Mamadú Mustafá, senegalés de 30 años, llegó a España en el 2004, entró como turista y empezó trabajando en las calles vendiendo discos de música y películas. «Casi no ganaba ni para vivir», explica. Ahora, ya con papeles, está empleado como interno en una granja en una parroquia de Castro de Rei (Lugo).

Su primer contrato lo encontró en el sector de la hostelería, en un restaurante, donde estuvo tres meses. El sueldo le permitía además ayudar a su familia, que reside en Senegal. Más tarde se marchó a la construcción porque «allí pagaban mucho mejor, había mucha diferencia», justifica. Empleado durante cuatro años a jornada completa, cuando el contrato terminó el pasado mes de marzo tuvo que buscarse un hueco en otra parte.

Cobrando el paro durante dos meses, este senegalés tuvo que dejar A Coruña para trasladarse a Lugo, donde encontró trabajo como interno en una granja de vacas.

«La cosa está muy difícil para encontrar colocación, los empleos son más cortos y de temporada. Está difícil para todos. Antes había ofertas para venir, pero ahora no hay nada», dice refiriéndose al freno en la llegada de inmigrantes .

Pero que la situación en España esté complicada no es motivo suficiente como para pensar en regresar a su país. «Volver depende del trabajo y del dinero», y añade «aquí se vive mejor». Él aprovecha, siempre que puede, para enviar parte de los ingresos a su país. Casado en Senegal y con un niño de 4 años, Mamadú asegura que trabaja para el pequeño: «Si la situación en España estuviese como antes, yo los traería, pero ahora no gano como para mantenerlos aquí».

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