Los políticos griegos 'hacen negocio' con los inmigrantes

Los candidatos endurecen sus discursos sobre los extranjeros para ganar votos

El Mundo, HÉCTOR ESTEPA ATENAS ESPECIAL PARA EL MUNDO , 03-05-2012

«Nos están utilizando para ganar votos», afirma Maghar Ghandi, representante de la comunidad india en Atenas. No se trata de un eslogan personal, podría ser fácilmente extrapolable al pensamiento de la mayoría de los inmigrantes en Grecia. La grave crisis económica que atraviesa el país no es, sorprendentemente, el principal asunto de debate político de cara a las elecciones que se celebrarán este domingo. Hace semanas tomó la delantera la situación de los inmigrantes .

Conscientes de la creciente impopularidad de la población extranjera el 90% de los helenos cree que los inmigrantes son responsables del incremento de la violencia y el crimen, según una encuesta del periódico To Vilma, los principales partidos se han apresurado a sacar beneficio.

El discurso de sus candidatos se ha ido endureciendo con el paso de las semanas. Antonis Samaras, el candidato del partido conservador Nueva Democracia, líder en las encuestas con un 21,5% de apoyo, ha reclamado la «madre tierra» para los griegos. La semana pasada anunció su plan para revocar la Ley de Ciudadanía de 2010 que daba la nacionalidad a la segunda generación de extranjeros: «Nuestras ciudades han sido tomadas por inmigrantes ilegales y debemos retomarlas», aseguró en un discurso público.

El socialista Venizelos (Pasok), segundo en las encuestas con un 14% de apoyo, ha admitido el problema y ha apoyado medidas para controlar la inmigración ilegal, como la construcción de 30 nuevos centros de internamiento para inmigrantes . «Están tratando a quienes vienen a nuestra tierra para ganarse el pan como la causa de la crisis. Así quieren capear la inoperancia de las medidas de austeridad», asegura Petros Constandino, coordinador de Unidos Contra el Racismo, un colectivo capitalino de ayuda a los inmigrantes .

Los partidos extremistas mantienen posiciones todavía más radicales: por un lado, Aleka Papariga, candidata del Partido Comunista (KKE, 11% de apoyo) ha admitido que su partido no tiene un plan específico para luchar contra la inmigración: «No podemos tirarlos al mar, van a seguir viniendo, sólo podemos atenderles de la mejor forma».

Por el contrario, los partidos de extrema derecha han tomado la delantera en el discurso contra la inmigración. El partido Amanecer Dorado, definido como «nacionalsocialista» por su líder Nikolaos Michaloliakos, ha basado toda su campaña en una crítica constante a la inmigración, granjeándose un rápido ascenso en las encuestas. Esta agrupación disfruta de un 5,5% de apoyo y es acusada por los medios locales y las asociaciones proinmigrantes de organizar grupos callejeros para propinar palizas a los extranjeros.

Muzaffar Alí es paquistaní y tiene un pequeño locutorio en la avenida Kiffisias, en el centro de Atenas. Dice estar atemorizado por las constantes palizas: «Un grupo de encapuchados entró en casa de unos amigos y acabaron en el hospital molidos a patadas y puñetazos. Todo el mundo sabe que son de Amanecer Dorado», explica. «Antes me gustaba pasear por la calle, ahora de la tienda voy directo a mi casa. Me da miedo lo que pueda pasar. Lo peor es que la policía no hace nada, por mucho que denuncies casi nunca capturan a los agresores. Eso si puedes denunciar, porque si eres ilegal no tienes derecho», añade este comerciante.

«Todos estamos muy asustados», asegura Jusef Samuil, representante de la comunidad egipcia en Grecia: «Un ciudadano egipcio fue asesinado por las bandas de ultraderecha hace unas semanas, nos estamos organizando para buscar a quienes perpetraron el crimen».

Los ataques son, además, selectivos. Según las asociaciones proinmigrantes , se han centrado en individuos arábigos y asiáticos. «A los ciudadanos de la Europa del Este se les considera parte del mismo pueblo», explica el activista Constandino, que señala el componente racista de los grupos callejeros.

La inmigración es un fenómeno nuevo para Grecia. Hasta principios de los 90, la población extranjera era residual en las ciudades helenas. En las dos últimas décadas se han establecido en el país 1,1 millones de inmigrantes que suponen un 10% de la población. Las autoridades estiman que 400.000 son indocumentados. La mayoría proviene de África y Asia, sobre todo de Afganistán, Pakistán y Bangladesh. No fueron un problema real hasta que la crisis comenzó a llamar a las puertas de Grecia. Con un 21,8% de desempleo que llega al 50% para los menores de 25 años, la percepción cambió para muchos: «Los griegos antes eran muy hospitalarios y nos ayudaban mucho, incluidas las autoridades. Ahora no, cada vez hay más gente que nos mira con recelo por la calle», asegura Samuil.

«Tampoco ayuda a crear una buena convivencia el constante descrédito de las autoridades griegas», señala Constandino. Entre ellas, destaca una medida adoptada en abril por el Ejecutivo: la detención indefinida de inmigrantes sospechosos de portar enfermedades para realizarles chequeos de salud.

Esta política va destinada a aquellos extranjeros que viven en condiciones no higiénicas, consumen drogas y también a los trabajadores sexuales. No distingue, además, entre quienes solicitan asilo y el resto de inmigrantes . «Cualquiera que no tenga protección internacional y sea simplemente ilegal será repatriado», afirmó el ministro de Interior, Michalis Chrysochoidis. La policía helena ha realizado cientos de registros en las últimas semanas con el objetivo de localizar apartamentos sobreocupados en el centro de Atenas.

«El problema es que en este país en crisis no cabemos todos, la economía no puede sostener, ahora mismo, a más de 10 millones de personas», asegura Alexandros Malohou, representante de la Casa Venezolana de Atenas. Él, griego de nacimiento, comenta haber vivido las dos caras de la moneda: conoce perfectamente la pobreza tras haber residido en la Venezuela de los años 80. «Es completamente lícito que ellos quieran venir, pero este sistema no puede darles un trabajo ahora mismo», puntualiza.

Esto no es algo que los inmigrantes ignoren. Por el contrario, cerca de 300.000 han dejado ya Grecia para volver a sus países de origen o buscar suerte en otros lugares de Europa. «Hace dos años facturaba un mínimo de 100 euros al día. El negocio me ha dado esta tarde cinco euros. Si esto sigue así tres meses más, tendré que marcharme», relata con tristeza Muzzagar Alí en su locutorio de la calle Kifissias.

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