Bravo Murillo, un nuevo «chinatown»

Esta vía comercial se ha transformado en dos años. Los chinos toman el testigo al cierre de negocios españoles

ABC, tatiana g. rivasmadridt. g. r. madrid, 20-05-2012

Los cuatro kilómetros que dan vida a la calle de Bravo Murillo, una importante vía comercial de la capital, han cambiado su fisonomía. En los últimos dos años, a pie de calle, decenas de empresarios españoles han clausurado sus negocios debido a la crisis. Esos mismos establecimientos han vuelto a retomar la actividad siendo realquilados y regentados por comerciantes chinos. Los dueños de los locales de toda la vida en este barrio aseguran llegar a fin de mes «a duras penas». La cuestión es que, sumado a la recesión y las escasas ventas, la conversión de esta calle en un nuevo «chinatown» les amenaza hasta el punto de tirar la toalla, para ser recogida por los ciudadanos del gigante asiático.

En el número 286 de Bravo Murillo cuelga, como en decenas de locales, un cartel de «se alquila». Su propietario, José Ignacio Calvo informa a través del teléfono de que esa misma mañana se ha cerrado el contrato con un nuevo arrendatario: «un empresario chino». Hace unos meses ese establecimiento de cerca de 160 metros cuadrados distribuidos en dos plantas era una peluquería de Marco Aldany que se declaró en concurso voluntario de acreedores el pasado mes de febrero; ahora volverá a abrir reconvertida en una peluquería de chinos, algo que ya abunda en esta vía.

«A nosotros nos da igual a quién se lo alquilemos, pero está claro que estos inmigrantes son una garantía de que te van a pagar sin problemas», manifiesta José Ignacio, quien especifica que se solicita una mensualidad de 2.000 euros.

Antagónicos son el rótulo del establecimiento donde Lourdes trabaja, «La positiva», y su impresión sobre el futuro del negocio español en esta calle: «Cada vez está peor. Mis jefes han bajado los precios para igualarlos a los chinos. De momento no tienen pensado cerrar, pero no funcionamos bien», sostiene esta dependienta de ropa de niños.

Ángel Menéndez y Pilar, un matrimonio de septuagenarios, viven en el barrio desde que nacieron. «He contado 70 tiendas cerradas desde Plaza Castilla hasta Cuatro Caminos. Antes era un encanto, pero esto ya no hay quien lo reconozca», expresa Ángel. «Tienen lo mismo en todas las tiendas», añade ella. Sin embargo, Ángel y Pilar se encuentran en ese momento buscando un establecimiento de chinos para que les pongan el reloj en hora. Los mismos confiesan: «Al final les acabas comprando. Venden relojes a precios de pila, pero está claro: están matando el negocio español».

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