Desterrados por la revolución
Tawargha fue arrasada y sus habitantes fueron expulsados por las milicias. Desde hace un año,malviven en campos de desplazados
El Mundo, , 09-07-2012La revolución que liberó a los libios
de las garras de la dictadura de Gadafi
ha dejado fantasmas por el camino.
Fantasmas de carne y hueso
que caminan intentando no ser vistos
tras ser despojados de sus tierras
y casas. Así, como almas en
pena cargando con los pecados de
una guerra, se encuentran los habitantes
de Tawargha, una ciudad
que ya no existe. Fue arrasada porlas milicias de Misrata hace un año
y sus 30.000 habitantes tuvieron
que huir para no perder la vida.
«Tuvimos que salir de casa con
todas nuestras pertenencias. Yo estaba
embarazada y tuve que hacer
a pie 60 kilómetros. Aquí, en este
campo, di a luz al tercero de mis hijos.
Doy gracias a Dios por ser tan
fuerte», cuenta Suad Ali Ramadan
en uno de los barracones abandonados
durante la guerra por una
empresa de construcción turca en
Trípoli. Allí se refugia con otras
1.600 personas. Esta mujer de piel
café vive en una pequeña habitación
junto a su marido y sus tres
hijos pequeños. «Aquí cocino, vivimos
y dormimos», señala en la
destartalada estancia cubierta de
esteras y colchonetas. El humo de
las cacerolas en un hornillo impregna
la habitación.
Uno de los pequeños,Moez, permanece
tumbado sin fuerzas. «Está
enfermo desde que llegamos: no
come y se orina en la cama», dice
su madre. A su lado, aparentemente
ajenos al drama, juegan sus hermanos
más pequeños. En el conocido
como Turkish camp hay 400
niños menores de 10 años. Un total
de 270 familias ocupan los barracones
de los trabajadores de laconstrucción: una familia por habitación.
«Muchos de estos refugiados
sufren depresión y dolores físicos
que en realidad son un reflejo
de su situación mental. Ven que su
sino no tiene solución y están frustrados.
Necesitan apoyo psicosocial
», apunta Klaus Täuber, doctor
de Médicos Sin Fronteras que los
visita en una clínica móvil dos veces
por semana.
Durante la guerra, los habitantes
de Tawargha fueron acusados de
cometer los crímenes más horribles
contra la vecina ciudad de
Misrata: violaciones, saqueos y
asesinatos. Cuando los rebeldes
expulsaron a las fuerzas
gadafistas de la ciudad,
se vengaron de Tawargha,
que fue una de
las bases del ejército de
Gadafi durante el asedio.
Cuando el régimen se
derrumbó, los misratíes
iniciaron un castigo colectivo,
forzando a sus
30.000 habitantes a exiliarse
y practicando la
estrategia de tierra quemada:
arrasaron la ciudad
hasta no dejar piedra
sobre piedra para
que no volvieran nunca.
«Nuestro pueblo está
vacío. Las fuerzas de
Misrata nos atacaron en
agosto en nuestras casas
y nos bombardearon. En
un solo día salieron de Tawargha
10.000 personas. Algunas se fueron
a Sirte, Sebha o Trípoli. Era ramadán,
por lo tanto estábamos haciendo
el ayuno, y pasamos dos días
caminando por la carretera»,
recuerda Mabruk Tawarghi, responsable
del Consejo de la ciudad.
Desde su expulsión, esta gente
ha pululado por varias ciudades
del país. Pero nadie los quiere. Miles
de ellos acabaron en varios
campos de desplazados forzosos
en las afueras de Trípoli y de Bengasi.
Otros miles están diseminados
por toda Libia. No pueden salir
de los campamentos porque son
objeto de ataques y detenciones.
Los hombres no tienen trabajo.
Estigmatizados por su supuesto
papel en el conflicto, los tawarghas
arrastran otro problema: el racismo
de los libios hacia las personas
de raza negra. Son descendientes
de antiguos esclavos negros que, al
ser liberados con la abolición de la
esclavitud, fundaron este enclave.
Tawargha era la única ciudad del
litoral libio donde la mayoría de
población era de piel oscura.
Pero Tawargha ya no existe. «El
futuro de esta gente es totalmente
incierto», señala Täuber. «No sé si
lograremos volver algún día», confiesa
Mabruk Tawarghi. Aunque
son los parias de la nueva Libia, estos
desterrados votaron el sábado
en las primeras elecciones libres
en más de medio siglo. Cuatro candidatos
de la ciudad se presentaban
a la Asamblea nacional. Tawarghi
añade: «Creemos en la nueva
Libia y queremos completarla».
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