La razón del humanismo / Escuela de verano de la UCAV

Unos vinieron y otros se van; por Ángel Rivero

La Razón, 24-06-2012

El nomadismo ha sido la condición normal de la humanidad durante gran  parte de su historia, pero la civilización se ha asociado con la sedentarización y con la vinculación entre población y territorio. Y  aunque forma parte de la naturaleza de las cosas que los hombres busquen su sustento allí donde se encuentran, la llegada de forasteros  siempre es motivo de suspicacia por parte de los aborígenes.La inmigración, la llegada de una considerable población extranjera con el propósito de establecerse en España en busca de trabajo o de una nueva vida, ha sido un fenómeno reciente y novedoso. España  tradicionalmente apenas conoció la presencia de extranjeros en su  territorio. Gascones, gitanos y flamencos, que llegaron por aquí con el nacimiento de la modernidad, no fueron bienvenidos. Judíos y  moriscos, siendo naturales del país, fueron expulsados.

Pero desde el descubrimiento de América, España se convirtió en un  país de emigración, y millones de españoles buscaron mejor fortuna en  otras tierras. Esta corriente de los que abandonaban su tierra natal  se convirtió, poco antes del comienzo del siglo XX, en una verdadera  multitud por millones que marchó a América y después a la Europa  occidental. Con el final del siglo XX, el éxodo ya había terminado. Con el cambio de siglo, en apenas dos décadas, el torrente millonario  de la inmigración se encauzó hacia España, igualándonos, en  porcentajes de población, con aquellos países que en el mundo  contemporáneo habían sido los destinos naturales de la emigración del  mundo. Esta inmigración ha cambiado la fisionomía de ciudades y pueblos, en  algunos lugares de forma radical e irreversible, y nos ha enseñado a  practicar la tolerancia. También nos ha acostumbrado a que otros se  ocupen de aquello que no nos gusta hacer por nosotros mismos. Ahora, con la crisis económica, muchos inmigrantes vuelven a emigrar a otros  lugares, unos de vuelta a su patria de nacimiento, con éxito o  desalentados; otros continúan su viaje en busca de una vida mejor. Lo  mismo que muchos españoles, que vuelven a buscar fuera lo que aquí no  encuentran. Para algunos es esta una válvula de escape del malestar social. Pero se les va a echar de menos: los de aquí tendrán que aprender a hacerse la cama, pasar la escoba y cuidar de sus padres. 

Además, habrán de enfrentarse al invierno demográfico de una población  envejecida y sin recambio.
Ángel Rivero
Profesor de Teoría Política de la Universidad Autónoma de Madrid

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