¿Es el Casco Medieval un gueto?

El Correo, ROSA CANCHO, 14-05-2012

Los vitorianos desconocemos por completo a los inmigrantes y sus inquietudes. Cegados por la xenofobia, agobiados por una crisis que lleva a culpar al foráneo de todo lo malo, arrebatados a veces por un sentimiento de lo alavés etnocentrista e ignorantes, llegamos a decir que entre nosotros se han instalado un 25% de ciudadanos de otras culturas cuando no llegan al 10%. Y además creemos que todos viven en el Casco Viejo y el barrio de Coronación, en territorios sin ley, y les culpamos sin sonrojo de cometer fraudes sociales generalizados, de incrementar la inseguridad ciudadana y de organizar bandas de delincuentes.

Nada de esto tiene que ver con la realidad de la inmigración en Vitoria. El antropólogo Jesús Prieto Mendaza lleva más de cinco años recorriendo a diario las calles del Casco Medieval y aledaños, se ha entrevistado con más de 400 personas llegadas de otros países, ha hablado con colectivos y ONGs y representantes institucionales, ha viajado a los países de origen de algunos de sus entrevistados y ha patrullado con la Policía los distritos más marginales de Madrid. Esto le ha permitido revisar su tesis y reflexionar sobre si hay un gueto o un refugio para los extranjeros en la capital alavesa.

En sus conclusiones Prieto plantea la disyuntiva de si la ‘almendra’ es gueto o refugio. Convencido de que Vitoria dispone de una larga trayectoria en políticas de integración cultural y las herramientas adecuadas para evitar la exclusión, asegura que hablar de gueto es «exagerado. De ninguna manera la realidad del Casco Viejo es comparable a la de San Francisco en Bilbao, El Puche en Almería, la barriada de Orriols en Valencia, Vallecas en Madrid, La Mina de Barcelona o las famosas Tres Mil Viviendas en Sevilla».

Por la «normalización»

Comparte con otros autores la impresión de que la zona medieval mantiene su identidad como barrio «popular, genuino y exponente de una forma auténtica de vivir el vitorianismo». Lo que ocurre es que «ese sentimiento ha de convivir ahora con nuevas formas de entender la vida social».

El antropólogo defiende asimismo la seguridad de la ‘almendra’, aunque sí que considera que existen indicios de guetización como el deterioro de algunas calles y edificios y que también se comenten delitos, pero «en una proporción asumible por una sociedad como la vitoriana con posibilidades reales de intervención».

Pero se diga lo que se diga el barrio está estigmatizado. Eso le hace también preguntar a Prieto por qué el inmigrante, obligado a abandonar su casa en busca de un futuro mejor, se siente cómodo allí y encuentra su refugio.

Esta claro, sostiene el antropólogo, que se siente seguro frente a la hostilidad exterior, puede hablar en su lengua materna con otros compatriotas, hay lugares como teterías o bares similares a los de sus países de origen, están las mezquitas, siente la solidaridad del grupo, en los colegios de la zona hay niños de su mismo origen y sus profesores conocen la realidad de la inmigración… La lista es larga e incluye un factor económico; los pisos, de peor calidad, son también los más baratos. « Es un espacio en el que no se sentirán señalados como portadores del estigma, esa forma sibilina y cruel de violencia silenciosa contra ellos».

Ahora bien, agrega Prieto, también hay quien pretende salir de ahí porque no desea sentir la presión de grupo, porque quiere olvidar los paisajes de origen y buscar mejores viviendas o centros escolares con menos población extranjera.

Prieto encuentra en la «normalización de barrio» una buena salida para evitar su guetización. Eso exige una serie de planes integrales y medidas que el investigador va desgranando a lo largo de su prolija tesis. Con ella pretende contribuir al conocimiento de la inserción de la población inmigrante en determinados espacios de Vitoria, propiciar la reflexión y el debate compartido sobre los posible indicadores de guetización, servir de instrumento a todos los agentes implicados en esa normalización, fomentar «la acción conjunta que evite el deterioro urbanístico, humano y social de nuestros espacios ciudadanos» y, sobre todo, favorecer el conocimiento mutuo y el encuentro enriquecedor de las dos partes.

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