A nadie le importa que la atleta Yamile Aldama (triple salto) sea cubana de nacimiento y esté casada con un escocés, que los progenitores de Ohuruogu sean nigerianos, que el padre de Ennis proceda de Jamaica o Farah naciera en Somalia. Nadie acusa a los campeones de Londres 2012 de robar oportunidades a los ingleses de pura cepa, como ocurriría si trabajasen en los hospitales, la recogida de basuras o la construcción.
Un periodista le hizo a Mohammed Farah, un devoto musulmán nacido en Mogadiscio e hincha del Arsenal, la pregunta capciosa de si se sentía contento de “haber ganado la medalla de oro para Somalia”. “Mire usted –le contestó el campeón–: vine a este país con 8 años, y nunca habría llegado adonde estoy de no ser por los profesores que he tenido y la gente e instituciones que me han ayudado, de manera que me siento tan británico como el que más, y cuando me arropo en la bandera de la Union Jack lo hago de corazón y con toda naturalidad”.
El caso de Farah es perfectamente representativo de la inmensa mayoría de ciudadanos del Reino Unido que han nacido en otros países o son británicos de primera generación. Tienen cariño a la tierra de sus padres y sienten una afinidad hacia ella, pero su país es este por mucho que se haga demagogia sobre los ingleses de origen asiático que quieren que India o Pakistán ganen al cricket, o con el hecho de que los terroristas que pusieron las bombas en el metro de Londres el 7-J fueran nativos de Leeds de origen pakistaní.
“Siempre somos noticia por cosas malas y tenemos que agradecerle a Mo Farah que nos haya puesto en el mapa por algo bueno”, dice Kayes Maxamed, editor del periódico Somali Voice, que se distribuye en una comunidad integrada por un cuarto de millón de personas en Gran Bretaña, una de las más marginadas y pobres, traumatizada por veinte años de guerra civil. Los británicos de origen somalí celebraron en muchos casos el oro de su ídolo rompiendo el ayuno del Ramadán con la puesta de sol, comiendo platos típicos de su país enfundados en camisetas del Team GB y con banderas de la Union Jack.
Si no fueran héroes olímpicos, más de un británico fascistoide miraría a Ennis, Farah, Ohuruogu o Aldana y les espetaría a la cara aquello a lo que están tan acostumbrados los inmigrantes e hijos de inmigrantes: ¡Que se vayan a su país! Pero en estos momentos el Reino Unido vive en estado de excepción y el Team GB reúne a blancos, negros, latinos y asiáticos, estudiantes de escuelas públicas y privadas, chavales del gueto y la nieta de la reina. Viva el multiculturalismo.
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