HUBO un tiempo, antes de la crisis, en el que los inmigrantes llegaban por oleadas para subirse al tren del milagro español, hecho de ladrillo y cemento. Pero el edificio se desmoronó y ahora, como sobras en el plato, son arrojados a la basura. Se ha abierto la veda y los más lenguaraces pretenden engordar su granero de votos apaleando dialécticamente a los indocumentados atrapados en el sueño occidental. Supongo que no es casualidad que las lenguas sin pelos que más se dejan oír provengan del PP. Su presidente en Euskadi, Antonio Basagoiti, dijo hace un par de semanas que la teta de la sanidad pública no da más leche, así que la que almacena debe ser para amamantar “a los de casa”. Eso en Euskadi, porque en Catalunya, su compañero de filas Xavier García Albiol, alcalde de Badalona, va más allá y directamente aboga por largarles con una patada en el culo. “O aceptan nuestros valores o que se vuelvan por donde han venido”. No es esta una voz aislada. Sus tesis han anidado con éxito en el seno del PP de Catalunya, que las ha incorporado al proyecto en el congreso que ha celebrado el fin de semana. No sé ustedes, pero yo no encuentro muchas diferencias con lo que dicen personajes como Marine Le Pen o el último grito en neofascismo, el líder griego de Amanecer Dorado, Nikolaos Michaloliakos. La última perla la acabo de oír en boca del alcalde Vitoria y autor de la ponencia sobre politica social de su partido, Javier Maroto. Dice que con el PP, se ha acabado “venir aquí a vivir de la sopa boba”. Le ha faltado añadir que la sopa boba es toda para Bankia.