Chabolismo en Gipuzkoa (II) >

Ocho asentamientos y mucha vida callejera

La distribución de la población rumana gitana en el territorio responde a un variado perfil

Diario de noticias de Gipuzkoa, donostia, Jorge Napal, 20-04-2012

Hay chabolas elaboradas con maderas y toda suerte de útiles rudimentarios, como en Astigarraga, Hernani, Errenteria y Zumaia. En otros casos, los rroma encuentran cobijo en fábricas abandonadas, como es el caso de Arrasate. Los 350 rumanos gitanos que viven en Gipuzkoa lo hacen diseminados en ocho asentamientos que presentan sus propias señas de identidad. A esta realidad se solapa otra bien distinta, la de “grandes grupos de personas” de vida callejera que se agrupan exclusivamente para dormir, como es el caso de Donostia, Irun y Beasain.

El mayor asentamiento chabolista se ubica en Astigarraga. Está dividido en dos zonas. Una situada en la ribera del Urumea, bajo la autopista, en la que se levanta una quincena de chabolas. Al otro lado del río está el segundo asentamiento, compuesto por unas doce más. El asentamiento carece de agua corriente y la luz proviene de generadores de gas.

Aitor Martínez e Ileana Balaci, autores del informe sobre la población rumana en Gipuzkoa, se han acercado a este degradado paraje en diferentes ocasiones. “En las primeras visitas había un número de población aproximado de 120 personas, pero tras las inundaciones el número descendió a unas 80”, constatan.

En cada chabola viven una media de tres personas. El conjunto de chamizos viene a constituir una familia extensa. Todas las personas pertenecen al mismo clan familiar. De hecho, en Astigarraga se encuentra uno de los clanes más grandes de Gipuzkoa, integrado por unas 40 personas, con edades comprendidas entre los 18 y 50 años.

El 90% de ellos proviene de la región de Alba, principalmente de las localidades de Blas y Tarlaua. Un 70% se encuentra en una situación de analfabetismo, según recoge el informe elaborado para el Gobierno Vasco.

Por lo general, les cuesta mantener una conversación en castellano y, a pesar de que algunos de ellos han acudido a cursos de la EPA (Educación Para Adultos), “el abandono ha sido muy alto debido a la falta de habilidades y rutina de aprendizaje”.

Los investigadores han podido constatar que el lugar en el que se encuentran, a la orilla del Urumea, presenta unas condiciones muy insalubres. A la porquería que trae el río hay que añadir las ratas que entran en las chabolas. El interior de los habitáculos, sin embargo, se encuentra “bastante limpio”.

“Quieren una vida digna, vivir con la cabeza bien alta”, asegura la rumana Balaci, que ha mediado con ellos en un sinfín de ocasiones.

En los últimos tiempos, el Consistorio de Astigarraga ha colocado unos contenedores para que depositen la basura, aunque parece necesario “un seguimiento constante” para que tomen conciencia de ello, según constatan desde Cáritas.

Casi ninguna persona de las que se encuentran en este municipio acude a los servicios sociales. Cáritas Parroquial de Astigarraga es, quizá, de los pocos lazos que les une al municipio, a la que solicitan alimentos y ropa.

Errenteria

Envejecimiento prematuro

Un segundo asentamiento mucho más desconocido se encuentra en Errenteria. Para acercarse a las chabolas situadas en el barrio Las Agustinas es preciso adentrarse en el monte, a la altura del depósito de agua de Oiartzun. El acceso entraña cierta dificultad. El asentamiento ofrece una imagen descuidada y poco higiénica. “Las personas que residen aquí presentan un envejecimiento prematuro y un gran desgaste físico”. Pese a ello, no sufren grandes problemas de salud, salvo el caso de un hombre con una parálisis que tuvo que ser ayudado por los Servicios Sociales de Errenteria. Algunas de estas personas, las que están empadronadas, cuentan con una tarjeta sanitaria.

Los rroma de Errenteria no disponen de luz ni agua corriente, y utilizan generadores que funcionan con gas para cocinar los días que no pueden hacer fuego en la calle.

Aquí viven unas 22 personas, casi todas ellas miembros de una familia extensa, según información facilitada por la Guardia Municipal y el equipo de trabajo que ha realizado la labor de campo. Casi todos provienen del condado de Tirgu Mures, concretamente de localidades como Ludus y Iernut. Las tasas de analfabetismo no son tan altas como en otras zonas, y se puede mantener con ellos una conversación sin mayor problema.

Gran parte de ellos tiene relación con los servicios municipales, y “se percibe que buscan relaciones de ayuda con vecinos”. Son las mujeres las más proclives a interactuar con el entorno.

En Arrasate se encuentra otro asentamiento, ubicado en una fábrica abandonada – Polmetasa – situada a las afueras del municipio. Los gitanos comparten espacio, que no convivencia, con jóvenes okupas de la localidad. En la fábrica hay cinco chabolas, en las que habría unas catorce personas.

