Génova y la última humillación del calcio
El club deberá jugar dos partidos a puerta cerrada después de que los ultras detuviesen el partido y obligasen a los futbolistas locales a quitarse sus camisetas
ABC, , 24-04-2012El fútbol italiano vive otro lunes de repulsa tras los incidentes acaecidos en el estadio Luigi Ferraris de Génova, donde este domingo un grupo de hinchas detuvo un partido de la Serie A y obligó a varios futbolistas locales a despojarse de sus camisetas al entender que con su pobre rendimiento en el césped. El club deberá jugar los dos últimos partidos como local de la presente temporada a puerta cerrada.
La temporada no ha sido fácil para un Génova que vive a un punto del drama del descenso. Desde su regreso a la Serie A en 2007, el club no había bajado de la novena posición en liga y llegó hasta la cuarta plaza gracias a los goles de Diego Milito, ahora en el Inter. Un presente casi glorioso para un equipo que ganó su último campeonato italiano en 1924 y ha pasado varias décadas a la sombra de la Sampdoria, el equipo que disputó la final de Wembley al Barça de Cruyff. Ahora, los «blucerchiati» tratan de regresar a la Serie A y devolver a la ciudad un derbi que ha sido tradicionalmente uno de los más problemáticos del calcio.
Nada más comenzar la segunda parte del Génova-Siena, que marchaba con victoria 0-4 visitante, la «Gradinata Nord» el fondo donde se agrupan los sectores más radicales decidió parar el partido con el lanzamiento de petardos y bengalas. A partir de ahí, la «vergüenza» según denuncian los principales medios italianos. Un grupo de ultras accedió al campo y pidió la camiseta de los jugadores locales al entender que su actuación era una «deshonra» para el club. Al ver el panorama los jugadores del Siena se refugiaron en los vestuarios, mientras que varios futbolistas del Génova entregaron su camiseta a Marco Rossi, capitán del equipo, convertido en el «chico de la lavandería» según La Stampa.
La Policía identifica a los radicales
Un paso más allá va La Repubblica, que denuncia el clima de impunidad que se vive dentro de los estadios italianos, donde «los más fuertes tienen el poder para robar la dignidad al resto». La policía, que desaconsejó al club obedecer a los deseos de los ultras, se excusa en que su comedida actuación evitó problemas mayores. Ahora la tarea se centra en identificar, a través de las fotos y vídeos del partido, a cerca de 60 ultras ya se habrían identificado una decena que podrían ser vetados de los recintos deportivos.
Fabricio Fileni, uno de los ultras, ha negado cualquier tipo de chantaje en una entrevista reproducida por la agencia Ansa. «No obligamos a los jugadores a devolver la camiseta, solo les explicamos que la estaban deshonrando», asegura. Mientras tanto el presidente del Génova, Enrico Preziosi, trataba de sofocar todos los incendios. «Se usó el sentido común, consideré que era mejor dar a los hinchas las camisetas para que se calmasen», ha explicado el dirigente en declaraciones a la radio pública italiana. Minutos después del partido se conocía el despido fulminante del técnico del equipo, Alberto Malesani, que ya había sido destituido en diciembre.
Enésimo capítulo
«Estas cosas deben terminar de una vez, hacen mucho daño al fútbol italiano», denuncia desde París Carlo Ancelotti, que ha dirigido al Milán y la Juventus entre otros equipos. «Pensé que era un sueño», explica Demetrio Albertini, exfutbolista y vicepresidente de la Federación, que confirma que la UEFA ya ha pedido un informe sobre los incidentes. «Solo hay que dar un vistazo al exterior para ver que tenemos problemas para manejar a nuestros aficionados», sentencia.
Albertini, como el resto de italianos, no han borrado lo sucedido en el Italia-Serbia de la clasificación a la Eurocopa 2012, cuando los ultras serbios sembraron el caos en Génova. También se han vivido en esta década incidentes similares en Catania o en Roma durante un derbi, cuando los aficionados invadieron el campo al extenderse un falso rumor de que un niño había sido atropellado por un coche de la policía. Este rebrote de violencia se convirtió en un lastre para el comité organizador que intentó llevar a Italia tanto la Eurocopa de 2012 (Polonia-Ucrania) como la de 2016 (Francia).
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