El inesperado ídolo de la NBA

El base de origen taiwanés de los Knicks, licenciado en económicas en Harvard y casi inédito hasta hace unos días, es el jugador de moda

El Mundo, , 13-02-2012

Los Knicks se disponían a rescindir el contrato de Jeremy Lin a principios de febrero. Era su cuarto base y les hacía falta soltar lastre. Nadie se había percatado de estar ante un jugador fuera de lo común. Eso fue antes de la racha que ha encadenado en los últimos días, que ha disparado su fama y le ha convertido de pronto en la gran estrella emergente de la NBA.

Lin ha liderado a su equipo en sus triunfos contra los Jazz, los Wizards, los Lakers y los Timberwolves. Una racha formidable si tenemos en cuenta la ausencia de Carmelo Anthony y de Amar’e Stoudemire. Sus cifras personales confieren más lustre si cabe a su hazaña: el viernes endosó 38 puntos en Manhattan a los Lakers y el sábado se convirtió en el primer jugador en superar 20 puntos y siete asistencias en sus cuatro primeros partidos en el cinco titular. Sólo unos días después de que los guardias de seguridad no le dejaran entrar en el Madison, pues no le reconocieron.

Hijo de dos inmigrantes taiwaneses, Lin nació en Los Ángeles pero se crió en la localidad californiana de Palo Alto, donde su padre le inoculó de niño la pasión por el baloncesto visionando partidos y entrenando en una cancha del YMCA. Lin envió su currículum con un DVD a distintas universidades. Pero sólo Harvard se interesó por él y no fue una decisión natural sino meditada. Al ojeador Bill Holden le dejó frío cuando le vio jugar en Las Vegas. Pero luego se lo pensó dos veces e hizo de su fichaje una prioridad.

Es una historia recurrente en la carrera incipiente de Lin, al que muchos han subestimado por su juego liviano o por su musculatura. «Muchas universidades reclutan a un tipo después de verlo cinco minutos porque corre deprisa y salta mucho», decía Lin hace unos meses, «pero yo no soy un jugador muy atlético o muy llamativo».

Quizá por eso nadie seleccionó a Lin en el draft de 2010. Sus años en Harvard (se licenció en económicas) habían sido meritorios. Pero no lo suficiente para convencer a un equipo de la NBA de que merecía la pena apostar por su fichaje. Acabó jugando de rebote en los Golden State Warriors. Aunque algunos dijeron entonces que su fichaje no era más que un golpe publicitario para atraer al baloncesto a la influyente minoría asiática de la bahía de San Francisco.

Su primer año en la NBA dejó frío a su entrenador: apenas 2,6 puntos de media en 29 partidos. Aun así se lo habría quedado porque confiaba en su progresión. Pero los Warriors optaron por deshacerse de él para hacer sitio al pívot DeAndre Jordan y los Houston Rockets se lo quitaron luego de enmedio para fichar a Dalembert.

Fue entonces cuando los Knicks lo repescaron. No porque creyeran que fuera a triunfar sino porque era barato y les hacía falta un relevo después de la lesión de su novato estrella. Al principio Lin apenas jugó y los responsables del club estuvieron a punto de descartarlo. Pero esta semana su racha lo cambió todo para siempre.

El ascenso de Lin ha suscitado una satisfacción especial entre los estadounidenses de origen asiático, que no tienen la visibilidad de otras comunidades en EEUU. «Quizá logre terminar con el estereotipo», decía Lin hace unos días, «a los asiáticos no se nos tiene respeto en el deporte». Sus orígenes son importantes para Lin. Pero no tanto como su religión cristiana. El base de los Knicks ha cursado estudios bíblicos y reza dos veces al día. Cuando cuelgue las botas, le gustaría ejercer el sacerdocio y trabajar en proyectos benéficos en el Sudeste Asiático.

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