1.839 emigrantes
Galicia sigue perdiendo lenta, pero progresivamente, población. Ahora también pierde mano de obra, talento, profesionales, universitarios. Esto es una radiografía fidedigna de la crisis
ABC, , 19-04-2012ESTAS son las cifras que arroja el último trimestre el Instituto Nacional de Estadística. Casi dos mil gallegos abandonaron su tierra, y la cifra no se detiene. También de inmigrantes que hace años habían venido a nuestra tierra. Cifras inexorables, preocupantes, que han de ponernos en alerta. Saldo migratorio negativo para Galicia, suma y sigue.
La Galicia emigrante, la Galicia que busca su futuro fuera, no aquella diáspora que abandonó pobreza y miserias, tierras baldías y minifundios imposibles antes y después de la guerra. Hoy se van en coche, en tren, en avión, a Europa, pero también a una América latina que crece a un ritmo entre el 5 y 8 % en función de los países. España está en el dique de la inercia, del inmovilismo, de reformas que no terminan de llegar. En Galicia la crisis también ha golpeado inmisericorde, sin alma ni contemplación, sin evasivas, descarnadamente.
Una foto lo dice todo, un icono de aquella Galicia emigrante y errante, que avizoraba oportunidades lejos de la madre tierra, del terruño rosaliano y los ríos y sus montes, fuentes y mares. La foto de Manuel Ferrol en el puerto de La Coruña, de padre e hijo llorando rendidos por la emoción de una despedida incierta hacia el futuro, de ilusiones rotas y por venir. Los años identificarían a los dos protagonistas, Xan y Xurxo Calo, de Finisterre, en un lluvioso noviembre de 1957. El fotógrafo de la emigración nos regala una instantánea que a los gallegos nos los dice todo, absolutamente todo.
La emotividad radiografiada, la angustia y la incertidumbre de la emigración, en ese momento en un trasatlántico hacia Argentina, destino de tantos miles de gallegos. ¿Quién no ha tenido un padre, un abuelo un bisabuelo o incluso varios en la emigración? Puerto de Coruña, de Vigo, buque Juan de Garay a Buenos Aires, buque Cabo San Roque a Montevideo, y tantos y tantos que nos unieron y distanciaron a más de ocho mil kilómetros. Era una vida, quizás para toda la vida. Reencuentros que no fueron posibles, o lo fueron en el ocaso de tantas y tantas vidas de hermanos que no volvieron o solo con los años, muchos, a verse, a sentirse, a abrazarse.
Hoy la emigración vuelve con su rostro esquivo pero ilusionado de oportunidades. Lo que ya no creíamos. La Galicia que busca fuera las oportunidades que dentro no tiene. Nuestros jóvenes y no tan jóvenes, pero sin duda una generación irrepetible y bien preparada y formada. Hoy ya los rostros no se afligen ni se entumecen por el llanto rígidamente como en aquellos años, donde la emigración casi era para toda la vida. Un adiós definitivo y silencio que la distancia tímidamente rompía. Hoy casi no hay distancias y las comunicaciones nos acercan, nos permiten ver, escuchar, sentir, palpar, pero emigrar sigue siendo duro, difícil, un fracaso de una sociedad que es incapaz de dar a los suyos un porvenir y un desarrollo pleno y acorde con su formación, con su persona, con sus estudios, proyectos, ilusiones.
Y el saldo migratorio sigue arrastrando las cifras, como también el demográfico, la mortalidad. Galicia sigue perdiendo lenta pero progresivamente población. Ahora también pierde mano de obra, talento, profesionales, universitarios. Esta es también una radiografía fidedigna de la crisis, de su aliento inhóspito y agresivo. De la falta de oportunidades.
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