Tribuna Abierta

Cuando las barbas…

Diario de noticias de Gipuzkoa, por antxon lafont mendizabal, 17-03-2012

dE tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar para que te duela menos cuando te trasquilen por sorpresa, como seguramente sucederá. A escasas semanas de las elecciones a la presidencia de la República vecina, figuran en los programas políticos de los candidatos temas que nos incumben o que nos preocuparán a muy corto plazo, como pueden ser los problemas de tipo variado que plantea la inmigración en diversos países europeos.

El término inmigración encierra significados dispares. En cuanto surge el tema, la inmensa mayoría piensa en ciudadanos expatriados, sin formación, procedentes de África, América Latina y la Europa exsoviética.

De los primeros se dice que son o árabes o negros sin más, de los segundos sudakas y argentinos, y a los terceros se les denomina rumanos sea cual sea el país de origen. Viene a unirse a esa clasificación la que siempre ha existido bajo la apelación “gitanos” y más recientemente “rom”. También existe la inmigración de exiliados voluntarios con buen nivel de formación a los que reservamos una acogida administrativa más afable porque interesa. En efecto, los futurólogos más miopes coinciden en vaticinar la imperiosa necesidad de recibir, en los próximos años, población exterior formada.

Por ahora, si la “crisis” continúa podemos pensar que el paro también afectará a diplomados, o no, locales y exteriores que conocerán el paro o aceptarán trabajos mal pagados o no declarados.

A pesar de tratarse de un tema de primera importancia social y económica, que se plantea en los países “ricos” de Europa, su examen no pasa del nivel primario de observación y de análisis.

La población referida de más actualidad es la de la inmigración africana en la que convergen varias consideraciones que cincelan la opinión judeo cristiana tan en vigor desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por el extremo centro, es decir la derecha.

El color de la piel, la condición atribuida de musulmanes o infieles caracteriza al inmigrante africano. Su catalogación social, su escasa o nula formación, estimación a menudo errónea, justifican su “aparcamiento” con la etiqueta de árabe improductivo. Es cierto que el “árabe con petróleo” no entra en la misma categoría. El resumen es rápido ¿quién sirve a quién? El árabe que sirve al blanco es inmigrado e inculto. El árabe al que sirven los blancos es inversor y culto. Solo cuenta la manera de vivir del inmigrado.

El problema de la inmigración se agrava cuando se nos convence de que los africanos mucamos pretenden beneficiarse de los mismos derechos que sus compañeros de trabajo blancos. “Piden la construcción de mezquitas, no aportan nada, reciben más ayudas sociales que nosotros los blancos, tienen más hijos que nosotros, a pesar de no ser del Opus, y muchos de ellos generan un clima de inseguridad insoportable. Si no están contentos que vuelvan a su país”, y más vituperios son pan de cada día de bien pensantes que propagan, respondiendo al mensaje divino, la necesidad de la solidaridad humana. Creo oír los coros de los jueces de toda índole que me tacharán de demagogo y populista. Como en medicina barata, que la hay poca pero hayla, la aversión al análisis, a veces arduo, de las causas de disfuncionamiento corporal, genera una corriente de culpabilidad hacia el virus tan socorrido que acaba explicando los diagnósticos complicados. En muchos casos, por analogía, constatamos que la palabra demagogia es un virus sorprendente del discurso incapaz de afrontar las causas del fenómeno analizado.

¿Cómo se trata en el país vecino el tema candente de la inmigración? En la actual campaña electoral en los partidos, “carcas o no”, para simplificar, después de haber afirmado que Francia ha sido y es la estrella guía de los habitantes de países necesitados, surge una prédica cuya primera parte responde a la bien conocida precisión del lenguaje cartesiano pero que, en cuanto a las conclusiones, se impregna de gongorismo en un alegato inextricable.

Nadie precisa, en la actual campaña electoral, su programa respecto a la inmigración con la excepción de la extrema derecha: “Nadie entra y los inmigrantes sin nacionalidad francesa, fuera”. Le sigue de cerca Sarkozy, que pretende expulsar a 150.000 inmigrantes ilegales al año y solo dejar entrar legalmente en Francia a 100.000 limitando aún más los criterios de legalidad de la inmigración. Para obtener los votos de la derecha extrema tanto de su partido como del Frente Nacional de Le Pen, Sarkozy “amenaza” con salir del acuerdo de Schengen. La “izquierda” pretende analizar uno a uno los casos ilegales de inmigración. En general asimilación, integración, o nada, y sobre todo oposición frontal al comunitarismo o tendencia a formar comunidades culturales diferentes a las bien francesas. Se les achaca a esas comunidades la creación de grupos cerrados y opresivos. Solo el comunitarismo judío parece ser admitido. En cualquier caso el inmigrado en cuanto pisa el hexágono francés tiene que dejar su cultura en el vestuario de manera a ser sometido a una intolerable fumigación, que suprima su especificidad. El inmigrado integrado es para el Estado francés un “patriota constitucional” según la fórmula del filósofo Habermas. Los seis millones de musulmanes que viven en Francia, de los que un escaso 10 a 15% practica regularmente sus ritos religiosos, son presentados como la excusa de imponer una política severa de control – supresión de la inmigración. El Estado francés teme que la progresión de las comunidades de inmigrantes pueda amenazar la identidad francesa “cimentada por siglos de cristianismo” (sic). La inmigración existente es más una obligación de imagen e incluso de interés mercantil ofrecido por el país de origen del inmigrante que un deber humano. Los minerales y el petróleo de esos países son tarjetas de presentación indefectibles que se imponen a cualquier consideración de solidaridad.

¿Somos conscientes de que ese problema está a nuestras puertas y que tendremos que solucionarlo sin haber resuelto la consolidación de nuestra cultura, más precisamente la de nuestra lengua?

La soberanía de Euskal Herria será indispensable para el arreglo respetable del problema de la inmigración. ¿Estamos preparados para abrir, en nuestras sociedades civil y política el indispensable debate sobre este tema? Nos encontramos ante una necesidad de reflexión y de acción que será clave en la estructura del Nuevo Contrato Social y de la supervivencia de nuestra cultura que se enriquecerá si sabe convivir con otras culturas tan dignas como la nuestra.

Un reciente artículo de Ramón Zallo sobre un chequeo de las políticas culturales de España, Catalunya y Euskadi es una referencia de base como premisa de la gestión de la actual y futura acción cultural de “Euskadi”.

Esperamos uno de los próximos y estructurantes escritos de Ramón Zallo que nos conduzca a la reflexión sobre el mismo tema tal y como se plantea ya en una Euskal Herria situada entre dos Estados más preocupados por la integridad del suelo que por las aspiraciones culturales de buena parte de los habitantes del territorio vasco.

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