Sufrió malos tratos desde los tres hasta los 27 años; perdió su bebé estando encinta a los 15 a causa de la paliza que le propinó su pareja; su suegra trató de prostituirla. Hasta que en 2011 aterrizó en Barcelona y su suerte cambió. Desde hace seis meses tiene un contrato indefinido. Esta es la historia de un nacimiento: el de Narcisa
La vida en un puño
El Mundo, , 29-04-2012No es porque piense que su pareja
vaya a regresar a pegarla, como
cuando tomó su tripa por un saco
de boxeo y le mató el feto a puñetazos
a los 15 años.
No es porque crea que su suegra
vaya a localizarla y vuelva a tratar
de prostituirla, como cuando su
pequeña tenía dos meses en la
trastienda y el borracho de la barra,
cerca de 70 castañas.
No es porque siga teniendo pesadillas
con que el novio la vaya a
ahorcar, no. Ni porque recuerde a
su padre pegando a su madre y la
niña que era entonces fuese «una
zorra igual que ella». Ni porque
piense que todos los del colegio se
vayan a volver a reír de su discapacidad,
como cuando en el recreo
llevaba metida la mano en
una bolsa para que no se la vieran
y callaba.
Si no quiere que la retratemos
contenta es porque tiene miedo de
que todo sea uno: salir ella, contar
su historia, saberse todo y, zas, que
se le vele la felicidad. La felicidad,
esa escarcha que se derrite si la tocas.
Por eso no da la cara. Esa cara
que luce Narcisa con una cicatriz
con historia en el labio superior.
Lo dirá casi al final con una
mueca marcada.
– A mí me ha sonreído la crisis.
Y entonces sabremos que Narcisa
lleva desde enero de 2011 en España.
Que logró un contrato indefinido
de administrativo hace seis
meses y que ha conseguido regularizar
su situación. Que hace sólo
unas semanas que logró traerse a
sus dos hijas desde Ecuador y que
ya estamos todos, seis en total, en
un pisito de Barcelona: su madre,
su padrastro, sus dos hijas, su hermano
y ella. Entonces sabremos
que un anillo de compromiso te
puede dejar marcada de por vida
la sonrisa.
«Nadie sabe lo que he pasado.
Pero hoy puedo decir que, por
muy mal que te vaya el cuento,
siempre puede haber un final feliz.
Sí, me ha ido bien con la crisis.
Raro, ¿no?».
Lo que ha pasado Narcisa le empezó
a pasar a los tres años en Durán
(Ecuador), cuando papá perseguía
borracho a mamá con un cu-
SANTI COGOLLUDO
chillo y ella era metida literalmente
«a patadas» en casa. Iba al colegio
con su discapacidad y allí era
«Narcisa mano mocha» en clase.
Regresaba del aula a casa y allá
era «Narcisa te voy a matar».
«Mamá andaba con los labios
partidos, la cara morada, así estábamos…
Hasta que nos hartamos
y huimos las dos a Guayaquil», recuerda.
«Allí me enamoré de un
chico y nos hicimos novios. Yo tenía
14 años y él, 18; y nos fuimos a
vivir con su mamá a un pueblo.
Esto es muy normal en mi país. Al
principio todo fue lindo. Pero
cuando me dejó embarazada a los
15, empezó a pegarme y mató al
feto a puñetazos. El doctor me
preguntó que si me había caído y
le dije que sí, a ver. El novio me pidió
perdón y le perdoné, a ver. Volvió
a portarse bien».
La primera hija que alumbró un
tiempo después no paró el golpe.
La segunda lo multiplicó.
Sucedió que un día el novio llegó
bebido, agarró a la mujer por el
cuello y la violó. Así que cuando
Narcisa le fue con que iba a ser
padre de nuevo, él se enfureció, dijo
que el hijo no era suyo y hubo
una vajilla rota. Las cosas: él se
había olvidado de aquel ultraje
empapado en tequila; ella no paraba
de recordarlo.
«Me pegaba puñetazos en la cara
por celos. Yo me cubría, pero en
cuanto bajaba los brazos me volvía
a dar».
CINCO BROTES VERDES / y 5. NARCISA S.
