D., historia de una contradicción

Interior mantiene en el CIE a un irregular sin antecedentes y con dos hijos 'españoles' a pesar de que su 'número dos' dijo que no expulsarían a los que demostraran arraigo

El Mundo, PEDRO SIMÓN MADRID , 16-05-2012

Lleva desde 2004 en España, nada le ata ya a Nigeria, tuvo papeles hasta que la crisis agusanó un trabajo donde vendía flores y es padre de dos críos made in Triana: una niña de siete meses llamada Elisabeth y un hijo de cinco años, David, que gasta el mismo acento que un socio del Betis.

-Mare, ¿y papá andestá?

Cuando el número dos de Interior, Ignacio Ulloa, dijo hace dos semanas que los inmigrantes indocumentados que demostrasen arraigo social no serían deportados, se estaba refiriendo exactamente a casos como el de D. Aquí está el ejemplo al que se refería. Pero el caso es que D. si nada lo impide está ya listo para ser repatriado a su país natal.

-Mare, ¿y papá andestá?

Papá está en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Madrid, adonde fue a parar el día en que la Policía le sorprendió vendiendo paquetes de pañuelos en un semáforo. Fue en Granada. Lo del ilícito de los kleenex y el no tener documentación fue en Granada. Cuando fue trasladado a Madrid para ser encerrado en Aluche era el 10 de abril de 2012. Veinte días después habló el número dos de Interior. Y ahí sigue D., retenido, cuyo plazo de estancia en España se agota el domingo.

Antes las flores y la tarjeta de residencia. Ahora las espinas y la expulsión. En sólo tres años: rojo, amarillo y verde, como en el semáforo de los pañuelos.

Poco más puede decir de este cambio tan brusco Gladys, la esposa, que espera noticias en una habitación alquilada de Granada donde viven (vivían) los cuatro y cuyos 240 euros de alquiler se los pone una vecina.

«Mi marido no querer hacer cosas malas. Por eso vender pañuelos. Los niños tener que comer, necesitar ropa… Vivir con dos pequeños no ser fácil. Nosotros ser como de España. No tener familia en Nigeria. David pregunta todos días por dónde padre».

La historia de D. está en el recurso interpuesto por su abogada ante el Juzgado número 2 de lo Contencioso Administrativo de Granada para tratar de frenar un retorno que no quiere Interior.

La historia de Gladys se resume en una imagen: la de cuando aún vivían en Sevilla y ella iba con su enorme figura de embazarada a cargar agua en la fuente, porque en casa no podían pagarla.

Ni la luz. Ni el gas. Ni el alquiler. Ni la comida de los niños.

Hasta que perdió el trabajo, sí. Hasta que perdió el trabajo el nigeriano fue un empleado floricultor que pudo con todo y que veía Andalucía como tierra de promisión. La tarjeta de residencia le duró hasta 2009. Luego todo fue un afán sin premio: el de encontrar un salario que nunca encontró.

Así que al hombre sin antecedentes penales y con dos hijos españoles le pescaron con unos pañuelos junto a un muñequito en ámbar el pasado abril. Como teclearon su nombre y vieron que ya tenía un expediente de expulsión desde 2011 (que fue recurrido sin éxito), acabó siendo internado directamente en el CIE. Y desde allí nos viene este remite urgente.

«El viernes hay un avión para Nigeria y mucho nos tememos que será retornado en él», señala Virginia Font de Matas, su abogada. «De suceder, sería una irracionalidad manifiesta, algo fuera de todo lugar. No se puede pagar una irregularidad administrativa con una privación de libertad y con la expulsión. Porque el impacto es desmedido. Él tiene arraigo acreditado, dos críos que se quedarán sin la figura paterna si es devuelto a Nigeria. La vida de la familia está aquí. No allá».

D. es creyente evangélico y la semana pasada solicitó asilo en el CIE porque teme volver a su país. Sería un incendio hacerlo. En la zona en la que él vive, grupos terroristas de corte islámico atacan iglesias y comunidades cristianas.

«Es bastante religioso y tiene mucha fe en que va a salir», cuenta Adriana Osset, voluntaria de la ONG Pueblos Unidos que ha ido cinco veces a visitarlo. «Siempre me recibe con una sonrisa, está preocupado por los demás internos y se lleva muy bien con los policías. La frase que más repite es que él no sabía que estaba irregular. Cuando se acuerda de sus hijos, le entra el agobio».

Cuando llamamos a Gladys, la esposa pensó que lo hacíamos para informarle de que había quedado libre.

Es David el que grita al otro lado del auricular. David cinco años, que ha oído el ring ring y se pensaba que el periodista era el padre. David, que quiere ver dibujos y no le deja a la madre hablar por teléfono.

-Mare, ¿y papá andestá?

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