En la margen izquierda del puente de Ergobia, en Hernani, también hay otro asentamiento. Se ubica junto a la vía del tren. El acceso al lugar es complejo, y en la principal vía de entrada hay desperdigados restos de chatarra, como lavadoras y bicicletas. Se levantan aquí tres chabolas, dos de mayor tamaño, donde viven sendas familias, y una tercera ocupada por un hombre soltero.

En total, cinco residentes, dos mujeres y tres hombres, con edades comprendidas entre los 30 y 50 años. Todos provienen del condado de Dimbovita. La situación higiénica del asentamiento es preocupante, puesto que hacen sus necesidades y depositan la basura muy cerca de las chabolas. Al parecer, según han constatado desde Romí Bidean, estas personas no se relacionan con las de Astigarraga, por lo que establecen relaciones cerradas entre ellos.

A la intemperie

Bajo el puente

En otros casos no existen asentamientos como tal, pero sí agrupaciones de personas que pernoctan a la intemperie. En Beasain hay una docena de rumanos que hacen una vida de calle, entre quienes se encuentran menores. Duermen cerca del Hotel Castillo, debajo del puente situado en la segunda salida de la autovía hacia el municipio.

Otro tanto ocurre en Donostia. Alrededor de 20 personas pernoctan debajo del puente del vial que comunica el barrio de Amara con el de Aiete. Además, otras diez lo hacen en diferentes puntos de la ciudad (El Antiguo, Errotaburu o Loiola). Estas personas rara vez abandonan Donostia porque es en la ciudad donde desempeñan sus ocupaciones, desde la mendicidad hasta la música. Si se marcharan de Donostia perderían sus puestos. Se perciben entre ellos altos grados de analfabetismo y, aunque entienden bien el castellano, tienen dificultades para hablarlo.

Duermen a la intemperie, con todo lo que ello conlleva, y no se asean correctamente. Debido a toda esta situación, “viven un importante desgaste físico, psicológico y emocional”, presentando altos grados de frustración. Esta situación se agrava, según cuentan, por las intervenciones que realiza la Policía local: “Acuden varias veces por las noches y les despiertan, les apartan las mantas. Los días de lluvia se las mojan, les cachean y no les dejan descansar”, según el testimonio recabado por el equipo de trabajo que ha contactado con ellos.

Cuentan con padrón los que más tiempo llevan en el municipio y, en buena medida, conocen los servicios existentes gracias a una trabajadora del programa de mediación de Ayuntamiento de Donostia, que realiza un intensivo trabajo de calle.

También se dejan ver en Irun, donde hay algunas chabolas dispersas. Algunos de ellos, incluso, despliegan por la noche tiendas de campaña que recogen a primera hora de la mañana. Son unas 35 personas, que se reparten por la zona de Urdanibia – Jaizubia, Plaiaundi, Behobia y un edificio abandonado de la cuesta de Anaka, según la información obtenida a través de los Servicios Sociales del municipio. También hay familias que residen en viviendas normalizadas. Al parecer, todos los menores están escolarizados.

Algunas de estas personas llevan años yendo y viniendo de su país de origen, siempre volviendo al mismo municipio. El informe recoge que, en cuento a las relaciones sociales con los vecinos, “el ambiente está bastante crispado y se están empezando a ver posturas contrarias y desaprobadoras de este colectivo”.

l Astigarraga. Municipio en el que se ubica el mayor asentamiento de rumanos gitanos de Gipuzkoa. Aquí han llegado a residir hasta 100 personas. Casi todas ellas pertenecen al mismo clan familiar. El 90% proviene de la región de Alba, principalmente de las localidades de Blas y Tarlaua. Un 70% se encuentra en situación de analfabetismo.

l Errenteria. En las chabolas situadas en pleno monte, en un recoleto paraje del barrio Las Agustinas, viven 22 personas, casi todas ellas miembros de una familia extensa. La tasa de analfabetismo no es tan elevada como en otros lugares y buscan cierta relación con los vecinos.

l Hernani. Un tercer asentamiento se encuentra en Hernani, en la margen izquierda del puente de Ergobia. Hay tres chabolas, dos de mayor tamaño, donde viven sendas familias, y una tercera ocupada por un hombre soltero.

l Beasain. Una docena de rumanos hacen vida de calle, y hay entre ellos menores. Duermen cerca del hotel Castillo, debajo del puente situado en la segunda salida de la autovía hacia el municipio.

l Donostia. Una veintena de personas pernoctan debajo del puente del vial que comunica el barrio de Amara con el de Aiete. Además, otras diez lo hacen en diferentes puntos de la ciudad (El Antiguo, Errotaburu o Loiola). Hay entre ellos un alto grado de analfabetismo.

l Irun. En torno a 35 rumanos gitanos se encuentran diseminados por diferentes puntos de la localidad fronteriza, en concreto, en la zona de Urdanibia – Jaizubia, Plaiaundi, Behobia y un edificio abandonado de la cuesta de Anaka.

l Arrasate. En torno a una fábrica abandonada del municipio hay cinco chabolas en las que viven unas catorce personas.

l Otros municipios. Además, se ha detectado la presencia de población rumana gitana en las localidades de Zumaia, Azkoitia, Andoain, Eibar, Lezo, Zarautz y Zumarraga.

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