En esta road movie fronteriza y
latina, Narcisa fue llevada esta vez
a Riobamba, en una forma extraña
de secuestro consentido. La pequeña
tenía dos meses. La mayor, un
año. Y la madre no tuvo arrestos
para saltar del coche a la carrera y
tirar sola de tanto carro.
«Me llevó a una ciudad que está
aún más lejos de Guayaquil. Me dijo
que si quería dar de comer a mis
hijas tenía que ponerme a trabajar,
‘Ándate a trabajar donde mamá’,
me obligó. Y fui. A ver».
Lo de mamá era un prostíbulo. A
Narcisa le dijeron que sólo iba a poner
cervezas, pero acabaron pidiéndole
barra libre ymás. Fue un hombre
entrado en años el que lo hizo.
Que cuánto cobraba por el polvo.
Eso le preguntó. Que cuánto cobraba.
Cuando le fue a la suegra con
aquéllo y ésta le contestó que tenía
que hacerlo «para ganarmás», Narcisa
esperó a que no hubiera nadie,
cogió a sus hijas, le prendió fuego a
los colchones y huyó.
Cuando al cabo le reveló todo a
su madre –lo del aborto, lo de las
palizas, lo de la prostitución, lo de
la violación, lo del incendio, lo que
contó entonces y hoy calla–, aquélla
escuchó esta historia por primera
vez. Cuando terminó de contarle,
estaba saliendo el sol.
Hablaron de irse a España, pero
los familiares les dijeron que no vinieran,
que había «crisis». Ya ven,
con lo que da de sí esta palabra,
tan manoseada hoy, junto al nombre
de Narcisa.
«Llegué muy mal. Una persona
me habló de una asociación que
trabaja con víctimas de violencia,
donde no sólo me ayudaron a sacar
todo esto que ahora le cuento a
usted, sino que me acabaron ofreciendo
un empleo indefinido», señala.
«¿El maltratador? Él nunca
quiso ponerle sus apellidos a las
niñas, con lo que sacarlas fue más
fácil. Están aquí desde hace unas
semanas y ya todo está en orden.
Ya pasó la crisis, ya pasó».
En enero de 2011 aterrizaba en
Barcelona una chica con la sonrisa
arañada, como la carrocería del
viejo Ford Thunderbird de Thelma
y Louise.
Tendría unos 30 años. Bajaba sola
por la escaleras del avión pero
era muchas. Escondía una mano
detrás del bolso. Lucía una cicatriz
en el labio superior.
– Te queríamos hacer una foto
contenta, Narcisa.
– Mejor no.
Narcisa, que se lleva la mano a
la boca y suspira porque le ha costado
mucho soltar todo esto, «no se
crean». Narcisa que hizo crack.
Narcisa cotizando al alza. Narcisa
y la muesca.
O
>Vea hoy en EL MUNDO en
Orbyt el testimonio de Narcisa.
«Cuando estaba
embarazada, empezó
a darme puñetazos
y mató al feto»
«Por muy mal que
te vaya el cuento,
siempre puede
haber un final feliz»
La vida en un puño
Sufrió malos tratos desde los tres hasta los 27 años; perdió su bebé estando encinta a los 15 a causa de la paliza
que le propinó su pareja; su suegra trató de prostituirla. Hasta que en 2011 aterrizó en Barcelona y su suerte
cambió. Desde hace seis meses tiene un contrato indefinido. Esta es la historia de un nacimiento: el de Narcisa
>Fuera crisis. Llegó hace un año y los ocho primeros meses
no logró ningún empleo. A través de unos talleres de atención
psicosocial, logró rehacer su vida y eludir la crisis. Ya trabaja.
Sus dos hijas (de 12 y 14 años) están con ella en Barcelona.
>«Que no aguanten ni un insulto». «La violencia no
tiene que aguantarse por nada del mundo. Ni por los hijos ni
por nadie. Que no aguanten ni un insulto. Los golpes cicatrizan.
Pero los insultos, no», dice. «Las crisis pasan. De eso sé».
>Víctimas discapacitadas. En 2011, Narcisa participó en un
programa específico para discapacitadas víctimas de la violencia
machista junto con181mujeres de seis comunidades autónomas
(a cargo de la Confederación Española de personas con Discapacidad
Física y Orgánica y La Caixa).En2012, seránatendidas 380.
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