Antiguo salafista y hoy estudioso y deconstructor del Corán, este francés de origen argelino es el primer creyente en la fe de Alá en hacer pública su homosexualidad en Francia

Un musulmán fuera del armario

El Mundo, RAQUEL VILLAÉCIJA, 24-07-2012

Era todavía un imberbe cuando
la flecha le alcanzó por sorpresa
en el sitio equivocado en la religión
equivocada. El zarandeo
derribó su castillo de normalidad
y le dejó solo, quijote en un desierto
de molinos y gigantes, con
todos los estigmas posibles: árabe,
homosexual y seropositivo.
Aunque el golpe lo atravesó en
tres tiempos, a pequeñas punzadas.
Primero el salafista se encontró
con que se había enamorado
de Ivril. «En aquella época
frecuentaba los círculos salafistas
en Argelia. Cuandome declaré
me di cuenta de que tenía un
problema, mis sentimientos y mi
religión eran incompatibles», declara
Ludovic-Mohamed Zahed,
primer musulmán en hacer pública
su homosexualidad en
Francia, a ELMUNDO.
Llegó la primera negación del
Judas a sí mismo. «Siempre me
habían dicho que la homosexualidad
era una perversión relacionada
con el vicio así que intenté
olvidarme», dice. Pero Cupido
venció a Alá y Ludovic-Mohamed
volvió a la tierra gala donde
se había criado para echar tierra
esta vez sobre el islam.
«Cuando le conté a mi familia
que era gay no se lo tomó bien.
Mi hermana sí lo aceptó, pero mi
hermano, que siempre me acusó
de ser una nena, me rechazó.
Me costó 10 años hacerles entender
a mis padres que esto no
es una enfermedad que se pasa
con el tiempo», explica.
La peregrinación en busca de
una mano tendida le llevó a Tíbet
–se lanzó a los brazos del budismo–
Estados Unidos y Sudáfrica,
donde coqueteó con un
cristianismo que tampoco le devolvió
bumerán perdido. En el
budismo «también había misoginia.
Vi que la discriminación
existe en todos sitios. El problema
no es la religión, sino su lectura
», opina.
Tras su travesía el hijo pródigo
se reconcilió con el islam, esta
vez fuera del armario, orgulloso
de su condición y con la fuerza
suficiente para «deconstruir
el Corán». Ahora el golpe le llegó
por correo, el versículo clínico
que añadía un estigma más a
su lista: «Con 20 años ya era seropositivo,
árabe y homosexual
en Francia. Era demasiado». De
nuevo el quijote abrió la maleta
para ver si hallaba dentro su
identidad. Tras dar la vuelta a
medio mundo para ayudar a los
niños con sida, se dio cuenta de
que lo suyo era ser profeta y volvió
a París para crear la asociación
de musulmanes de Francia,
un hito que busca «luchar contra
el prejuicio, demostrar que el islam
no es una ley, sino una interpretación
de la vida».
Se acabó para siempre el dogma
y Ludovic dejó de ver gigantes.
«El Corán no prohíbe la homosexualidad.
Si no nos dejamos
destruir por la discriminación podemos
ser la vanguardia en temas
de espiritualidad y derechos sexuales
», explica el que defiende la
libertad de cada mujer «a llevar
velo, a liberarse a su ritmo».
En su activismo Ludovic-Mohamed
conoció a Qiyaam, el sudafricano
–también musulmán– con el
que se casó hace justo un año en
Sudáfrica. Por fin el religioso encontró
su piedra filosofal. «El
amor es algo universal, la expresión
de la unidad de Dios, que supone
aceptarse y aceptar a los demás
tal como son. Es la bendición
más grande que existe». Acaba de
publicar el libro Le Coran et la
chair [El Corán y la carne], donde
deconstruye el texto religioso.

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